Teatro Principal de Zaragoza. Miércoles, 31 de octubre del 2018
Texto y fotografías: Javier Capapé
Cuatro han sido las veces que Marlango se han presentado en directo durante toda su carrera en la ciudad de Zaragoza, y hasta la pasada noche del 31 de octubre no había tenido el placer de verles. Por eso asistía al Teatro Principal de la capital aragonesa con mucha expectación y tremendas ganas de ver a la banda capitaneada por Leonor Watling y Alejandro Pelayo. Venían para presentar su disco más introspectivo, el intimista "Technicolor", con una línea más cercana al jazz, entroncando con su ya lejano debut de 2004 y a años luz de su anterior larga duración "El porvenir". Éste es un disco pensado para la intimidad, donde procuran llamar la atención con los mínimos arreglos, pero cuidando cada detalle. Así, lo que presenciamos en los escasos noventa minutos de concierto fue un merecido repaso a esta última criatura que apuesta por un título luminoso, pero que se mueve en unos tintes más propios del blanco y negro, además de revisitar algunos de sus clásicos de su etapa en castellano aderezados con los aires "noir" de su último disco.
La noche abrió con "El beso robado" casi como un susurro y con la banda todavía sin llegar a lucirse, pero con "Dame la razón" ganaron pulso y dieron rienda suelta a algunos temas más rodados como "La luna" y "Puede" de su anterior LP. Alejandro Pelayo fue salpicando algunos comentarios durante la velada que llenaron el teatro de nostalgia y ciertos toques de humor. Como él mismo dijo estaban encantados de volver a Zaragoza (ciudad donde guardan algunos grandes amigos como el allí presente Luis Alegre) aunque lo hubieran hecho de forma tan esporádica desde su lejana primera visita presentando su debut en la Sala Oasis hace ya catorce años. Pelayo hizo mención a las cenas y los vinos compartidos en esta ciudad y de esa manera nos invitó a todos los presentes a degustar este concierto como si de un buen vino de esta tierra se tratase. Y así lo hicimos, apuramos la velada de forma pausada, degustando cada pieza con todo su cuerpo y dejándonos llevar hasta donde vuele nuestra alma. Con esa intención, "Los desertores" sonó como una de las piezas más sutiles y conmovedoras de la noche mientras el telón de fondo en forma de pantalla mostraba un coche de los años treinta circulando en plena noche y transmitiendo esa idea de desolación y traición, propia también del mejor cine negro de la primera mitad del siglo XX.
"Gira" nos mostró a una descomunal Marta Mulero al cello, el instrumento que más destacó en la velada junto al piano de Pelayo. Quizá los vientos han quedado algo relegados en algunos momentos desde la marcha de Óscar Ybarra del grupo y eso que en la noche no faltaron toques muy acertados de trompeta por parte de Tony Molina, como pudimos apreciar en la melodramática "Dime que llegaremos lejos", con una Leonor plenamente inspirada en su interpretación. Sonaron también "Baila" y "Dinero", que la dedicaron al desaparecido Félix Romeo y a Bunbury, que fue cómplice de esta provocadora canción en su versión original, recordando también sus primeros pasos por la capital del cierzo de la mano del artista maño como inigualable anfitrión.
La sensibilidad de "Un día sin ti" nos arrastró hacia otros sugerentes temas como "El veneno" y "Alza el vuelo", y tras las necesarias presentaciones de la banda, en la que destaca sin dudarlo la presencia del ex Ronaldos Ricardo Moreno a la batería confiriendo un acertado toque de swing a las canciones del dúo, llegamos a la prescindible colaboración de Carletti Porta en "Todo es tan importante". Aunque el músico manchego fuera el "no anunciado" telonero y esté actualmente trabajando con Alejandro Pelayo como productor de su próximo disco, las ásperas texturas de su voz desentonaron con la calidez de Leonor Watling y ensombrecieron este tema más trotón. "Un momento perfecto" fue el tema dedicado a los ausentes, conectando con la festividad de Todos los Santos. La cantante dijo que no era muy amiga de lo que se cocía en las calles en una noche como la de Halloween pero que adoraba el "Día de los Muertos" y con esa premisa dedicó esta canción a su padre. Para el tramo final reservaron canciones más reconocibles del grupo como "Si yo fuera otra”", del fantástico "Un día extraordinario", o la muy efectiva "Poco a poco", del más reciente "Technicolor", demostrando que el dúo se maneja a la perfección con las canciones de estructura sencilla pero llenas de matices, aunque hay que reconocer que echamos de menos la gran aportación que Coque Malla hace en este tema. Finalmente, la intensidad y las ganas de seguir adelante se contagiaron entre el público con "Lo que sueñas vuela" antes de retirarse para los bises.
Tras la vuelta al escenario, Alejandro Pelayo instó al público a dejarse llevar como esos coros eclesiales en los que de joven tocaba el órgano y se producía un instante casi mágico cuando los feligreses cantaban al unísono esas canciones que forman parte de nuestra cultura popular transformadas en liturgia. De esa manera, como si de un coro sacro se tratara, animó a los presentes a seguirle en su interpretación del clásico "Insurrección" reivindicando a los grupos más emblemáticos de nuestro pop patrio como El Último de la Fila, Radio Futura o Golpes Bajos, además de sugerir nombres como Manolo García o Santiago Auserón como ministros de cultura. Tras este paréntesis en el que todos los presentes cantamos tímidamente ese "me siento hoy como un halcón llamado a las filas de la insurrección", la banda continuó con la extraordinaria "Ir", aunque algo emborronada por la insípida aportación de Carletti Porta una vez más a los coros, y explotó en su punto y final con "Lo que no te digo", como invitándonos a seguir la fiesta con aires cabareteros fuera del teatro, inundando la noche de Halloween de buenas intenciones y aroma a cine clásico.
"Saltaré en cada charco", como reza su canción "Lo que sueñas vuela", es la mejor frase para resumir el concierto que ofreció Marlango en el último y lluvioso día de octubre. Con ese optimismo y apuesta por la continuidad a pesar de los contratiempos. Nos mojaremos, seguiremos hasta el final y disfrutaremos en nuestra apuesta. Esa es la filosofía que el dúo quiere impregnar y contagiar a todos los que asisten a sus conciertos y con esa alegría nos fuimos todos los presentes, seguros de haber presenciado un concierto de los que dejan poso, aunque bien nos hubiera gustado poder escuchar cuatro o cinco canciones más (incluida alguna de aquellas cantadas en inglés de sus primeros discos) para cerrar la noche todavía más enamorados de ese espíritu jazzístico y de ese particular homenaje al cine en "technicolor", que son su disco y sus actuales presentaciones en vivo.