Sala Oasis, Zaragoza. Viernes, 23 de noviembre del 2018
Texto y fotografía: Javier Capapé
Hay conciertos que son especiales no tanto por su calidad y contenido sino por lo que tienen de carga emotiva. Y la gira "20 Años" que está llevando a la banda de Pau Donés a recorrer las principales capitales españolas tiene mucho de esto. Jarabe de Palo es otra de las agrupaciones del pop de nuestro país que se suma a la recurrente efeméride de sus 20 años de carrera. Será porque muchos de nuestros artistas no saben cuánto tiempo más pueden exprimir su jugo, o quizá simplemente lo hacen por aprovechar el tirón de las fechas redondas para organizar giras que les reporten algunos beneficios extra en estos duros tiempos que vive la industria discográfica. Jarabe de Palo además afirma que tras celebrar estos 20 años (cosa que lleva haciendo desde hace dos con la publicación de su libro de memorias y su recopilatorio en clave íntima titulados ambos "50 Palos") se tomará un merecido descanso para exprimir y aprovechar el día a día. Llevado tal vez por la alarma de la enfermedad que le ha hecho recapitular desde que cumpliera los 50 y celebrar la vida a partes iguales, esta gira se convierte en la mejor manera de cerrar una etapa y quizá abrir una nueva cuando el cuerpo se lo pida. Si vuelve, lo hará con el reconocimiento que está cosechando en estos últimos años tras haber vivido una época más aciaga desde aquel lejano "Adelantando", con el que cambió los escenarios de medio y gran aforo por otros más discretos.
Esta gira es por tanto una manera de reencontrase con alguien que ha sido parte de nuestra banda sonora particular, pese a quien le pese, una manera de darle una nueva y merecida oportunidad al compositor de algunos de los éxitos más radiados del pop en español de los últimos lustros. Y con esa actitud afronta Pau Donés y su banda estos últimos coletazos de su particular celebración de la música y la vida. De esa manera, la Sala Oasis volvió a ver al artista medio aragonés medio catalán encima de sus tablas, y como él mismo dijo, estaba encantado de poder volver a una sala en la que había vivido tantas cosas, sobretodo después de los conciertos, cuando la luz baja y comienzan las "segundas partes de las veladas". En su escueto pero bien medido concierto se centró en rescatar especialmente sus primeros dos discos, los que más éxitos le dieron, y así arrancó con una inesperada "Dueño de mi silencio" tras una solmene intro al saxo de Jimmy "Jenks" Jiménez. En esta primera canción la banda parecía dar pasos algo tímidos, todavía con muchos matices desde la mesa de sonido por ajustar, pero que se templaron rápidamente tras dar paso a "Realidad o sueño", uno de esos temas de la carrera del grupo aparentemente menor, pero que es de los que más gustan a sus seguidores. "Quiero ser poeta" seguía moviéndose en los medios tiempos con la sala todavía algo fría hasta que llegó "Depende" y el karaoke colectivo comenzó y prácticamente no paró hasta noventa minutos después. Hubo algunas sorpresas en el repertorio como la salsera "Agustito con la vida" o las más aceleradas "Ying Yang", "No suelo compararme" y "¡Olé!", de la que explicó el origen de los versos de su coda final relacionados con la misma experiencia que inspiró también su famosa "Flaca".
Con "Humo" estremeció a todos a golpe de guitarra y voz. Una voz por momentos débil que pedía incluso que apagaran el aire acondicionado de la sala para poder terminar el concierto, pero que trasmitió una inmensa verdad con canciones tan sentidas como ésta que le inspiró su vivencia afrontando el cáncer. Y con la emoción a flor de piel nos fuimos hasta otro tema de los más certeros de su discografía como fue "Adiós", sin duda el momento mejor hilado de la noche que remató con la escalofriante "Frío”". Tras esta sección más sentida encaró sus mayores éxitos de la mano de las archiconocidas "Agua", "El lado oscuro", "Bonito", "La Flaca”" y "Grita", ésta última renovada con una base rítmica calcada del "We Will Rock You" de Queen. En todas ellas desatacó el saxo por salirse del guión de pop clásico al que nos tienen acostumbrados, incorporando por momentos nuevos aires a algunas partes instrumentales de las mismas.
Los músicos tomaban un respiro para afrontar la tanda de bises compuesta por "A tu lado" y "Tiempo", sin dejar de lado el famoso rap que en su día interpretase Jovanotti, cerrando con el final festivo que impuso "La vida es un carnaval" de su admirada Celia Cruz, a la que solo le faltó algo más de confetti para dejar extasiado a más de uno de los presentes.
Sin una puesta en escena sorprendente (de hecho creo que podrían prescindir del detalle de los trajes con camisas sesenteras), con un sonido algo mejorable (en algunas canciones la guitarra de David "Gnaposs" no dejaba escuchar claramente las letras de Donés) y a pesar de presentar un repertorio demasiado ajustado en tiempos, el concierto cumplió con las expectativas primando la emotividad y la verdad por encima de la impostura. Quizá alguno de los presentes fuera al concierto motivado por ver por última vez a Pau Donés y rememorar algunas canciones que estaban casi enterradas entre recuerdos de veranos pasados y fiestas a finales de los noventa, pero seguramente se marchase con la sensación de ver a un artista con muchas ganas de comerse el mundo y exprimir el momento, con unos músicos entregados que desprendían felicidad y empatía y, ante todo, que fueron capaces de convertir el concierto en una fiesta entre amigos más allá de despedidas, lamentos o puntos y aparte. Como advirtió a todos el protagonista de la noche: "Ésta no es una gira de despedida; ¡volveré!". Te esperamos entonces. Hasta cuando quieras.