Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Viernes, 17 de noviembre del 2018
Texto y fotografías: J.J. Caballero
La escuela del pop donostiarra que durante la década de los noventa, con sus huellas aún presentes en bandas de reciente formación, marcó una forma, un sello y un sentimiento a la hora de hacer música sigue vigente en grupos que interactúan generacionalmente en localizaciones geográficas bastante alejadas en distancia pero no en actitud. Dolorosa parece haberse convertido en el proyecto prioritario de Raúl "Jean Paul" Bernal, uno de los músicos más ilustres de la escena responsable de las teclas en las giras de Lapido y hasta hace un par de años refuerzo de lujo en la formación de directo del mismísimo Loquillo. El debut de estos seis músicos encabezados por la dulce voz de Natalia Muñoz llegó hace cuatro años y no hizo el ruido que merecía. Puede que sea ahora, con una fantástica producción titulada "Un gran presentimiento", cuando su despegue mediático encuentre la cobertura deseada. De no ser así, no será por deméritos sonoros ni canciones sólidas, que las tienen a destajo.
El cariz poético de los versos escritos por Bernal, escritor de profesión y vocación paralela, desentraña el corazón de la mayoría de temas, entre los que "Yo no tengo nada", "Pasar la tarde" o "El amor" cuentan historias de melancolías y sentimientos reencontrados con los que cualquiera se puede tropezar una noche de otoño. A la sala Ambigú Axerquía acudió un mínimo de curiosos a comprobar si las expectativas suscitadas por las escuchas previas tenían una plasmación estimulante en directo. Guitarra acústica y eléctrica con taburete incluido (creo que al letrista no lo hemos visto nunca de pie sobre un escenario), teclados, bajo y batería (el enorme Antonio Lomas al fondo, otro nombre mítico e integrante de varios grupos de la ciudad) aglutinados por la contradictoria levedad de la cantante, una presencia tan limitada en carácter como personal en la recreación de los temas. Natalia compensa su timidez con la fe con la que le canta a los amigos que han de volver de "Inglaterra", lo que puede suceder "Cualquier día de estos", las consecuencias de "Arder en leña ajena", el deseo de no volver a sufrir por amor y "Que solo lo sepa yo" o el recorrido ensoñador por las calles de Granada atrochando por "Cobertizo y Faltriquera", lo que viene siendo el grueso melódico de su última entrega. Pero también electrifican y dotan de más fluido roquero a temas que en estudio ya lo apuntaban, como "Biografías" y "La vida es triangular". Es en la monotonía, el tempo plano y la insistencia en acentuar la nostalgia al tocar e interpretar de otros como "La peor verdad", "Tú te vas de mí" y "Que el mañana sea bueno" donde puede estar todavía su talón de Aquiles. En el terreno en que se mueven lo hacen francamente bien, saben "Dominar el tiempo" y nos regalan una maravillosa "Canción de amor para la ciencia", puro ensimismamiento pop con unos arreglos preciosos, preludio de la pausa necesaria para que "Stolte parole" y "Canción protesta", lo más cerca que han estado del posicionamiento social, finalicen un repertorio sin grandes sobresaltos ni una sola mácula que reprocharles más allá de la ya apuntada previsibilidad. Ningún problema para el disfrute, no obstante.
Dolorosa pueden asentarse como los herederos perfectos de nombres como La Buena Vida, Le Mans o los inolvidables Family. Con personalidad propia, grandes letras y un aroma a café caliente a media tarde, a rabia contenida que nunca deberíamos liberar, a flores con aroma de otro tiempo y a amoríos perdidos en la oscuridad. Una manera inteligente de entender el pop nutrida con algunos de sus ingredientes más saludables. En Córdoba ya sabemos que su dieta musical no es alta en calorías pero sí en proteínas, sobre todo para el espíritu, lo cual ya es decir mucho.