Sala Hangar, Córdoba. Lunes, 1 de octubre del 2018
Texto y fotografías: J.J. Caballero
Decían varios de los que se acercaron un lunes de luna cálida a la sala Hangar de Córdoba que ellos entrarían más tarde, cuando tocasen The Posies, porque los presuntos teloneros no les decían nada. Básicamente, que ni los conocían ni les merecía la pena el esfuerzo de hacerlo. Triste realidad la del oyente medio en este país. Y craso error, obviamente, porque los gallegos Maryland abrieron la noche a una de sus bandas predilectas con un directo arrollador, del que ya teníamos noticias e intuíamos a tenor de la energía desplegada en la decena de canciones que incluye "Resplandor", su último trabajo hasta la fecha. Si no demuestran en él que hoy por hoy son la mejor banda española del género ya no sabemos qué requerimientos se pueden exigir a músicos de su juventud e ímpetu. Los escépticos cayeron rendidos a sus encantos apenas tocada la segunda canción, "Arde", un despliegue de poderío refrendado en otras como "Nueva York", "Disculpas aceptadas", "Ave Fénix" o alguna menos actual y lógicamente aún menos accesible para el público, dígase un "Pozo de almas" absolutamente arrebatador. Sin dudarlo ni un instante, lo suyo fue un coito rápido y salvaje: llegaron, descargaron y nos dieron las buenas noches con ambas partes debidamente satisfechas.
Muchos hechos y muchos discos marcaron la música de los noventa, y no a todos se les ha dado la importancia histórica que merecen. Cuando recuperas algunas de esas canciones y varias de esas bandas que hicieron del fin del siglo XX algo realmente grande te das cuenta de que, efectivamente, y por mucho que sean reivindicadas cada cierto tiempo, aquella gente nunca ocupará el lugar que merecen por obra y calado emocional. Una de las ocasiones en que todo eso queda patente es cuando pinchas un álbum titulado "Frosting on the beater”", la cúspide creativa –o una de ellas- de unos norteamericanos que se adscribieron con ciertos matices a la etiqueta del power pop y se convirtieron en clásicos durante los siguientes treinta años. Tanta importancia tienen que durante este año se están dando una vuelta por Europa para conmemorar esas tres décadas de existencia, en las que la cohesión y la coherencia, términos no siempre bien avenidos, han acompañado cada uno de los pasos discográficos de Jon Auer y Ken Stringfellow, acompañados en distintas formaciones por músicos partícipes de su empeño. En esta ocasión la guardia la cierran Mike Musburger (la demolición en los tambores) y Dave Fox (la incombustibilidad de los graves), los viejos colegas que estaban ahí cuando la grandeza empezaba a caminar junto a ellos. En Córdoba, en la imprescindible sala Hangar, por fin pudimos testificarlo con abundantes argumentos. La primera conclusión es que ojalá les quede mucha vida aún, porque tras la resurrección de hace dos años con "Solid states", un trabajo irregular pero con el mismo marchamo de sonidos clásicos, la expectación era y es mucha.
"The Posies 30th Anniversary Tour" retrata al cuarteto como la apisonadora de melodías que siempre fueron. Si recordamos que a principios de la citada década prodigiosa competían con otros primeras espadas como Teenage Fanclub por un cetro que al final acabaron compartiendo en dura pugna por reivindicarse al margen de la explosión del grunge que todo lo inundaba, aunque algo de eso hubo a veces en las guitarras y la distorsión de estos tipos. Hasta hacen guiños a colegas como Alex Chilton en una versión que suelen tocar aquí y allá, la icónica "September gurls", para que nadie piense que no son generosos con los compañeros de generación. La experiencia de escuchar a The Posies a estas alturas puede resultar endiabladamente venenosa cuando gorjean a discreción magníficas piezas de pop gimnástico como "Dream all day", "Any other way", "March climes", "Love letter boxes" o "Definite door", en las que las guitarras rugen y los intérpretes saltan en el escenario, escupen y se reivindican por enésima vez, a la vez que las enroscan con las que incluía aquel otro tótem titulado "Amazing disgrace" (las relecturas de "Please return it", "Daily mutilation", "World", "Everybody is a fucking liar" y "Precious moments" no solo no desmerecen a las que hacían en su momento sino que las hacen aún más esenciales), otra piedra fundamental en el rocoso edificio que la historia les hizo construir sin ser demasiado conscientes de ello. Se lo toman tan en serio pese a la aparente intrascendencia que bajan a pie de sala para tocar y cantar a dos guitarras una preciosa "You avoid parties" en la que demuestran que lo de empastar voces sin ser dos grandes cantantes también se les da de perlas. Y suenan a gloria, claro. Un momento de apasionada complicidad que también comparten con Beatriz, una joven artista que osa ponerse entre los dos líderes para meter la tercera voz en "Licenses to hide" y "The glitter prize". Una mujer de raza y sabias compañías, sin duda. Como la ilustre colaboración final, versionando rabiosamente el clasicazo "September gurls" de Big Party con el gran Fernando Vacas, un mago del estudio que en la escena local en particular y en la nacional en general goza del crédito suficiente para haber sido nominado a un Grammy y haber grabado una espléndida ópera flamenca. Sí, otro de quien envidiar amistades.
No harían falta ni siquiera bises para firmar un concierto único, que seguramente se repita en esencia en las siguientes ciudades por las que pase esta gira de aniversario, porque si desfilan ante tus oídos joyas que casi no recordabas haber disfrutado tanto, caso de "Burn & shine", "Flavor of the month", "So Caroline", "Solar sisters" y "You’re the beatiful ones" ya merecería la pena haber presenciado esta gran fiesta en la que los primeros privilegiados son los propios protagonistas. The Posies son una leyenda por derecho propio, y si la guitarra destrozada de Mr. Auer al final del concierto no es una buena prueba de ello, ya solo faltan las canciones. Y a fe que estas pueden destrozarte aún más.