Por: Javier Capapé
El octavo disco de los zaragozanos Tachenko tiene un gancho indudable que atrapa desde su particular título. Muchas veces hemos leído que escuchar a Tachenko es degustar el mejor pop fresco, siempre acertados. Un grupo que cuida los detalles, cada una de sus palabras, pero sin soltar su cable a tierra. Que nos regalan escenas palpables, plagadas de realidad y con un regusto de clásico instantáneo a la par. Con esta maravilla vuelven a acertar el tiro, aunque podríamos decir que con un toque más pausado, como queriendo que disfrutemos de cada melodía con mimo, como el que ellos le han impreso. No resulta adecuado decir que Sebas Puente y Sergio Vinadé han madurado porque, como bien dice Miqui Puig en la hoja promocional del disco, simplemente "se han hecho más viejos, en el sentido de la sabiduría adquirida entre risas, copas y besos de amigos". Y ahí está la clave, estas diez canciones están llenas de sabiduría de la que importa, de la que se adquiere con la experiencia, de la que impregna cada verso de aquellos que saben lo que es una canción.
El ritmo baja en la mayoría de los temas presentados, pero estos no pierden su esencia pop y su frescura característica. Tal vez esta contención en las revoluciones venga heredada de su anterior trabajo publicado hace poco más de año y medio y que consistía en una revisión en clave acústica de algunos de sus temas más relevantes. Algo ha quedado de esa experiencia a cuatro manos entre los surcos de estas canciones, pero indudablemente les ha sentado muy bien, porque expresan más delicadeza que de costumbre sin perder su facilidad para la palabra adecuada ni sus fantásticos paisajes sonoros. Vuelve a aparecer una pregunta por nuestra cabeza al escucharles y es aquella que nos hacemos sobre si los temas que tenemos entre manos estaban ahí antes, porque Tachenko consiguen que su familiaridad se instale en nuestra conciencia y todo en ellos nos parezca conocido a la vez que nuevo. Y también vuelve a sorprendernos lo perfectamente que encajan las voces de Sebas y Sergio pareciendo un único intérprete que nos presentara sus diferentes estados de ánimo conforme avanzan sus lecturas de forma individual. Creo que no hay ningún grupo en el que canten varios de sus músicos en los que sea tan fácil confundirlos como ocurre en este caso, porque todo entre ellos viene gestado como si de uno se tratase y el resultado presente nos constata una vez más ese gran don simbiótico.
Difícil escoger una favorita entre estas canciones, aunque hay momentos inspiradísimos que llevan consigo la solidez de una carrera bien asentada junto a su gusto por los detalles más minuciosos. Las guitarras suenan mucho más limpias que en otras ocasiones para dejar entrever todos los pormenores de sus interpretaciones y los arreglos, en general, apuestan por el menos es más. Desde la apertura semi acústica de "Gafas de Sol" hasta el himno final de "Los listos", Sergio Vinadé y Sebas Puente recorren con sus escuderos Alfonso Luna y David García "Libi" múltiples estados de ánimo que reflejan ante todo el paso del tiempo y la cotidianeidad más añorada. Ésta es precisamente la clave de "Domingo de resurrección", que también se deja ver en "Rápido", donde su letra se graba en nuestro interior y tiene el poder de recordarnos a cada uno de los oyentes algún pasaje de nuestra historia en primera persona ("Rápido, olvídate de esta canción y de que te pude querer lo que no está escrito. Rápido por las palabras a traición, porque ni siquiera yo sé lo que necesito"). Con "Los estilos" se marcan un desarrollo final casi psicodélico, fascinante, que podría alargarse indefinidamente y nos haría eternamente felices, pero que ellos saben pararlo en el momento justo de excitación para dejarnos con ganas de más y continuar con el pildorazo pop que es "Suave conmigo". "Justo y necesario" nos ofrece el número más contundente de la colección, con guitarras aceleradas y fuerte pegada, otra de las cosas que cuando quieren los zaragozanos lo hacen mejor que nadie, arrastrando a todos hacia el clímax, pero midiendo perfectamente los impulsos emocionales. Con ella nos dan una lección que muestra una idea sencilla, pero muy bien elegida para hablar del carácter imperante en las relaciones humanas, insistiendo en ese concepto preclaro de que todos "somos climas áridos".
El uso del teclado, presente con sinuosas pinceladas en muchos temas del disco, le da un toque menos melancólico de lo que podría ser "Dos extraños", y en "Los Santos Protectores" el clasicismo de los sesenta dibuja una sonrisa en nuestro rostro antes de que llegue "La pena capital" a modo de balada reflexiva con otro estribillo de los que nos hablan directamente al oído, hecho a medida de cada uno de los oyentes. Y así llegamos a la despedida con "Los listos", otro himno de los maños que funciona como plegaria para intentar que esto no se acabe, que la música siga al igual que el mundo gira ("No pongas en mis manos lo que no pueda manejar; ahora que todo sigue igual, para que todo siga igual"), porque todos querríamos quedarnos a vivir entre estas canciones un poco más. Grabado en los estudios El Cariño por su antiguo camarada Edu Baos y mezclado por Luca Petricca, con quien Sergio Vinadé confiesa que ha tenido una conexión especial, "El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje" es otra fantástica colección de melodías pop y versos directos con los que ser un poco más felices, con los que hacer magia y elevarnos, pero donde nuestro vuelo sí que se acompañará de un placentero aterrizaje.