Por: Àlex Guimerà
Uno se da cuenta de que se hace mayor cuando acude a un concierto revival de unos clásicos que sólo llevan diez años en el mercado musical. Eso es lo que sucede con MGMT, ya que a pesar de tener cuatro discos, y presentar su último "Little Dark Age" (18), el público acude a sus conciertos, no nos engañemos, para rememorar sus hits del "Oracular Spectacular", fechado en el 2008.00
Y es que lejos nos queda ya cuando los anteriormente conocidos como The Management aparecieron a lo grande con sus potentes singles y fueran señalados por algunos inconscientes como la banda del futuro. Si bien con su segundo álbum "Congratulations" (2010) fueron injustamente olvidados, a pesar de regalarnos un disco de perfecta orfebrería psicodélica pop. Tres años después ya nadie se dio cuenta de que sacaban su tercer y homónimo álbum, en el que ciertamente perdieron mucha de su chispa con unos temas confeccionados con patrón electrónico.
Ahora, tras un lustro de silencio han vuelto con "Little Dark Age", en el que han encontrado un nuevo camino tan imprevisible como desconcertante como es el del synth pop. Si bien es un disco para nada despreciable, da la sensación de que quien lo hace está más capacitado para otros derroteros artísticos.
Con este historial se presentaron los de Connecticut en un abarrotado Hivernacle del Poble Español capitaneados por Andrew Vanwyngarden (voz, guitarra y teclados) y Ben Goldwasser (teclados y voces), secundados por Simon O'Connor( bajo), Will Berman (percusiones) y el multinstrumentista James Richardson, en la vuelta a nuestro país tras su paso por el Mad Cool el verano pasado.
Tras llegar al recinto esquivando un laberinto de calles cortadas por el Rally Costa Brava, por megafonía se avisaba del retraso del directo por problemas técnicos con los ordenadores, una espera que dio entrada a los cinco músicos de la banda que sin mediar palabra atacaron "Little Dark Age", antesala de una temprana "Time To Pretend", quizás su mejor canción con esa mezcla explosiva de melancolía y euforia. El público abarrotado ya estaba vibrando.
Si bien la banda y el sonido funcionó a la perfección, el regusto fue agridulce ya que los cambios de género eran notables, pues los temas de sonido psicodélico de aromas sixties como "Flash Delirium" o la pinkflodiana y larga "Siberian Breaks" contrastaban demasiado con el nuevo material que presentaban como son "When You Die", "James" o "Me And Michael" que evidencian un influjo de los primeros Pet Shop Boys (descarado en la última). Los saltos de los coros sunshine pop, acústicas, arpegios de guitarra y otros efectos caleidoscópicos chocan demasiado con los ritmos sintéticos y las melodías para hombreras y chaquetas tejanas.
Pero pongámonos positivos, ante una música repleta de matices sonoros, la banda logra sonar francamente bien, con buenos efectos, segundas voces y mucha pulcritud, con el quinteto trabajando los teclados, guitarras, sección rítmica y con una garganta de Andrew que estuvo a la altura de los discos. Lo anterior se junta con unas ganas de agradar y de hacer que el público se lo pasara bien que sí transmitieron. Especialmente en "She Works Out Too Much", donde Andrew interpretó rodando en una bicicleta estática con unos divertidos videos sobre fitness a sus espaldas, o cuando invitó a una fan a subirse al escenario para enfundarle la guitarra y acabar haciendo unos desacomplejados bailes con "TSLAMP". Pero donde más se pudo disfrutar fue con las mencionadas piezas de nueva psicodelia, arropados por unos videomontajes multicolor, y con los temas del debut de la banda como la gloriosa "Weekend Wars", las marchosas "Electric Feel" y "Kids" ante todo el desenfreno de la audiencia y los pertinentes""lo-lo-lo lolo lo ló" y la final "The Youth", desplegada con todo su triunfalismo y una juventud que cada vez lo es menos.