Por: Amaia Santana
Desde mujeres que se han ganado el cielo a la tragedia de los CIEs, "Violética" (Marxophone, 2018) se antoja una especie de enciclopedia de la nueva canción asturiana que firma Nacho Vegas, una antología-alquimia donde confluyen lo político-social y su faceta más intimista y personal.
Cuatro años después de su último LP "Resituación", el cantautor regresa con doble álbum (triple en el caso de la edición de vinilo). Dieciocho canciones que transcurren sin embargo rápido, casi en un suspiro, intenso pero fugaz.
Vegas ha grabado de nuevo junto a la banda que conforman Edu Baos, Abraham Boba, Manu Molina, Joseba Irazoki, Luis Rodríguez y César Verdú; en el estudio de Paco Loco -con grabaciones adicionales en el Estudio Fase 4 de Gijón, por Carlos Stro y en El Cariño de Mozota, por Edu Baos-.
Inspirado en la figura de la gran Violeta Parra -soberbia la versión de "Maldigo del alto cielo" junto a Christina Rosenvinge-; la mujer es una de las protagonistas de su nuevo trabajo discográfico. El astur dedica asimismo una canción a la paisana y militante comunista Aida de la Fuente ("Aida", con ecos latinos de sello Violeta Parra). Además de la citada Rosenvinge, colaboran en este disco Cristina Martínez (Columpio Asesino) y Maria Rodés –sin olvidar al Coru Antifascista Al Altu La Lleva-.
Aún así, Vegas ha asegurado en varias ocasiones su temor a que tacharan este disco de feminista, algo que niega, si bien se considera "profeminista" e intenta "aprender del movimient", según afirma en una reciente entrevista.
La denuncia social y el posicionamiento político son manifiestos, como ya se evidencia en su carrera desde hace tiempo. Sólo que esta vez la política, la única por la que el músico asegura estar interesado, se proyecta desde el municipalismo.
Del folklore a la vanguardia, la gama de sonidos de "Vióletica" es prolija en matices, desde la intro eléctrica de "Crimenes cantados", con claros tintes The Jesus & Mary Chain y letra demoledora, en sentido homenaje a "muchas Sambas y muchos Mohamed". Pese a la monotonía tonal, contiene dardos infalibles: "Mientras haya un CIE abierto habrá un gobierno criminal".
El tema de apertura y melodía inquietante "El corazón helado" –poema de los hermanos maquis Caxigal-, comparte letras combativas cantadas con irónica candidez y coros armoniosos: "Para qué dejar vivir a fascistas criminales”"
"Bajo el puente de L’Ará" narra historias espeluznantes disfrazadas de triste cotidianidad, contadas con todo lujo de detalles y recursos estilísticos. Vegas se antoja un cronista que provoca escalofríos por medio de un susurro vigoroso.
Lamenta el cantautor la ausencia de himnos en nuestra época, mas se atisba al menos un intento epinicio en la hipnótica "Ideología", con ese coro que responde a la pregunta de Vegas ("¿Qué puedo hacer?"): "Tengo una conciencia y va a estallar…"
Con la misma afilada ironía que le caracteriza pero a un ritmo más bailable, también hay espacio para la cumbia ("Todos contra el cielo"), estilo que considera "el nuevo punk".
Se agradecen estos giros como contrapeso a temas tal vez demasiado fúnebres melódicamente, como se puede apreciar en la languidez de "La voz tomada".
Como en otros trabajos del asturiano, la melancolía que destila en ocasiones no es apta si uno se siente especial o fatalmente sentimental ("Las palabras mágicas"). Suerte que se arma de oportunas guitarras para salvar un posible exceso de vulnerabilidad; además de lanzar un mensaje alentador:"“Nunca dejes de buscar las palabras mágicas".
Sonoro y severo contraste de la dulzura apacible de "Un ejemplo de discreción" o "Ser árbol" (junto a Maria Rodés) a la irreverencia a dúo con Cristina Martínez (soberbia y seductora voz). El hombre sale bastante malparado, si no anulado, de esta dialéctica viperina.
Sorprendente vitalidad gospel -"¡Lucía, lucía el sol!"- en el canto de aire más pop "(Pasamos) El Negrón" y melodías siniestramente pegadizas como en la concluyente "A ver la ballena": Un buen canto a la estupidez y estupor humanos.