Por: Kepa Arbizu
Para una muy amplia mayoría de seguidores del rock americano The Jayhawks han representado, y representan, la banda sonora exacta de esa melancólica luminosidad tan arraigada en el género. Constituidos ya lejos de la bicefalia que marcó su primera gloriosa etapa, la marcha definitiva de Mark Olson, al margen de las inevitables consecuencias artísticas que supone el desmembramiento del cerebro compositivo, ahora dominado en solitario por Gary Louris, ha supuesto para el grupo la consecución de una estabilidad visible y expresada en dos trabajos muy diferentes pero de una calidad más que reseñable. El más actual, el recién editado "Back Roads and Abandoned Motels", a pesar de no contar con el peso suficiente como para desbancar a sus obras capitales, sí señala un fructífero y notable presente, honroso reflejo de sus mejores momentos.
Esta nueva grabación se fundamenta sobre una curiosidad, ya que pese a descansar la autoría de las composiciones en su líder, todas excepto dos fueron creadas originalmente en colaboración con otras manos y bajo la intención de ser interpretadas por voces ajenas, como fueron los casos de, por citar algunos, Jakob Dylan, Dixie Chicks o The Wild Feathers. Lo que podría ser entendido como una señal de agotamiento creativo, queda disipada dada la resolución obtenida, constituyendo un grueso de temas identificables plenamente con esa personalidad tan marcada y característica de los estadounidenses, en la que confluye una particular adaptación de la herencia de The Byrds, Big Star, o Crosby Stills, Nash & Young. Paradójicamente, esa cercanía respecto a sus tratados habituales será mucho más perceptible en este episodio, pese a su genealogía, que en su predecesor "Paging Mr. Proust", más dado a innovar en ciertas manifestaciones, no todas llevadas hasta el desenlace más deseable, dicho de paso.
Si dirigir hasta buen término el envite que supone retomar el control de canciones previamente entregadas tiene mucho que ver con el buen momento y la determinación en la que se encuentra la banda, igualmente esas capacidades, junto al -por habitual no menos elogiable- manejo musical, contribuyen a la viabilidad de ceder, sin ningún riesgo de alterar el resultado global, hasta en cuatro momentos la voz solista a otros componentes como Karen Grotberg o Tim O’Reagan. De hecho , y significativamente, es la inaugural "Come Cryin’ to Me" una de las seleccionadas para encomendarse a la amable tonalidad de la teclista. A pesar de que en ella encontramos una manifestación explícita de ese bagaje soul que los de Minneapolis guardan soterrado, manifestado aquí en bases rítmicas repletas de groove y una contundente presencia de metales, el grueso del álbum recurrirá a esos magistrales "trucos" que tan bien manejan y controlan. Eso no impide que asistamos a muy contados despuntes, como el rock and roll "fangoso" que asoma por "Backwards Women", inspirado entre la Creedence y los Stones aunque siempre entendido bajo esa tutela moldeada por la sensibilidad.
La prácticamente totalidad del resto de canciones se englobarán en ese territorio, ya casi mítico, cincelado por la banda a lo largo de su discografía y convertido en arquetipo del mejor sonido americano de pulsión nostálgica. La belleza compositiva que abarrota su carrera seguirá siendo incrementada con algunas de estas nuevas piezas, entre las que destaca la delicadeza que constituye un triptico encadenado formado por la esponjosa sobriedad de "Everybody Knows"; "Gonna Be a Darkness" y sus emotivos teclados o "Bitter End", de perfecta y compensada dramatización. Completarán ese hermosísimo conjunto las pinceladas que aportan la desnudez expuesta en "Need You Tonight"; un incremento en el juego de ambientaciones con la etérea y bucólica, en consonancia con su título, "Birds Never Flies", o uno de los temas creados expresamente para la ocasión, "Leaving Detroit", majestuoso en su capacidad de canalizar lágrimas y sonrisas.
The Jayhawks han asumido con sabiduría que su camino no podía parapetarse exclusivamente tras imágenes relacionadas con el pasado, más todavía cuando éstas demostraban empíricamente el serio riesgo de convertirse en una rémora. Su nuevo álbum demuestra, con éxito, el acertado empeño por inscribir su identidad en el presente, manteniendo su puesto de maestros a la hora de iluminar -a base de cálidos riffs y tiernos coros- las carreteras secundarias y los moteles abandonados, hogar, simbólico o no, de todos los anhelos y nostalgias que acumula el ser humano.