Valdebebas-Ifema, Madrid. 12, 13 y 14 de julio del 2018
Texto: Oky Aguirre
Fotografías: Andrés Iglesias
La primera bofetada nos la llevamos después de las dos horas, con sus 38 grados, que nos costó llegar al recinto; nos habíamos ganado una cerveza, lástima que la camarera más antipática de Europa nos dijera que no tenía cambio. Así comenzó el primero de los disparates de un MadCool que quería crecer en importancia cuando lo que ha hecho es engordar sus arcas, durante tres días y encima delante de las narices de 200.000 personas. El encanto que puede tener un festival de estas dimensiones se desvanece cuando lo que predomina es el "todo por la pasta"; el "Take the Money and Run" de Steve Miller. La decisión de ampliar el aforo y cambiar la Caja Mágica, perfectamente conectada con el centro de Madrid y más accesible que el Ifema, no parece que se deba a una inquietud únicamente cultural. Si el año pasado fuimos testigos de la tragedia de Pedro Aunión –representado por un pabellón como homenaje de la organización- en este muchos pudimos asistir al conato de otra, cuando Massive Attack decidió cancelar su actuación, en un escenario hervidero en forma de túnel llamado "The Loop" que según pasaban los minutos se abarrotó, hasta que a las 3:15, y después de hora y media de espera, se decidió poner el anuncio de cancelación organizativo. Reconozco que pasamos miedo, ya que no se podía entrar ni salir, entre gritos enfurecidos y lanzamientos de vasos al escenario. Por lo visto la culpa era de Franz Ferdinand, que estaban dando un conciertazo en el escenario "Madrid te abraza", lo cual los amos del trip-hop no estaban dispuestos a compartir. Esto es lo que se llama un 2x1: mientras esperas un concierto te pierdes otro.
También me imagino la frustración de algunos al haber pagado 90 euros y no haber llegado a ver a Eels en su aparición rockera con "Out in the Street" de los Who seguido de un delicioso homenaje a Prince con "Raspberry Beret", en un concierto perfecto con canciones para ver caer el sol, presentando su último disco "The Deconstruction" con temas actuales como "Today is the Day" pero dando importancia a sus juguetes como "Novocaine for the soul", "My beloved monster", "I like Birds" o "Fresh Blood", aunque a mí me faltaron temas más dulces como "Fresh Feeling".
Antes pude gozar con la electrónica de unos chinos llamados Re-TROS, que en el escenario cerrado "Thunder Bitch" –uno de los 7 que había en un espacio de 18 campos de fútbol- tres portentos bordaron un concierto sin respiro; un batería incombustible a lo Keith Moon, una muchacha de porcelana, endemoniada con los teclados y un líder con guitarra dominando mil sonidos. Un poco lo contrario que los Fleet Foxes, cuyas melodías se disfrutan más en la intimidad que en un escenario principal. Luego me di una dosis de soul con Durand Jones and The Indications, muy rollo Earth, Wind and Fire con sus vientos y actitudes Curtis Mayfield; Tame Impala estuvieron con su colorido rollo psicodélico, lanzando hasta confeti, pero la sorpresa que me llevé con Yo La Tengo, casi lo mejor del primer día. Era imposible irse a otro sitio mientras veías a tres personas tan implicadas en hacer buena música, canción tras canción, destacando una Georgia Hubley en la percusión, que me recordaba a Moe Tucker de la Velvet. Después llegó Pearl Jam.
Para los que hayan visto a estos tipos de Seattle alguna vez, puede que haya sido otro concierto más. Para muchos fijo que ha sido uno de los conciertos de sus vidas, incluido yo. Sobre todo en lo que significa un puto concierto de rock: cuatro tíos comprometidos con sus canciones y con pasarlo bien, vital y emocionalmente. Los Pearl Jam hablaron con su repertorio. Hay pocas canciones que perduren tan bien como "Jeremy" y hay pocos grupos que las sientan como ellos, como si fuera una celebración, con un Eddie Vedder desatado y las guitarras de Gossard y Mike McCready enseñando que la cosa no va solo de aporrear y hacer sonar, sino de transmitir y hacer llegar. La furia y trascendencia de sus temas no ha perdido sino que ha reafirmado a los de Seattle como una banda ya legendaria en sus directos, sin rubor de situarles al lado de unos Led Zeppelin o AC/DC. "Even Flow", "Mind your Manners", "Do the Evolution", "Better Man" o "Porch" lo demostraron. Entre idas y venidas de Vedder bajando a saludar al público y unos cuantos brindis con botella incluidos, hubo un momento especial cuando salieron Bardem y Tosar en las pantallas gigantes con un mensaje contra la violencia de género, anunciado en castellano por Eddie, que dedicó a "todas las mujeres". El final vino con unos apoteósicos "Black" y "Rearviewmirror", joyas que dignifican el rock, cerrando precisamente con uno de sus himnos, "Rockin´in the Free World" de Neil Young.
Quería rematar con Justice, pero me fue imposible ya que ese siniestro "The Loop" estaba lleno hasta por fuera, en otra absurda elección de la organización en ubicar a artistas en escenarios pequeños cuando requieren más espacio y visión.
Viernes 13
Mejorando bastante respecto al día anterior, llegué justo con White Buffalo, al que con su country-rock californiano se le oía desde la entrada y que ya de cerca pude comprobar su dominio para alternar el folk más suave con las canciones más contundentes, muy a lo Bob Seger. Todo esto pasaba cuando comenzaron At The Drive In, aquella banda hardcore de los 90, que se pegaron un fiestón delante de todos nosotros, con una energía, sobre todo de un poseído cantante, que ya quisieran algunos jóvenes.
Antes de Jack White, me pegué una buena hora con dos grupos de chicas londinenses: The Big Moon, unas poperas bastante punks que bordaron una cover de Bonnie Tyler, y Goat Girl, mucho más sucias y rockeras, con violinista incluida. Aunque para chicas, la espléndida Nuria Graham, que me dejó pasmado; no sabía que teníamos una Courtney Barnett española, porque esta chavala de 22 años tiene un talento que se palpa y siente, haciendo de ese sonido lo-fi algo muy personal. Mientras esperábamos al ex líder de los White Stripes, pudimos presenciar unos cuantos temas de Snow Patrol y sus melodías impecables.
Sabíamos que con Jack White lo de hacer fotos iba a estar jodido, pero no tanto, sobre todo para la prensa, que lo más cerca que pudo acercarse es a cien metros, por decisión del músico, auténtico triunfador de la noche, muy por encima de los Arctic Monkeys, relegado a un escenario menor por cuestiones mercantiles que todos conocemos y que en otras épocas indie dominaba el de Detroit con sus colores rojo, negro y blanco. En cambio, Jack White ahora es azul y ha venido para salvarnos de músicas pretenciosas y hacer que el blues y el rock perduren y evolucionen. Por eso puede afrontar un concierto del que se esperan las más grandes expectativas, que siempre cumple, y crear temas que ya son una incómoda revolución como "Over and Over", "Corporation" o el que sonó más glorioso "Connected by Love". Aunque lo que más se recordará fue su tremendo final, encadenando "Hardest button to button", "Ball and Biscuit" y el ya histórico "Seven Nations Army" de sus Stripes, de cuyo repertorio incluyó una emocionante y maravillosa "We´re Going to be Friends" que para mí fue lo mejor de todo el festival.
Con los Arctic Monkeys me pasó lo que ya me temía; no los soporto. Y eso que lo intenté, pero me rendí cuando víi a Alex Turner vestido como nuestro amado Nick Drake. Menos mal que terminé la noche con Alice in Chains, a los que prometo ver otra vez. Después pasó lo de Massive Attack. Espantoso
Sábado 14
Hurray for the Riff Raff me supuso una agradable bienvenida, con un folk-rock y armonías doo woop acojonantes. Esta portorriqueña tiene un proyecto que hay que seguir. Se alternaba con el simpático gordito que es Rag´n´Bone Man, que con su banda y su vozarrón llenó de pop y soul el Mad Cool Stage, en el que pudimos escuchar su impresionante "Human".
Si el año pasado mi grupo favorito fueron las Deap Vally, el lugar en 2018 lo ocupan Kaleo; cuatro islandeses y seguro que colegas de la infancia, que hacen un blues rock más americano que la estatua de la Libertad. Me quedé acojonado de todas las canciones y del pibonazo de cantante, que unas veces silbaba dulcemente y otras parecía estremecer. Algo de eso le falta a Jack Johnson, un poco de energía y menos buenrollito o no repetir siempre la misma canción, aunque su concierto tuvo buenos momentos gracias a la compañía de un descojonante teclista y la visita de los Portugal The Man.
Demostrado quedó que los Queen of The Stone Age son unos grandes, siendo poseedores de unos temas eléctricos con un sello inconfundible pero que suena algo repetitivo y muchas veces monótono y predecible. Y que los Black Rebel Motorcicle Club no son aquel grupo que nos sorprendió por su fuerza sino unos auténticos plomos.
Con Depeche Mode queda patente que lo viejo aún tiene tirón. Ver a Martin Gore, Andy Fletcher y sobre todo a Dave Gahan, esa mezcla entre Freddie Mercury y Mick Jagger con voz de barítono y movimientos de pájaro, desarrollando toda una lista de canciones imperecederas, con una media hora principal impecable, nos dejó una buena sensación en el cierre de un festival que ya hoy mismo estamos olvidando.