Por: J.J. Caballero
Había tardado demasiado tiempo el gran "Pitos", la voz mítica de 091, en aventurarse a facturar un producto discográfico bajo su propio nombre. José Antonio García ha decidido firmar así por fin un primer álbum que en realidad no es tal. Sabidas son sus aventuras previas al frente de Sin Perdón, una banda muy valiosa que como suele ser habitual no encontró el eco que merecía, o Guerrero García, proyecto atractivo junto a uno de los socios que figuran en el actual disco como coautores. Era predecible, por justicia, que a lo largo de todo este tiempo y tras la maravillosa maniobra de resurrección de la banda que lo hizo grande y que lo llevó de nuevo a girar por todo el país de forma más que exitosa, agrupara una serie de canciones propias o en colaboración con otros que pudieran desembocar en un trabajo similar al aquí reseñado. Ya era hora. La alegría al escucharlo es sencillamente desbordante.
La alianza ya fructífera con El Hombre Garabato en el EP "Cuatro tiros por cabeza" demostró una vez más que a García la banda en cuestión le venía como anillo al dedo. Por actitud, proximidad musical y juventud, él mismo reconoce que fueron algo así como la horma de su zapato. Además, Nicolás Hernández y Óscar Gallardo, el núcleo creativo del grupo, se erigen como los compositores de cabecera (ayuda el gran trabajo de producción de Pablo Sánchez) de un proyecto bautizado "Lluvia de piedras" y convertido en un antes y después en la discografía del cantante. A estas alturas no puede ni pretende esconder la profunda huella que el boogie rock de Dr. Feelgood dejó en su corazón de adolescente, ni el empuje del punk primigenio granadino que lo llevó a liderar con su voz desgarrada a los seminales TNT. En ambos afluentes básicos se baña para cuadrar perfectas piezas de garage sesentero como "Todo puede ser peor", rocanroles de manual como "Fuego" o pop clásico de guitarras como "Ángel de mis demonios", una de las dos letras que firma junto a la de "Tiempo perdido", tras cuya escucha la pregunta es por qué no se ha prodigado más como escritor. El disco es una verdadera delicia donde se conjugan enormes melodías comandadas por el hammond en "Se puede ver el final" con otras que podrían incluirse en un hipotético nuevo disco de 091 (ser el portavoz de los versos dolientes de José Ignacio Lapido durante tanto tiempo tiene que dejar rastro indefectiblemente), tal es el caso de "Lo llaman suerte". "El viento sopla a mi favor’ puede que sea el tema de más marcado carácter melódico, junto a la poderosa balada ‘Cuando yo no esté", el bálsamo sentimental perfecto para un trabajo que se pasea por temáticas habituales (el inevitable paso del tiempo, los vaivenes de cualquier relación sentimental o una mínima pero elocuente dosis de crítica social) en cualquier canción que pretenda tocar el corazón a un nivel menos superficial.
De las intenciones y el momento actual de José Antonio García habla bien a las claras su valentía al versionar a una banda olvidada que tuvo cierta relevancia en los círculos punk de Jaén y alrededores, sus admirados Conservantes Adulterados, a los que recuerda con suma energía en una inesperada "Situación límite", por lo que casi se podría asegurar que ahora, con la sabiduría y la asunción del bagaje que da la edad, está mucho más próximo al grito, al vómito emocional que provoca una voz sabia, maleada positivamente por los años y desbordante de personalidad. Esta "Lluvia de piedras’" empapa hasta los huesos y deja una sensación de regeneración necesaria, en la que las plantas milenarias reverdecen a un nuevo mundo, que es el viejo pero con otros vientos que lo muevan. Uno de los discos del año y un músico al que aún le quedan muchas cosas por hacer.