Por: Jesús Elorriaga
Es complicado desprenderte de un legado que siempre te acompañará, aunque aquello ocurriera hace más de treinta años y la aventura durara poco más de cinco. Esa ha sido la sensación, o losa, que parece haber acompañado a Johnny Marr (Ardwick, Manchester, 1963) desde que The Smiths se separaron allá por 1987. Y es que las comparaciones con Morrissey, su némesis y socio en la banda mancuniana, son más que odiosas. En la trayectoria paralela de los dos músicos parece que los éxitos y alabanzas los ha acaparado sobre todo Moz. Y con justicia, ya que ha colocado algunos discos dentro de los mejores de la historia del pop rock británico. En cambio Marr siempre ha permanecido en un discreto segundo plano mientras trabajaba con The Pretenders, The The, Electronic (con Bernard Sumner, de New Order) o los maravillosos Modest Mouse, entre otros. Se desenvolvía donde más cómodo se ha sentido siempre, con sus guitarras y su armónica, en la retaguardia estrictamente musical, alejado de las batallas de la primera línea mediática.
Por eso resulta curioso que debutara en solitario hace tan sólo cinco años. Su primer disco, "The Messenger", y el segundo trabajo, "Playland", publicado al año siguiente, confirmaban lo que venía haciendo con The Cribs y otras colaboraciones más recientes: Las ganas de establecer un discurso musical propio, reconocible y sobresaliente. Lo ha logrado definitivamente con su tercer disco, "Call the Comet" (New Voodoo, 2018), donde los 12 temas suenan cuidadosamente elaborados, contundentes y, a la vez, muy personales. En ellos podemos reconocer al músico que sentó las bases del britpop y que, además, no se ha quedado a vivir de aquellas rentas sino que ha sabido absorber todas las influencias adquiridas en estos años fogueándose como actor de reparto en la escena.
El disco empieza con ganas de agradar: "Rise" suena a himno generacional a las primeras de cambio y "The Tracers" te atrapa con sus coros y ese bajo penetrante. Incluso se permite guiños explícitos a The Smiths como en el tema más redondo del disco, “"Hi Hello" (por algunos momentos parece que se va a arrancar con el "There Is a Light That Never Goes Out") y, sobre todo, "Day in Day Out" (¿Sonarían así si volvieran?- se pregunta uno, ingenuamente). Por otro lado, "Walk Into the Sea" sorprende que haya sido el primer adelanto del disco ya que es una composición de un gusto exquisito, con esa progresión bañada de reverbs que te llevan por oscuras y bellas atmósferas.
Marr no se olvida de enganchar a la gente con energía y estribillos pegadizos, como la animada "Bug" o "Hey Angel", que podía haber sido un hit del injustamente olvidado "Stars of the CCTV" de los Hard-Fi. Con "Actor Atrtactor" nos lleva firmes por una línea marcada por ese continuo ritmo motorik, y cuyas guitarras afiladas en trémolos serpenteantes y ambientales recuerdan los trabajos estilísticos de coetáneos como Paul Weller en su "Sonik Kicks". Ese espíritu new wave también está presente en temas como "Spiral cities" o "My Eternal", donde el maestro se retroalimenta en un viaje al espíritu post-punk que tanto le marcó y que sigue identificando a muchas bandas actuales. Como buen narrador de canciones, el de Manchester cierra el disco con "A different gun", un guiño a la línea marcada por los dos anteriores trabajos en solitario.
Johnny Marr nos confirma en "Call the Comet" que le queda muy bien el traje de protagonista y que, además, sigue siendo capaz de hacer muy buenas canciones, con una voz particular para situar su sensibilidad musical en un contexto político bastante adverso pero, desde su punto de vista, esperanzador.