Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid. Martes, 10 de julio del 2018
Texto y fotografía: Oky Aguirre
Todos estábamos nerviositos; se nos notaba. Habíamos oído, visto y leído sobre "American Utopia", lo último de David Byrne, otra vez con Brian Eno, después de casi quince años. Lo que no sabíamos es que asistiríamos a uno de los conciertos más sorprendentes y extraordinarios de nuestras vidas, sobre todo porque nunca se nos ha planteado un concierto así. Escenario totalmente vacío; sin instrumentos, sin cables, adornado tan solo por enormes cadenas, conformando un espacio cerrado que solo era llenado por la música de once instrumentistas-actores, cada uno con su "trabajo" a cuestas colgado, realizando un milimetrado papel en dos horas de lo que casi más que un concierto fue una representación espiritual de la música, de la de este escocés nacido para ella y que sin él nos habría faltado siempre algo. Con su pelo blanco de científico loco, Byrne comenzó con "Here”", sentado en una silla y con un cerebro en su mano, como explicando de dónde viene todo, de "sonidos que tu cerebro tiene que comprender", que al final no son más que sentimientos.
A partir del "Lazy" –joyita dance del anterior "Grown Backwards"- y entre bocas abiertas y palmas entregadas, fue un no parar. Tanto para ellos como para nosotros. Pocos artistas pueden fanfarronear de su repertorio, y David Byrne es uno de ellos, amasado durante años desde sus inicios punk en 1977 –sus Talking Heads telonearon a los Ramones en el CGBG neoyorquino- y destacando en cada una de las décadas hasta nuestros días, ya fuera como cantante, productor o apasionado en la búsqueda musical, creando un sello clave de la World Music, Luaka Bop.
De su admirable último trabajo pudimos comprobar que está en forma, gracias a sus bailes con saltitos en plan Jack Sparrow, y que sigue maravillosamente desafinando, teniendo en todo momento controlado un auténtico vendaval de música y músicos sin parar un segundo –hubo un pelirrojo fantástico que bailaba el "Vogue"-. Memorables "Everybody´s coming to my house" y "Dance Like This", con ese saborcillo a "Pale Blue Eyes" de la Velvet, y un "Bullet" cargado de ira contenida hacia la estupidez de las armas, pero me encantaron su "Everyday is a Miracle", con su estribillo inconfundible y un "Dog´s Mind" delicioso.
Aparte de su famoso "I Should watch TV" que realizó hace años en un disco con St. Vicent y "Toe Jam" con FatBoy Slim, lo inolvidable fueron todos sus temas con los Talking Heads. Desde sus ya reliquias "I Zimbra", "Blind", "The great curve" o "Slippery People", pasando a momentos ya gloriosos como su interpretación del "Burnin´Down The House", con guitarra acústica en plan Kinks o la vuelta que le dio a una de sus más preciadas creaciones, un "Once in a Lifetime" en plan "spoken" que los más de tres mil nos llevamos para nuestras casitas, no sin antes de unos bises con un "Dancing Together" y sobre todo con su final reivindicativo en su cover de Janelle Monáe "Hell You Talmbout"–por cierto reseñada en El Giradiscos hace unos días-. Nos fuimos aún nerviositos pero llenos de gloria, con esa sensación de haber visto algo que sólo te pasa "una vez en la vida". Fue en Julio de 2018 en el Jardín Botánico Alfonso XIII. Fue David Byrne.