Parc del Fòrum, Barcelona. 12, 13 y 14 de julio de 2018.
Texto y fotografías: Blanca Solà
Texto y fotografías: Blanca Solà
Lo que diferencia el Cruïlla del resto de festivales es la miscelánea con la que se vive cada edición. Distintos estilos comparten escenario y conviven con un público fiel y heterogéneo. Esta vez, además, contamos con un día más, el jueves 12 de julio, donde el bluesman Seasick Steve, el cantante Jack White de The White Stripes y el cantante aragonés Bunbury fueron los encargados de inaugurar el festival con sus fieles seguidores.
El segundo día pudimos disfrutar de un éxito sublime en cada directo. N.E.R.D, encabezado por Pharrell Williams, se encargó de hacernos bailar a ritmo de hip hop, funk y rock. El resto de miembros de la banda, Chad Hugo y Shay Haley, también animaron a sus fans hasta el punto de haber, encima del escenario, algunos de ellos bailando al son de sus bases. Los audiovisuales del trío también estuvieron presentes en un escenario, Estrella Damm, que destacó por su marina y espléndida decoración. Y como no podía ser menos, la banda iba acompañada de brillantes bailarinas y bailarines. Cantaron su último éxito "Lemon" (originalmente interpretado con Rihanna) y versiones que tenían como base las reconocidas canciones "Seven Nation Army" de The White Stripes, su exitoso "Get Lucky" (colaboración con Daft Punk) o "Hollaback Girl" de Gwen Steffany.
Justo unos segundos después del final de N.E.R.D tocaba el turno de LP en el escenario Cruïlla enamora. Y no pasaría desapercibida. Su voz y ella destacaron por una inmejorable actuación. La afinación de sus agudos era envidiable. Un sonido delicado y romántico en cada nota, en cada sonido. "Into the wild" con sus silbidos impolutos y el ukelele entre sus brazos, "When we’re high" y su ritmo característico y "Lost on you" su mayor éxito fueron algunas de las maravillas que interpretó con un profundo sentimiento. Su banda la arropó en todo momento y se notaba una compenetración perfecta. Un buen final; tiró su armónica al público y recibió un globo de helio en forma de barco, como su reconocido tatuaje en el pecho. Grande Laura Pergolizzi.
Prophets of Rage se encargó de transportarnos a las raíces de Rage against the machine, Cypress Hill y Public Enemy con los componentes de la banda. Con la camiseta del F.C. Barcelona como uniforme, fueron protagonistas de grandes momentos como el solo de guitarra que se marcó Tom Morello (RATM) con los dientes mostrando la parte trasera de su guitarra con el mensaje "Fuck Trump" y, en una segunda ocasión con "Catalunya lliure". Pudimos escuchar con mucha fuerza "Testify", "Fight the power", "Freedom" y "Killing in the name" donde el público acabó de enloquecer.
Y del rock más enfurecido viajamos al pop más empedernido. Lori Meyers nos esperaba en el escenario Time Out. ¡Y qué espera! Los años van pasando y la puesta en escena va mejorando notablemente. Los audiovisuales marcaban el ritmo y la temática de cada canción que sonaba. Luces, collages e imágenes minimal enmarcaban el fondo tras la banda. "Evolución”" fue su tema inicial como crítica a la actualidad. "Mi realidad", "Luces de neón", "Emborracharme" o "El tiempo pasará" estuvieron en boca de todos sus fans mientras bailaban sonrientemente. Aunque el verdadero momento fanático fue con"“Tokio ya no nos quiere", el himno de sus comienzos que solo los amantes de sus primeros discos tarareamos y reconocimos con la primera nota. Bonitos recuerdos. Al final del concierto, Noni agradeció la acogida y esperaba volver muy pronto a Barcelona. Todos saludaron a su gente y nos regalaron momentos de complicidad con la ansiosa primera fila.
Algunas de las últimas actuaciones estuvieron protagonizadas por The Last Internationale que dejó su marca rockera, mientras Damian Marley se movía a ritmo de reggae con canciones como"“Could you be loved". Y todavía quedaba un sábado que nos dejaría a todos con la boca más que abierta.
Sin duda, el directo estrella por excelencia del 14 de julio fue el de David Byrne. Nunca una actuación tan minimal podía cautivar tanto a la gente que estaba ansiosa por verlo o conocerlo. Con traje gris y sentado en medio del escenario, con una simple mesa y nada más, inició su espectáculo con "Here" y un cerebro en mano. El origen, el comienzo de un viaje alucinante. Sus coros lo acompañaban con movimientos continuos y vestidos con el mismo traje. Y eso que el calor era insoportable. Seguidamente y para el resto de canciones, fueron apareciendo el resto de componentes. Once músicos para ser exactos. Percusión, teclado, guitarra, bajo, voces y todo lo inimaginable estaban en ese escenario, en movimiento, con David Byrne como cabeza, pero sin dar menos importancia a su banda. Era impresionante como las coreografías, las sonrisas, los movimientos y las miradas hacían partícipes a cada uno de nosotros con ganas de subir al escenario y formar parte de esa bonita familia. Fue impresionante escuchar algunos de sus temas siendo solista como "Lazy" o "Everybody’s coming to my house" de su último álbum "American utopia" (2018). O algunas de las canciones de su anterior grupo Talking Heads; "Burning down the house" o "Once in a lifetime". Todos tuvieron un papel especial encima del escenario y la hora y media de show se nos hizo cortísima. Realmente, uno de los mejores conciertos en cuanto a puesta en escena y música jamás vistos en un festival.
Siguiendo con la puntualidad que caracterizó al Cruïlla, a excepción de Ben Howard que no quiso que su directo se solapara con el The Roots y lo atrasó media hora, el hip hop reivindicativo de la banda americana empezó en el escenario con fuerza y con todas las bases interpretadas en directo por los músicos. Ritmos noventeros para saltar y bailar con buen flow.
Sin olvidar las bandas nacionales, La M.O.D.A (La Maravillosa Orquesta Del Alcohol), septeto acústico de Burgos, nos animó a lo grande con su folk alegre con aires marineros y la voz rasgada de David Ruiz. Canciones de su último disco "Salvavida (de las balas perdidas)" (2017) y otras como su inolvidable "Nómadas" sonaron bien arriba para que sus fieles seguidores no olvidaran la esencia de la banda iniciada en 2011. Y, sin quererlo, llegó uno de los momentos más deseados de la madrugada: Justice. La electrónica del dúo francés rellenó de energía todo el espacio y los brazos de todos los asistentes estuvieron alzados sin fin. "Safe and sound" dio el pistoletazo de salida y fue empalmando con los grandes triunfos de la pareja. Era espectacular ver a los dos músicos, cada uno con sus mesas, mirando hacía un lateral y moviendo la cabeza al unísono. Las luces del escenario tambaleaban sin cesar como los cuerpos de todos los presentes. El festival consiguió temblar. "Genesis" o "D.A.N.C.E." fueron reconocidas desde el minuto cero y el ritmo no paraba. Pero el gran instante fue cuando los dos artistas se quedaron paralizados unos segundos, la famosa cruz del fondo del escenario se iluminó por primera vez y empezó a sonar "We are your friends". Culminación in extremis. Ahora ya podíamos descansar en paz.
Y si queríamos seguir con la tónica de la música bailable, el techno de los hermanos Paul y Phil Hartnoll, más conocidos como Orbital y su puesta en escena con las reconocidas luces en sus cabezas, no tuvo desperdicio. Nos hicieron disfrutar hasta el último minuto y los cuerpos pudieron y quisieron aguantar hasta el final.
Era el momento de decir adiós a una edición inolvidable y recordar, para siempre, los artistas que nos regalaron sus mejores notas, sus mejores canciones y sus maravillosas escenografías. Sin duda, un festival que engloba multitud de estilos y que mezcla dispares personalidades. Una tradición musical que, esperemos, nunca cambie.