Por: Kepa Arbizu
A los “mitos” musicales les adjudicamos el don de la inmortalidad debido a la capacidad que tienen sus obras para perdurar en el tiempo y en la memoria colectiva. Una capacidad simbólica que sin embargo en el caso de Wilko Johnson pareciera que se ha tornado casi en realidad, ya que si en aquel fatídico 2013 en el que fue diagnosticado de una enfermedad terminal su presencia física parecía irremediablemente llamada a desaparecer, un lustro después le seguimos teniendo entre nosotros y con dos álbumes publicados durante ese periplo. El último, recién editado bajo el nombre de "Blow Your Mind", demuestra además que el nervio rockero palpita todavía desbocado en el que fuera componente esencial de Dr. Feelgood, banda pertrechada de una desbordante personalidad convertida posteriormente en un estilo referencial.
Vista ahora aquella colaboración, fechada hace cuatro años y que nos dejó boquiabiertos, junto a Roger Daltrey en "Going Back Home", y desde la perspectiva que nos ofrecen estas nuevas composiciones -tarea en la que no se sumergía el inglés desde hace treinta años-, se puede calificar aquel trabajo como un lujoso ensayo o paso previo para la consecución del actual. Su lógica pérdida de presencia allí, debido al necesario protagonismo compartido adoptado en la participación con el cantante de The Who, ahora se transforma en una huracanada y radical muestra de su personalidad, en la que se incluye por encima de todo sus afilados riffs de guitarra y el gusto por un sonido no exento de palpitar rítmico. Para dicha consecución, la ayuda primordial parte de los habituales componentes de su grupo, integrado por el bajista Norman Watt Roy, camarada de correrías desde los años setenta tras su encuentro en The Blockheads, y el batería Dylan Howe. Cierra la alineación Dave Eringa como productor heredado de su anterior álbum.
Resulta imposible imaginarse un creador, sean cuales sean sus virtudes, que frente a una situación tan excepcional como la vivida por Wilko Johnson ésta no deje una huella claramente reconocible en su obra. Evitando escenas lacrimógenas baratas o sentimentalismos laxos, el disco aparece marcado por la reflexión sobre el paso del tiempo y su acechante sello, ya sea aplicado explícitamente a su propio caso reciente como esparcido en otro tipo de historias y contextos, transmitiendo globalmente un ánimo de superación pero teñido de un halo melancólico. Estado emocional que sin embargo no implica un descenso en las revoluciones ni en la contundencia de la propuesta, a pesar de que el inicio del álbum se escenifique con la tensión contenida de "Beauty", que no invisibiliza aun así esos característicos ritmos sincopados y afilados. Unos que alcanzarán toda su expresividad, remitiéndonos al legado de Dr. Feelgood pero también al de su estancia junto a Ian Dury, en la machacona "Tell Me One More Thing" o en "That's The Way I Love You", que se balancea con la adaptación del deje clásico "rockandrollero" a lo Chuck Berry. La agitación tribal, con ese copyright adscrito a Bo Diddley, con el que se comporta el tema homónimo o un rock más recogido, como adelanta su propio título "Take It Easy", pero en el que vibran esos contagiosos empellones marca de la casa, dibujan el perfil de un Wilko Johnson claramente reconocible, moldeado con variados extractos musicales y en estado de gracia.
La inmersión en esa faceta escorada hacia el blues que históricamente siempre ha alimentado de manera copiosa la expresión musical del británico, en esta ocasión hará las veces de camino por el que acercarse a ciertas ambientaciones más intimas y reflexivas, por mucho que eche por tierra dicha teoría una acertadísima "Marijuana", dirigida por el ímpetu absorbido de Howlin' Wolf, o el rotundísimo boogie de "I Love The Way You Do".
Frente a ellas, la oscura "Low Down", armada bajo un fraseo recitativo susurrante, o "Lament", que no necesita de voz para constituir su impactante mensaje, imponen un deceso en esa pegada directa que predomina en un disco que, tal y como demuestran los tres rostros desafiantes de su portada, utiliza la presencia de la muerte y el siempre caprichoso trascurrir de los días para hacer una vindicación de la vida entendida como esa pulsión eléctrica que a veces, solo a veces, es capaz de causar el milagro, también el de reencontranos con un Wilko Johnson en su máxima expresión.