Sala Razzmatazz, Barcelona. Lunes, 4 de junio del 2018
Por: Àlex Guimerà
El segundo larga duración de Travis fue un auténtico hito en las Islas Británicas pues alcanzó el número uno de las listas de 1999 y supo conectar con un determinado sentimiento adolescente en una época en la que se habían apagado las luces de la escena del Brit Pop. Fue entonces cuando los Fran Healy, Andy Dunlop, Dougie Payne y Neil Primrose apostaron por unas canciones en las que la melodía brillaba más que nunca pero que nos la mostraban envuelta en una preciosa melancolía de toques románticos.
Muchos fuimos los que vivimos el álbum en nuestra juventud y conectamos con sus canciones para transitar con ellas en una etapa de la vida que ya no volverá. Por suerte, y a modo de auto homenaje - tal y como vienen haciendo otras bandas como por ejemplo los Ocean Colour Scene con su "Moseley Shoals"-, Travis nos han devuelto el álbum en directo y de forma íntegra, en una gira que tuvo su segunda parada (tras Madrid) en una Sala Razzmatazz que acababa de ser noticia por asuntos extra-musicales que nunca deberían suceder.
Con un orden de los temas que no daban margen a la sorpresa, el cuarteto, ahora quinteto, comenzó con la tierna canción de desamor que es "Writing to Reach You", no falta de ese aroma a la lluviosa, fría y solitaria Escocia. Una Escocia a la que Fran homenajeó con su habitual (a finales de los 90) falda, la cual contrastaba con los trajeadas y elegantes vestimentas de Andy y Dougie. Todos ellos, junto a Neil y el teclista liverpooliano Dave , fueron de menos a más tanto instrumentalmente como en simpatía y entrega, pues el frío arranque se fue transformando en un bolo entregado, sudoroso y llego de conexión con un público que no bajaba de la treintena. Así se intercalaron las bromas de Fran hacia el nuevo miembro Dave , a quien nos indujo a presionar durante sus solos en las teclas; Dougie y sus bailecitos sonrientes o Andy bebiéndose una lata de cerveza como si se acabara el mundo mientras tocaba (?) un solo de guitarra con la otra mano (hooligan total), pero también las explicaciones sobre la paternidad o de cómo una canción se escribe en una habitación en soledad para mágicamente saltar a las listas de ventas y acabar siendo posesión ya del público.
Del conocido setlist destacaré mis favoritas: la creciente "As You Are", que demostró la potencia de la particular voz del lánguido solista, la memorable "Driftwood", con su belleza infinita, la épica de "Turn", que nos evocaba a aquel lejano videoclip en el que un esforzadísimo Fran hacía flexiones sin tregua, o el exitazo "Why Does It Always Rain on Me?", que con el concepto de la gira queda algo desubicado en medio de la actuación. Canciones vibrantes que sonaron muy parecidas a las originales del álbum y que fueron completadas con otras tapadas del disco revivido: las desnudas "Luv" y "Slide Show", la melodía tenebrosa de "The Fear", la afrancesada "The Last Laugh of the Laughter" (ma vie tot ma vie)" y el hide track "Blue Flashing Light", que no se perdió por el camino.
Terminado "The Man Who" llegó el momento para revisar algunos de sus otros éxitos, entre los que surgieron gemas de su otro gran disco, "The Invisible Band" (2001), como son "Last Train" "“uhoo uhooo!"), la memorable "Side", con su mensaje de buen vecino, la adorable "Flowers In The Window", banjo inclusive, y la popular "Sing", con la que terminaron antes de los bises. Sin presencia de sus dos últimos álbumes, también fueron saliendo otras de "12 Memories", del 2003, ("Love Will Come Through" y "Re-Offender"), del formidable "The Boy With No Name" del 2007 ( las bucólicas "My Eyes" y "Closer"), y del debut "Good Feling", de 1997 (la que titula el disco, "All I Want To Do Is Rock" y "Happy", con la que rubricaron el show). ¡Ah!, y se me olvidaba, también su particular y dramática versión acústica de "….Baby One More Time" de Britney Spears.
Ese fue el floreado directo que estos simpáticos escoceses nos devolvieron ante nuestros ojos, con el que logramos viajar hacia el pasado a través de sus notas, rememorando lejanas y enterradas sensaciones, para al final evadirnos de nuestras vidas adultas. Es el poder de la música.