Por: J.J. Caballero
No, el nuevo y magnífico (otra vez) disco de Toundra no se llama "V", aunque sea esta la primera letra de su título, porque eso habría sido lo más coherente después de bautizar a sus cuatro anteriores entregas con los respectivos números romanos. Ahora recuerdan y homenajean a su manera a una de las salas donde mejor han sido recibidos en su ya larga trayectoria por esas carreteras del diablo. Una serie de conciertos en tierras germanas los llevaron a tocar en un lugar llamado Vortex Surfer Musikclub, y desde entonces lo convirtieron en visita obligada en sus tours por Europa. Ello habla bien a las claras del prestigio y el crecimiento de unos músicos que han conseguido, tarea nada fácil, situar al rock instrumental en primera línea de combate a base de empeño y trabajo bien hecho. La de Toundra es una propuesta tan arriesgada como sólida, que aumenta su carácter progresivo y experimental con cada disco y se emplaza en una encrucijada de sonidos limítrofe con otros géneros que aumenta su calado con este "Vortex". Lo suyo es un concepto, lo cual no implica necesariamente que los suyos sean álbumes conceptuales.
Con las guitarras entrecruzadas que funcionan la mayoría de las veces como una apisonadora impía, algo especialmente evidente en la enérgica "Cruce oeste", y el post-rock de fondo a modo de perenne motivación, Toundra dan indicios continuos de ser músicos imparables y en pleno convencimiento de sus facultades. Este disco convence a los ya conversos y abduce a los neófitos en estas lides de los sonidos pesados porque no solo tiene referencias cinematográficas explícitas (a los "Gremlins" en "Kinston Falls", que si recordamos era el nombre de la localidad en la que se desarrollaba la plaga de aquellos extraños seres; y a "Encuentros en la tercera fase" en "Roy Neary", nombre del protagonista del film, en una de las piezas más breves del disco) sino también figuradas, como en el tono crepuscular de spaghetti western de "Cobra", pero sabe equilibrar la marabunta de decibelios con momentos pausados, aunque igual de intensos, como el de "Cartavio", donde hacen sonar un vibráfono y lo conjugan sin problemas con las guitarras acústicas. Tal vez en eso, en las ya citadas seis cuerdas, sea el trabajo más variado de la banda hasta el momento. Su líder Esteban Girón se ha pasado los últimos meses enfrascado en la práctica del instrumento hasta casi el aborrecimiento, y en su afán por engrosar y ampliar su sonido ha incorporado percusiones electrónicas en algunos temas como "Mojave", con la atmósfera polvorienta del rock americano de fondo. No es la única "novedad", si es que se puede llamar así al cierto cromatismo que resulta especialmente apreciable en "Vortex", pues en "Tuareg" también hay arabescos y teclados que edifican un tema rocoso basado en un crescendo con teclados absolutamente demoledor. Los cimientos no pueden fallar, está claro.
Todo lo que se pueda decir de una banda de estas características solo puede abundar en lo que ya sabemos. Toundra es uno de los puntales del rock español, que no en castellano obviamente, y llegar a ser tan notorios o ajustar a la perfección cada concepto de disco sin haber grabado ni una sola palabra es un hecho que no puede dejar de resultar algo ciertamente asombroso. Tanto como sus tremendas y cada vez más perfectas canciones.