Por: Artemio Payá
Hasta los trece años la vida de nuestro protagonista fue de lo más apacible: en una perdida localidad de algo más de dos mil habitantes en el estado de Missouri, viviendo en una granja y siguiendo los dictados religiosos más proteccionistas incluyendo los musicales, ya que si bien toda su familia formaba parte de la banda de la iglesia -el propio Nathaniel se encargaba de la batería- tenían prohibido el acceso a la música secular. Fue en ese momento cuando su padre fallece en un trágico accidente de tráfico y el adolescente Rateliff se topa con Led Zeppelin mientras rebusca en las pertenencias de su progenitor almacenadas en un desvencijado garaje. A partir de ahí el veneno se inoculó en las venas del artista, un veneno que se apoderó de él después de pisar Denver en un viaje de misiones y descubrir que fuera había otro mundo y mucho más divertido.
De vuelta a casa se pone a trabajar en una fabrica de plástico y decide coger su guitarra y volver a Denver para labrarse una carrera como músico. El inicio no fue fácil, y la dura vida de músico de tugurios tuvo que compaginarla con la de carpintero, camionero, jardinero y una buena ración de problemas con el alcohol. Al final entre él y su amigo Joseph Pope III ponen en marcha la banda Born in the Flood, con moderado éxito en Colorado a pesar de la dificultad para llevar la nave a buen puerto por el cáncer que deja muy tocado a Pope durante un tiempo. Tras una temporada en solitario con parámetros musicales más cercanos a Bonnie Prince Billy o Bon Iver, en los que edita los notables "Memory of Loss" o "Falling Faster…" (Solo por "Still Trying" merece comprar el disco entero) decide virar el rumbo auspiciado por el aroma diferente que desprenden sus nuevas composiciones.
Así pues en 2015 se rodea de los Night Sweats y con ellos edita disco homónimo con la insigne marca de la renacida Stax y que supone un tremendo arreón en su carrera gracias fundamentalmente a un rotundo single - "S.O.B"- que sirve de anzuelo perfecto para acercarse a un sensacional álbum que añade litros de soul a la mezcla que venía cocinando durante su anterior etapa.
Tres años después se enfrenta con este "Tearing at the Seams", el siempre comprometido segundo peldaño y con critica y público oído avizor. En ese sentido Rateliff no se ha andado con rodeos y ha vuelto a contar con Richard Swift tras los mandos y manteniendo la línea estilística de su predecesor, no hay pues grandes sobresaltos y si bien es cierto es que el álbum no cuenta con un gancho ganador directo al mentón como en su debut y que comienza de forma titubeante con "Shoe Boot", la cosa va mejorando ostensiblemente mientras nos vamos adentrando en el festín soulero del disco como por ejemplo las tonadas que completan la cara A: "Be There" o "A little honey" son arrebatadoras y recuerdan a lo mejor del sello que les da cobijo (Stax). La sensacional "Say it Louder" no cuenta con instrumentos de viento y aún así huele a clasicazo atemporal desde el primer acorde, "Hey Mama" es una preciosa dedicatoria a las madres (vean el vídeo) y para completar la primera cara el fabuloso gospel folk de "Babe I Know".
Nada más darle la vuelta al plástico nos sorprenden con una "Intro" que realmente no aporta mucho al contendido, es efectiva pero no remueve tripas y aún así se lo perdonamos porque instantáneamente retoma el pulso con canciones tan soberbias como "Cooling Out", "Still out there running" o la que quizá es el mejor corte del lote, la inspirada "You Worry Me".
En definitiva, ni ha habido riesgo ni Nathaniel Rateliff esta inventando nada porque sigue moviéndose dentro del soul revival, cosa que no quita para que se haya sacado de la chistera otro fabuloso disco que nos va a hacer disfrutar como enanos.