Sala Rocksound, Barcelona. Jueves, 7 de junio del 2018
Texto y fotografía: Albert Barrios
Una de las numerosas propiedades catárticas de la música es la de podernos transportar en el espacio y el tiempo. Gospelbeach fueron los perfectos maestros de ceremonias para trasladarnos a la cálida California, del sosiego de Zuma Beach al bullicio de Venice, sin olvidar la trascendencia del desierto en Joshua Tree. Presentaban su magnífico segundo disco, "Another Summer of Love", una maravillosa combinación de trabajadas melodías pop filtradas con el country rock de los Byrds, la intensidad de Buffalo Springfield y el rock 'n' roll más descarnado de The Doors (exteriorizado subliminalmente al público en forma de teclados "Mmade in Manzarek" y unos punteos de guitarra que podrían pertenecer perfectamente a "Strange Days" o "Waiting for the Sun").
Nada más comenzar la actuación se hizo evidente que la elaborada producción de estudio no se podría trasladar en su máxima expresión a las tablas, por lo que la banda endureció su sonido para poder compactarse mejor y no perder el gusto por las armonías vocales y acordes más barrocos . Tenían ganas de pasarlo bien y hacer disfrutar a los asistentes , arrancando con una garra ,energía y simpatía que nunca abandonaron. Este segundo álbum es el que tuvo más presencia en el setlist : vitamínicas "Hangin' On" y "Kathleen", plácidas "Strange Days" y "You're Already Home" y esa pequeña joya de orfebrería rock que es "In the Desert".
También invocaron piezas de su primer disco ( más bullicioso y menos setentero que este último) como "California Steamer" ( una de las notables aportaciones del omnipresente Neal Casal en el álbum de debut) o una emocionante "Come Down", que Brent Rademaker dedicó a su antiguo compañero en Beachwood Sparks Josh Schwartz, tristemente fallecido en septiembre del año pasado.
Una banda con una altísima calidad en la instrumentación, con unos sensacionales teclados que llenaron todos los espacios y donde emerge la colosal figura de "entertainer" de un Rademaker en permanente estado de gracia, disfrutando cada segundo del recital con una vitalidad más que contagiosa; tal era su incontinencia musical que hasta cuando afinaba la guitarra se marcó citas a Petty, Fleetwood Mac y Elvis entre muchos otros. Una noche de las que dejan huella, de esas en que la química generada entre músicos y público es difícil de explicar a los que se han quedado en casa.