Por: Javier López Romo
Willie Nile recorrerá España en el mes de mayo con su último trabajo: "Positively Bob", un disco homenaje a su gran amigo Bob Dylan. A Willie Nile, ya lo a dicho claramente, le encanta España y su público. No llenará grandes salas, siempre fue un maldito rockero; pero si que llenará locales más reducidos en los que se siente a gusto y en pleno contacto humano con sus fans más cercanos y amigables. Doce ciudades son las elegidas para este tour que arranca el 9 de mayo en Valladolid y que cerrará el 20 del mismo mes en Santander.
Y después de once discos oficiales de estudio, ¿por qué uno ahora de canciones de Bob Dylan…? La respuesta es sencilla, le apetecía hacer un homenaje a su gran amigo. De ahí su "Positively Bob", diez canciones que no son fáciles de llevarlas a tu terreno. Sí, grandes “famosos” lo hicieron antes, pero que el hacer de Willie las lleva al máximo respeto y a la admiración fluida y consistente de lo que es un inmenso honor, el imprimir su legado del punk, rock y folk, bajo la actitud "dylanesca". Todo surgió en un momento, en una fiesta; se gestionó en un concierto homenaje en el 75 cumpleaños de Dylan, en Nueva York… Willie Nile salió reforzado de dicha fiesta, en la que aseguró haber vivido un momento excepcional y divino, tocar juntos, brindar juntos, sentir juntos, conversar juntos; era algo solamente para elegidos, para amigos que intercedían día a día en la aventura de los recuerdos más sutiles. No sé si la embriaguez de las musas nocturnas, o las hadas resacosas de la mañana, hicieron huella en Nile, pero aquella noche se había divertido y mucho tocando canciones de Bob, y con Bob. La idea ya estaba plasmada en su cabeza. Aceleró como un Corvette ZR1, su velocidad pisó la fina línea continúa y llegó al estudio con diez canciones de su amigo, dos días bastaron para grabar el disco. Claro que esto solo lo hacen los genios, pese a que las discográficas nunca creen en ellos sino dejan el dólar necesario. Allá ellos y sus errores, hoy en día esto ya pasó a la historia, aunque nos llevará un tiempo saber lo que es acertado y lo que no, el distinguir lo que es bueno y lo que no, pero siempre quedará ese grito:"Good Luck Rock & Roll".
Para los conciertos de la gira española recluta a casi los mismos músicos que en sus anteriores: Willie Nile, voz, guitarra, piano y armónicas; Danny Montgomery, a la batería; Jorge Otero, guitarras y coros (líder de los ovetenses Stormy Mondays.); y el asturiano-madrileño Juanjo Zamorano, al bajo y coros. Estos son los elegidos para desgranar el disco canción tras canción, un trabajo de versiones de Dylan, en las que cuando las oyes, te transportan al recuerdo y la magia de esos clásicos que tantas y tantas veces nos llenaron la cabeza de bellos sentimientos entretenidos. Y como no, nunca faltarán los clásicos himnos de Willie Nile.
Canciones imperecederas como: "The Times They Are A-Changin'", "Rainy Day Women #12 & 35", "Blowin` in the Wind", "A Hard Rain`s A Gonna Fall", "I Want You", "Subterranean Homesick Blues", "Love Minus Zero/ No Limit", "Every Grain Of Sand", "You Ain`t Goin` Nowhere" o "Abandoned Love". Un puñado de diez canciones con el acabado perfecto y convincente de volver a la aventura del recuerdo dylanesco que tantas y tantas veces nos dejaron marcas en la piel como tatuajes musicales. Pero aquí no hay más culpable que la impronta inteligencia del chico de Duluth, Minnesota, y del que me costó mucho aprenderme su nombre en Hebreo, para mí siempre fue Bob Dylan, y eso es todo, pese a que fuese registrado como un tal Robert Allen Zimmerman. Poeta y trovador, cantautor y literato, mago y actor, y podría seguir con adjetivos inclasificables, pero él era el todo, como Elvis dentro de sus parámetros musicales. Él era el Mesías del rock, folk, country, blues, gospel, lo hacía todo y todo bien. Estaba bendecido por una profunda temática religiosa, y su claro interés por la religión. Bueno, eran tiempos de pecar y confesarte, de caer y levantarte, de amar y perdonar, o quizás de perderte y encontrarte, eran tiempos en que la respuesta estaba en el viento que te mecía a su antojo. De hecho si buscas en sus letras, encontrarás una amplia variedad de temas sociales y religiosos, políticos y filosóficos, literarios y culturales. Este esfuerzo le relanzó hacia éxitos inigualables, reconocido y honrado en premios universales a su trabajo: Grammys, Globos de Oro, diferentes premios de la Academia, grabó su nombre en el Salón de la fama del rock and roll, lo mismo en el salón de la fama de compositores de Nashville, caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia, premio de música Polar de la Real Academia Sueca de música, plata de la revista Rolling Stone, solo por detrás simplemente de The Beatles, premio Príncipe de Asturias, consiguió un Pulitzer o la medalla de honor en la Presidencial de la libertad, USA. Y ese escalón final que le otorgó la Academia Sueca, el Premio Nobel de Literatura por haber creado una clara y nueva expresión poética dentro de la canción universal.
Quizás me quedo corto, solo he nombrado los más representativos, hizo más cosas y consiguió muchos más premios, lo cual significa que para hacer versiones suyas hay que tener arrestos y agallas suficientes como para salir airoso en esta contienda. Pero Willie Nile lo sabe, lo asume, y qué cojones, sale airoso de este "Positiviley Bob". Arriesga y gana, canta y embellece las letras más poéticas del mejor juglar de toda la historia musical, porque además de centrarse en todos esos aspectos, amorosos, políticos, religiosos, morales, literarios, y los avatares más variados y extensos, se condicionan en un diálogo de temática muy variada, pero personal e íntima.
Willie, después de aquel festejo del 75 cumpleaños de Bob, del que fue partícipe, buscó su status más amigable y empático, y se lanzó a volver a cantar los versos más dulces y las respuestas más ventosas. Volveremos a verle una vez más en cualquier sala, en la ciudad que más nos convenga; porque Nile no suma, pero tampoco resta a sus fans más fieles. Y seremos los mismos una vez más los que nos encontraremos en algún lugar de estas ciudades, y estaremos encantados de volver a reunirnos en una noche especial, y más si se trata de homenajear al gran Dios, y brindaremos porqué no, por el nuevo disco de Dylan, un homenaje al positivo Bob, a ese que nos cambio la vida y nuestra actitud, a ese que pese a su gran lema de antaño, nos dijo que “los tiempos están cambiando...” Vívelos y dime si no es una realidad lo que se fija en tu vida, o es una mentira sino la haces real, porque real es la dignidad, y sobre todo esa gran frescura de utilizar canciones de otro en tu propio pellejo, sin tropezar. Otros lo hicieron antes, imitadores de tributos, esperando ser oídos y repescados para esta actividad musical, pero nadie se reinventa a si mismo, nadie entra dentro de ese ortodoxismo original de la personalidad de Dylan. Muchos fueron los llamados y pocos los escogidos dentro de ese obstáculo dylanesco donde era dueño de una voz tan abrasiva y camaleónica como sugerente, frágil y sincera. Pero hay alguien como Willie Nile, curtido en mil batallas, quien dispuso entender a la perfección a qué intérprete quería homenajear. Nile sabe en qué territorio juega y se divierte, haciendo versiones del más grande, y aún así queda expuesto a la gloria como al ridículo espontáneo, porque nada es fácil ni adaptable a su entorno, simplemente es salir airoso con un buen trabajo realizado y sin querer ni pretender oscurecer la sombra alargada de Dylan. Sé, y tú sabes, que el aproximarse a cualquier genio implica una rara capacidad para mirar de frente y a los ojos de quien vas a cantar y hacerte oír en su propia música, sin falsear ni entretenerte en otros registros vocales que no sean los adecuados y propios de cada autor. Me sirve que Willie captase este formato, y que en aquella fiesta mirase y captase esa revisita a Dylan. Nile es suficiente profesor de la vida, tiene el buen gusto y la inteligencia necesaria para saber y comprender quién pone la guinda al pastel.
Este pequeño gran hombre proviene de la gran manzana, donde las nubes se tragan todas las cúspides de los grandes rascacielos, donde todo es gigante, pese a ser tan diminuto, un ser que se mete las manos en los bolsillos vaqueros y se encoge de hombros en su chupa de cuero, como si el frío de Nueva York helase tanto corazón como alma. Pero no, este rockero de Buffalo empezó tardía su carrera, a los 32 años, una edad balsámica para desarrollar el trabajo en el que creía. ¿De qué servía ser profesor doctorado en filosofía y literatura inglesa, por los años 70, cuando en esos años lo que le apetecía era cerrar círculos y abrir nuevas vías de satisfacción? Eran días de vivir momentos plenos y absolutos, sobre todo para un inconformista en la universidad, donde era rebelde sin causa, y empezó a desviarse hacia una línea ¿culta?, el punk. Él solo pretendía mejorar su entorno, si eso fuese posible, pero esa transformación, esa metamorfosis, sólo cambió su actitud, sus ganas, y sobre todo su estado físico, o más bien personal que no animal; un cambio más que espiritual, musical, se veía venir, estaba ahí, latente, transgresor, único pero, ¿qué?, ¿hacia dónde encaminarse? Dar paso a paso su vivencia más angulosa, el rock, le daba la vida, le mostraba caminos insondables en los que era imposible alcanzar su fondo, el rock siempre era ese ángulo poliédrico, misterioso, difícil e impenetrable, pero apto y visceral a sus comportamientos. El punk era algo rebelde, donde se experimentaba la sensación de una insatisfacción por la cual deseamos que las cosas ocurriesen de otra manera, en otro ámbito, e incluso en la verdad de los que se sienten atraídos en la generalización de otra vida, de otro modo de ser. Dejó de marcar su línea de ojos, su rimel en las pestañas, su vestimenta, y acompasó sus pasos hacia otra generalización más actual y moderna. Atrás dejó sus chupas de cuero con pins, sus pelos alborotados. Se miró al espejo como un narcisista, sin perder un minuto, y vio que había mucha vida dentro de todos los estilos, ¿cual sería el mejor? Era cuestión de una búsqueda extraordinaria y sobre todo revolucionaria. El que fue, yunque y martillo, que es como decir golpear lo bueno y lo malo pero siempre al compás de lo que el mercado exigía, o el trabajo fino y cuidado de acorde a su tiempo. Willie Nile tiene en su ADN actuaciones con Bruce Springsteen, Joe Grushecky, Jesse Malin, Joe Durso, Asbury Jukes, Bob Dylan, Jon Bon Jovi, Marah, Patti Smith, Ramones, The Who, etc.. ¿Algien da más? Bueno, supongo que no. Esas resonancias cósmicas, ideales, para quienes estamos en la estratosfera del rock and roll, son tan positivas como el nuevo álbum de Willie Nile.
De su último trabajo "Positively Bob" ha quedado constancia en la crítica más plural y auténtica, en voz del propio Bob Dylan: "Willie Brings his distinctive 1970s-punk-meets-folk attitude to a great-collection of songs...". "Willie Nile insunfla nueva vida a estas canciones. Les otorga su impronta personal, respetando el material pero interpretándolo sin complejos. Como si fueran sus propios temas..." -Nofun Magazine-. "Con la dignidad del franco tirador y la frescura de quien no pierde un minuto delante del espejo. Nile, incide en la veta más contagiosa de unas canciones poliédricas..." -Julio Valdeón, Efe Eme-.
Cuando del mundo de la música no sean expulsados tanto blandengue, mediocre y falsos grupos del Olimpo de la lista de éxitos, y sean rasgadas sus vestiduras fluorescentes; o cuando los "malditos" no asciendan a esa cúspide y vuelvan a ponerse los hábitos de oro y lentejuelas, entonces el rock perderá por el camino tallas tan labradas y pulidas como por ejemplo Willie Nile... Nos vemos amigo en este tour.