Por: Oky Aguirre
En 1936, Charles Chaplin creó uno de los momentos más trascendentales de la historia de las artes, juntando dos de ellas, cine y música, en una escena memorable en una película clave en la transición del cine mudo al sonoro, donde puso voz a la música. Lo llamó "Tiempos Modernos".
Si tú y yo pensamos que sabemos de música, imagínate lo que conoce este muchacho llamado Jack White. Hacer una reseña de su último disco es meterse en berenjenales. Por eso es casi mejor adelantarnos: "Boarding House Reach" va a ser el disco más destacado para lo que es el rock´n´roll en el 2018, tanto en lo bueno como en lo malo.
A veces te enfadas cuando lees las opiniones de los críticos de tus discos o películas o libros favoritos; cuando lo que para ti es una hermosura, para otros es un bodrio. Hoy la inmediatez nos quita el tiempo necesario para asimilar las pocas y buenas cosas que nos depara el futuro. Perderemos madres y hermanos y veremos pasar la amistad junto a la traición, pero al final permanecerá la música, que nos acompañará para recordar o situarnos en aquellos buenos o malos momentos. Todos sabemos que el "Johnny B. Goode" de Chuck ronda por el Universo hace décadas. Jack White tomó el relevo hace un par de años (2016) mandando al espacio un artefacto, Icarus Craft , que a todos los que amamos el LP nos emocionó, haciéndonos partícipes al poder escuchar en el espacio una simple melodía en un puto tocadiscos, exaltando lo analógico ante lo digital, aguja incluida. "Nuestro objetivo principal desde el inicio hasta la finalización de este proyecto fue inyectar imaginación e inspiración en el discurso diario de los amantes de la música y el vinilo. La combinación de nuestros impulsos creativos con los del descubrimiento y la ciencia es nuestra pasión, e incluso en la escala con la que estamos trabajando aquí, fue emocionante decidir hacer algo que no se haya hecho antes y trabajar para completarlo. Y nos llena de gran satisfacción rendir homenaje al increíble científico y soñador que era Carl Sagan. Esperamos que al cumplir nuestro objetivo inspiremos a otros a soñar en grande y comenzar sus propias misiones, sean lo que sean".
"Boarding House Reach" es el magnífico cierre de una trilogía que comenzó con "Blunderbuss" (2012) y "Lazaretto" (2014), completando así una etapa azul que no hace más que confirmar su madurez, alejado ya de aquellos colores rojos, blancos y negros llenos de rebeldía, pasión, elegancia y frescura, sello de identidad de una banda irrepetible como los White Stripes, que Jack se encargó de archivar al formar esa casa de discos que todos soñamos tener, heredera de Chess, Motown o Stax: Third Man Records, el único lugar posible para dar rienda suelta a todo lo que a éste "chamán" se le pase por la cabeza, en donde deben rondar ruidos imposibles y silencios constantes, como un Brian Wilson del siglo XXI, pero centrado; empeñado en la búsqueda de la sensibilidad musical, algo que algunos aborrecerán y otros valorarán.
“Connected of Love” abre el disco con un "woman" que ya adelanta el tono setentero de las grandes bandas en directo, en donde panderetas y palmas se acompañaban de órganos hammond, hoy casi extinguidos, para diluirse entre pianos y voces femeninas. Continúa con lo clásico, "Why Walk a Dog?", precioso blues solo con voz, bases y sonidos pregrabados. Por estas canciones es por lo que hay que valorar este tesoro futuro. La esmerada producción se respira en frases guitarreras nunca oídas -que alguien me explique cómo carajo hace sonar un tío una guitarra como si de una aguja de tocadiscos se tratara. ¿Existe el género "Fritura eléctrica"?-.
Con "Corporation" entramos en terreno peligroso, siendo el tema con el que Jack directamente nos quiere provocar, alternando algo nuevo para sus oyentes, como unos bongos cubano-jamaiquinos, con guitarras enchufadas a pedales, solera White. Todo lo contrario a lo que pretende con "Abulia and Akrasia", en donde se marca un spoken word cercano a cualquier predicador, con violines y trompetas y panderetas, clavado al comienzo del "Don´t Bang The Drum" de los Waterboys, que White brillantemente resuelve con aroma a esos poemas que te dejan pensando, con finales como "a cup of tea", que irremediablemente nos transporta, y todos sabemos por qué, a los Kinks.
Ya sabemos del poco acierto del de Detroit a la hora de escoger los títulos, pero con "Hypermisophoniac" nos podemos hacer una idea de su propuesta; haciendo realidad el sonido de un "pinball" junto a una guitarra y pianos estilo Supertramp, con frases tan contundentes como "Nowhere to run, when you robe a bank". ¿Dicen que Jack White se ha pasado al rap? Pues claro que sí. ¿Acaso mi hijo de 17 años no estudia tanto a Mozart como a Kurtis Blow en 2º de Bachillerato, en Fundamentos del Arte? Eso sí, con un par de… amplis y sin bases pregrabadas, solo con pianos y electricidad, convirtiendo "Ice Station Zebra" en una amalgama de sonidos funky algo enrevesados, pero con la intención puesta en la sorpresa. Su pasión hacia los Zeppelin se hace patente en "Over and Over and Over", en su reconocible apertura vocal, que quizá debería haber sido más corta en su largo y repetitivo comienzo, aunque se arregla en el crecimiento de su final con percusión (djembés). Con el tiempo esta canción perdurará. Al igual que "Everything You´ve Ever Learned", en donde es imposible no vislumbrar ese comienzo estilo "Hello Again" de los Cars, seguido de una especie del "Celebration of the Lizard" de los Doors, en donde Jim Morrison daba guantazos musicales en toda la cara en los 70, trasladado aquí por el señor White a toda la puta mierda que rodea a la música hoy, ayer y siempre. Lo que antes se transmitía en siete minutos aquí se condensa en lo que duraban los hits de antaño: 2:22. Claro y conciso:
"¿Quieres verlo todo?. Bueno, solo puedes abrir tus ojos. El que está preparado, nunca se sorprende. ¿Quieres cuestionar todo?. Entonces piensa en una buena pregunta. ¿Quieres encender un fuego? Bueno, puedes verlo quemar. ¿Quieres aprender? Entonces cállate y aprende”.
Es lo que parece decirte cuando afrontas, mediado el disco, un "Respect Commander" que no hace más que provocarte, empezando como acaba, deseando que reconozcas sonidos eléctricos por ti ya asimilados, ahondando en tu vena nostálgica. Pero estamos en otro siglo, en donde el olor a naftalina ha desaparecido, para dar cabida a toda una juventud deseosa de preservar el sonido del rock adaptado a nuestros días. Creo que hoy en día es importante prestar atención a lo que supone la diferencia entre plagio y homenaje. Aquí hay claros sonidos ya avanzados hace años por la añorada Jon Spencer Blues Explosion mezclados con frases de claro rasgo "zeppeliano", lo que no resta ningún mérito sino todo lo contrario, ya que sabe dar importancia a la continuidad de las canciones, armonizando lo añejo con lo moderno, ya sea con la mezcla de distintos estilos o con su brujería en la producción.
"Ezmeralda Steals the Show" es un mensaje a todos los que apreciamos el valor de una melodía; cuando unos acordes ya escuchados te transportan a lo más profundo de tu ser. La diferencia está en la sensibilidad para transmitir, y con "el hablar cantando" de Jack, como un Cohen o Dylan o Morrison o Nick Drake, sabía que a todos nos va a emocionar, como siempre ha hecho cuando se pone folkie y melancólico. Ésta es la "joya oculta" del disco. Si hoy hubiera sido padre, sería la nana que pondría a mi recién nacida hija en pleno ataque de cólicos. "Get in The Mind Shaft" es de esas canciones a las que sólo te falta la letra para identificarte en tu sentimiento de parecer único, convirtiendo un viaje en metro con tus cascos o un domingo perezoso, en una sensación única de plenitud, la misma que quiere transmitir Jack a la hora de crear. Quizás sea por su querencia por abarcar todos los géneros y épocas, o solo un simple homenaje hacia músicas que él no quiere olvidar, ya que suenan claramente las gotas que Ray Manzarek plasmó con su bajo-teclado en "Riders on the Storm", mientras un "Can you hear me now” no deja de recordarte lo que te gusta lo imprevisible.
“When I was young
I went into an abandoned house
In one of the rooms
I found an old piano. I didn't know how to play piano
So I just fumbled across the keys
Pressed the pedals down
I sat there for hours
Trying to understand how to
Construct a melody
My brain to my finger tips
And after a while
I hit three notes together
At the same time".
Y como buen narrador de historias, más cercano a Saramago que a Vargas Llosa, deja un "What´s Done is Done"–a lo hecho, pecho- que cuela su amor por sonidos ya petrificados como el country, jugando a cuando te equivocabas al poner un LP a 45 revoluciones. Seguramente es por la deliciosa forma de cerrar con "Humoresque", donde demuestra que tiene el don para ser el próximo espejo ante el que mirarnos; ese resquicio que sólo la música nos puede dar, y que en tonos tan sensibles como el de Brad Mehldau, Jack White finaliza con un piano que promete sensaciones musicales para siglos posteriores.