Por: Javier Capapé
Hacía tiempo que no me encontraba con un cantautor realmente interesante. No sé si es así como debo llamar a Luis Fercán, porque lo suyo va más allá de la canción de autor por todos conocida. El músico gallego llama la atención por sus formas clásicas, presentes principalmente en su temática, mezcladas con elementos mucho más cercanos al rock. No es un autor en la misma línea que Quique González, con dejes mucho más americanos, pero sí que podría moverse en la estela de Manolo Tarancón o el mismísimo Fabián, de ahí lo de su mezcla entre la tradición del cantautor folk mezclada con la actitud y los aires cercanos al rock.
Conocí a Luis Fercán de manera casual. Como telonero de Revólver hace más o menos un año. Su actitud fue demoledora. Con lo difícil que es ejercer de telonero en estos días en los que esa figura casi ha desaparecido de nuestros conciertos, supo hacer que casi todo el mundo prestase atención y se hizo un más que notorio silencio durante los veinte minutos que duraría su actuación. Los allí presentes, sin conocer de nada a este músico, quedamos gratamente sorprendidos por lo que podía hacer con la única arma de su guitarra y una voz desgarrada que era capaz de transmitir verdadera emoción condensada en cada verso. Me quedé con su nombre y desde entonces pude escuchar tres de sus canciones por redes sociales junto a alguna otra sorpresa vía Twitter. Luis Fercán era alguien que llamaba poderosamente mi atención. Ejercía sobre mí un magnetismo como hacía tiempo que no lo conseguían nombres de la canción de autor. Teniendo en cuenta que había perdido la pista de muchos cantautores de los que un día fui seguidor, me llamaba la atención que otro músico en esta línea, relativamente aparcada en mi devenir diario, volviese a llamar a la puerta. Sus canciones lo merecían, y pacientemente esperé el momento del lanzamiento de su primer disco, que me confirmaba que éste es un artista íntegro, de los que te crees de verdad. Sin trampa ni cartón. Directo, pasional, enérgico y veraz. "Grieta" confirma todo lo que esperaba y aún va más allá. Un disco que te agarra y no te suelta. Que llama tu atención pidiendo una oportunidad bien merecida. Y que una vez llega a ti, se convierte en tuyo.
Dueño de un lenguaje pasional, Luis Fercán abre puertas y exige tu atención. Y lo que ofrece compensa con creces. Diez canciones desgarradoras, que sangran, que duelen, pero a la vez reconfortan. Tal vez encontremos en Fercán la alternativa de aquellos cantautores que a finales de los noventa lograban convencer y hacer creíble su apuesta después de un tiempo con su género en el olvido. Con la llegada del nuevo milenio, estos músicos lo tuvieron algo más difícil y tan sólo lograron resistir los que ofrecían un discurso de carne y hueso. Así es Luis Fercán, no ofrece una pose ni pretende que lo etiquetemos a la ligera. Suena directo y sincero, en la línea de la mejor canción de autor, aunque a la vez se acerca a una actitud más descarada, potente y visceral. Con un lenguaje sin imposturas. Esa es la gran baza del gallego, la que renueva su género y le permite encabezar a una nueva generación de autores jóvenes que, dentro de esta línea del cantautor clásico, están sin embargo más cerca de la actitud del rock o de la independencia del indie.
"Grieta" se abre con "Brújula", una canción que muestra a las claras por dónde van a ir los temas del disco. Con una base y una voz contenidas, apoyadas en un colchón de sintes que nos llevan de la mano y nos sugieren entrar en un mundo de pasiones y traiciones, de desengaños y vivencias muy reales. De esta forma consigue convencernos y que nos adentremos sin remisión en sus siguientes historias. Todas contadas en primera persona, haciéndolas suyas y a la vez nuestras. Así continúa “Luces apagadas”, acompañándose por mucho más que una simple guitarra y dejando clara su posición, más cerca de Carlos Goñi (los teclados iniciales pueden recordar a algunos de sus discos) que de Pedro Guerra, y con una línea melódica muy bien trazada. Su forma de cantar está cargada de actitud, consiguiendo captar toda nuestra atención.
"Dime qué hago" fue utilizada como presentación de esta colección y acertó de pleno, porque conjuga el espíritu más lírico y sentido con la actitud desgarrada, volcando toda su rabia contenida en la explosión de su estribillo. "Gracias" nos devuelve al remanso con una base de guitarra eléctrica que recuerda al "Hallelujah" que versionó Jeff Buckley y que sobrecoge con la delicada voz de Ede como contrapunto a la más rasgada de Luis. "Eco en la Avenida" nos lleva a los dibujos de guitarra trazados por músicos como Marcus Mumford y va creciendo hasta un final en el que es difícil no quedar con el corazón en un puño. Dos canciones que podrían tener su continuidad en el delicado comienzo de "Ella", hasta que ésta da un revés con una forma de cantar totalmente desnuda y desprovista de artificios, mostrándose así la más certera de la colección. Consigue emocionarnos y dejarnos rendidos, exhaustos, para desembocar en "Buenos Aires", el que hasta ahora era su tema más reconocible y que desde que lo escuché por primera vez me conmovió y me hizo seguir la estela de este artista. Una canción que se hace grande desde el primer momento. Sigue también una línea más clásica y, como en otras de las canciones aquí presentadas, termina explotando en un final que se torna épico. "Tierra Mojada" se acerca al songwriter americano dando un paso que le desmarca de la tradición más clásica del cantautor español, y es que Luis Fercán quiere ir mucho más lejos, como demuestra en "A rastras", que nos envuelve con una inicial distorsión en la voz y una base programada que cuando cobra más luz se transforma en un lamento repetitivo a modo de mantra.
La despedida llega con el que puede ser el tema que más desentona en el conjunto (parece que hasta Muse quiera hacerse un hueco entre sus influencias con esta intro de base rítmica tan marcada), pero que a la vez funciona como catarsis y grito desbocado después de dominar la contención en la mayoría de las canciones anteriores. Entre la provocación y la rabia se mueve “Incendio”, en la que colabora Rodrigo Valiente en las voces, que cierra el disco dando un golpe sobre la mesa, asomando ese carácter nada adormecido de nuestro protagonista (queda muy lejos la música ligera de Persé, aquel grupo de marcado carácter juvenil en el que Luis Fercán inició sus pasos). Todas estas canciones demuestran que un cantautor no tiene por qué quedarse en la melancolía ni en el dolor, sino que puede transformar esa rabia y angustia en algo hermoso y sincero. "Grieta" consigue hacer que estas experiencias que desgarran y rompen, como indica su gráfico título, nos sirvan para recomponernos y empezar de nuevo, convencidos de ser cada vez un poco más fuertes y estar más seguros de nosotros mismos.
La acertada producción de Pablo Estrella, atento a cada detalle, hace salir airoso a Luis Fercán con este fantástico debut. A pesar de las dificultades para abrirse paso en este panorama musical por momentos despiadado, Luis Fercán no se detiene porque sabe que sus canciones guardan oídos atentos que las hagan suyas, independientemente de las etiquetas. Este músico podrá transformarse en un futuro, acercarse a esos dejes más americanos que corren por algunos de sus temas o desmarcarse con un disco más cercano al rock (actitud no le falta), pero hasta entonces no tiene nada que esconder y puede mostrarse muy orgulloso de unas canciones que siente de veras. Una nueva luz impactante, un soplo de aire fresco, un maravilloso descubrimiento.