Cuando afronto la reseña de "Autoterapia" me vienen a la cabeza varias preguntas: ¿Hay algo que pueda sorprendernos en el nuevo disco de Izal? ¿Cuánto queda en este lanzamiento de su impronta característica? ¿Qué riesgos ha asumido el quinteto? Quizá estas preguntas deban responderse diciendo que el combo de Mikel Izal mantiene su estilo casi de forma inamovible, sin sorpresas y seguros de volver a ofrecer un disco que roza la épica buscada de forma muy consciente. No, no hay cambios de estilo ni grandes sorpresas, pero ¿realmente importa a sus seguidores más acérrimos? Con seguridad van a seguir llenando sus conciertos, coreando palabra por palabra cada canción, entregándose como si estuviesen en una ceremonia tántrica. Su público más fiel no quiere cambios, quiere que Izal sigan siendo incontestables, que carguen sus discos de temas plagados de cambios de intensidad, estribillos rotundos y una pizca de actitud megalómana. Sí, Izal han conseguido subir como la espuma en un tiempo récord, pasar de 0 a 100 en dos discos y proclamarse como banda plenamente consagrada en el panorama nacional con su cuarto álbum de estudio, siendo sin duda los reyes de los festivales y el grupo indie-mainstream más querido entre el público medio. Y se lo han ganado por derecho propio, eso no se cuestiona, pero quizá a estas alturas deberían haber optado por cierto riesgo y mayor exigencia para sus fans. Aún con todo, "Autoterapia" no decepciona, pero a un servidor le hubiera gustado encontrar alguna que otra sorpresa en la línea de la delicada y efectiva "Pausa", saliéndose de su esquema clásico de tensión contenida que explota en el estribillo. Este adelanto me hizo esperar algo más del disco, encontrarme definitivamente con la esencia de un grupo al que hasta ahora me resistía, pero al escuchar el disco completo se confirma el hecho de que "Pausa" es la maravillosa excepción. Tal vez por esta canción ya merezca la pena todo el conjunto, pero el resto desmerecen con respecto a las expectativas creadas porque repiten el esquema al que nos tienen acostumbrados sin más novedad. Y eso no es que sea algo negativo, porque si algo hay que destacar de este grupo es su característico sello que les hace inconfundibles, pero para qué negar que yo esperaba caer rendido a sus pies esta vez y sin embargo he vuelto a quedarme más o menos con la misma idea que tenía de ellos, aunque con alguna canción hayan ganado enteros.
"Autoterapia" comienza intentando salirse del tiesto con la inclusión de Ara Malikian, que destaca en su aportación pero como un hecho totalmente puntual, sin mayor trascendencia, porque inmediatamente se olvidan de su influjo y vuelven a su redil de confort con "El Pozo", con esas pausas marca de la casa que en el conjunto del disco sobresalen menos, pero aquí se refuerzan incluso con cuentas de entrada y respiraciones marcadas. A pesar de su continuismo el tema logra salir bien parado, más si cabe cuando encuentra su continuidad en "Ruido Blanco", donde la contundencia no abusa de efectos explosivos y mejora a su predecesora. "Bill Murray" es un collage de actos cosidos a la fuerza donde destaca un estribillo construido con una base casi electrónica y un final a modo de coda reflexiva, pero donde nada parece tener orden y hasta su título chirría sin encontrarle ningún significado. Todo se arregla cuando llega "Pausa" y descubrimos que Izal también pueden hacer actos más serenos y contenidos con una emotividad mucho más veraz de lo habitual en sus grandes éxitos. Es esta "Pausa" el verdadero caramelo del conjunto, la joya escondida (aunque ellos mismos quisieron resaltarla al convertirla en avance del disco reforzando así su singularidad).
"Santa Paz" quiere salirse también de su estructura tradicional acercándose al mal llamado rock latino, pero naufraga recordándonos más a Juanes que a Zoé. Remontan el traspiés con"Canción para nadie", que nos remite más que nunca a Vetusta Morla, y con "La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo" pretenden llevarnos a una reflexión existencial con ecos a David Bowie, pero aunque consiguen transmitir más que con otras canciones del conjunto, puede llegar a sonar algo impostada. El disco concluye con una triada contundente y resolutiva. "El Temblor" comienza con un piano que parece sacado del "Nocturnal" de Amaral y con su crescendo se convierte en una de las canciones más interesantes de las aquí presentadas. "Temas Amables" intenta disfrazar la característica voz de Mikel Izal utilizando el recurso del falsete sin llegar a perder credibilidad, y terminan por todo lo alto con la fuerza de "Variables", una canción breve de estructura y apariencia más sencillas donde demuestran ser mucho más sugestivos que con proyectos más grandilocuentes.
Por supuesto que este disco se convertirá en un éxito y con él construirán una gira de altura, pero apenas hay matices que desentonen en estas once canciones para hacernos creer que Izal son un producto demasiado previsible. Reconozco que es el disco con el que más he empatizado con el quinteto, pero aún confío en que lleguen a sorprenderme quizá con algo más minimalista. Pueden hacerlo y estaré a la espera para encontrarme con un gran grupo, pero que en este momento necesita más "autocrítica" que "autoterapia".