WiZink Center, Madrid. Lunes, 9 de abril del 2018.
Por: Oky Aguirre
Ahí estaba yo, en el Palacio de Deportes de Madrid, hace un cuarto de siglo, viendo a un tal Joe Satriani reemplazando a Ritchie Blackmore como guitarrista principal de Deep Purple, en una noche inolvidable en la que interpretó todos los registros del mítico "Made in Japan". 25 años después, me veo en un Wizink Center bastante desangelado para un evento eléctrico que lo peta en otros continentes, el G3.
Este neoyorquino tuvo el siglo pasado la genial idea de juntar a tíos que se ganan la vida como los ciclistas, a base de pedales, cuyo amor hacia un amplificador es sólo comparable a las curvas de su querida e inseparable pareja de las seis cuerdas, creando una marca que los amantes y tocantes de la guitarra siempre agradeceremos: el G3, proyecto concebido en 1996 para la exaltación y lucimiento de invitados como Robert Fripp, Eric Johnson, Steve Vai, Michael Schenker, Steve Lukather o Yngwie Malmsteen, siempre acompañados por este alien ausente de pelo, gafas y manos a lo Ray Charles, con las que llega a sonidos increíbles, donde reside lo más atractivo e interesante, ya que la ausencia de palabras en casi todos los temas de las más de tres horas de noche, nos permite gozar del virtuosismo tanto de sus manos como de sus composiciones. Y es ahí donde hay que convertirse en un camaleón. Ya seas el que toca o el que escucha. Fuera prejuicios. Aquí hay que enchufarse, como los "electroduendes", personajes que parece conocer bien Uli Jon Roth, componente original de Scorpions, ataviado como un duendecillo, que fue el primero en salir con una guitarra, quizá fabricada por él, con la que hizo un precioso y largo "Sky Overture". Le acompañaban cinco musicazos con los que alternó algún tema, lo más flojito de la noche, de su época dorada de Scorpions, junto con un olvidable recuerdo a su hermano fallecido. Lo arregló con un "Sun in My Hand", blues salvaje, limpio y contundente, que fue lo primero que me escuché al llegar a casa. Otra cosa fueron los diez minutos que dedicó a intentar "operar" a su guitarra, sin anestesia, pues los sonidos –ballenas, sirenas, gritos, yo que sé…- que salían de todos esos amplis fueron una auténtica delicia para los sensibles a lo eléctrico.
Con imágenes de galaxias comenzaba John Petrucci una actuación que pareció una sinfonía. Sólo la presencia y forma de tocar de este barbudo de Dream Theater –como sentado en un taburete- hacen falta para despojarle a uno de manías hacia géneros desmesurados como el "metal progresivo". El formato power trio, Mangini (batería) y La Rue (bajo) adquiere momentos memorables con temazos como "Wrath Of The Amazons", "Jaws Of Life" o "Damage Control". Tan sólo hubo una canción que se pueda englobar dentro de los cánones establecidos, una "The Happy Song" que le aproxima a sonidos más terrestres. Con un "Glasgow Kiss" final, cercano a los doce minutos, cerró la segunda actuación, mucho más celebrada que la primera, dejando claro por qué este "osito" guitarrero –me recuerda a los Bear de Canned Heat- está entre los mejores del mundo. ¡¡Vaya bestia parda!!
Pero sabíamos lo que iba a pasar después, que además es el título del último disco de Joe: "What Happens Next". Lo que pasó es que por fin aparecieron los temas que diferencian a los grandes de los gigantes, los que crean un sonido propio, sustituyendo palabras por momentos electrizantes, como su apertura encadenando con dos de sus más recientes apuestas. "Energy" y "Catbot", en donde no ha perdido ese don para construir verdaderas joyas para las seis cuerdas, donde virtuosismo controlado, energía, convicción y elegancia conforman una auténtica sensación del "estar enchufado". "Thunder High on The Mountain" es un monumento que en directo minimiza su escucha en digital y con "Cherry Blossoms", de lo mejor que ha hecho en años, se sacó un sonido a lo Santana que desbordó mi oído derecho. "Super Funky Badass", "Satch Boogie"
y "Cataclysmic" continuaron con un derroche total por parte de una banda compenetrada al máximo, donde todos se lucieron, cerrando con dos de los temas de su "Surfing With the Alien", disco que hace 30 años le servía de presentación al mundo para quedarse. "Circles" y "Always With Me, Always With You", donde el soul nunca pudo sonar con más "corriente", cerraron la parte solista para dar paso a la jam sesión que caracteriza a este G3, donde los tres protagonistas juntaron sus guitarras para el "Inmigrant Song" de Led Zeppelin, "All Allong The Watchover" de Dylan-Hendrix y, como no podía faltar ese hechizo que siempre supone escuchar el "Highway Star", como hace 25 años.