Sala Hangar, Córdoba. Viernes, 9 de febrero del 2018
Texto: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
Cumplir diez años en la carretera, o más exactamente, una década como músico emancipado, dueño y señor de tu propia carrera y compositor casi único de tus canciones no es nada que importe demasiado a quienes se mantienen ajenos a tu evolución como artista, pero si eres de los que intenta apreciar el trabajo de esos creadores que parecen ir por libre, que siempre están ahí aunque no lo parezca, y que cuando echas la vista atrás y repasas tu discoteca descubres que tienes bastantes de sus discos en un lugar destacado. El que reservas a los grandes momentos en que las canciones hablan de ti y de las cosas buenas y menos buenas que te han ocurrido. A una ocasión tan especial había que buscarle un nombre no menos peculiar, y The New Raemon, el proyecto que capitanea el inquieto Ramón Rodríguez desde 2008, tiene la suficiente imaginación para titular esta gira "Quema la memoria", en un juego de palabras evidente y explícito con el devenir de su música y sus propios recuerdos.
A la sala Hangar, en el núcleo del nuevo pop cordobés, llegó acompañado por la banda de siempre levemente reformada con la incorporación al bajo del gran Miquel Sospedra (una de sus más recientes colaboraciones, por dar más datos, es "Transilvania" del no menos grande Josele Santiago). Es decir, Pablo Garrido a las guitarras eléctricas, Salvador D’Horta a la batería y Marc Prats a los teclados, siempre con la acústica del propio líder como base. Pero la gran novedad mayor es la que aporta el señor Marc Clos, un corista y percusionista simplemente espectacular que da color y sabor a los arreglos de directo, algunos bastante brillantes, de unas canciones que ya tienen vida propia desde hace años. Cencerros, panderetas, cascabeles, maracas y un xilófono que ocupa casi la mitad del escenario adornan un concepto musical enriquecido en la que probablemente sea la mejor gira que la banda al completo ha realizado hasta el momento. Solo trece ciudades serán testigos de ello, y el agradecimiento por habernos contado entre ellos hace que lo viéramos más desde un punto de vista sentimental que artístico. Porque, hay que insistir, los discos de The New Raemon han sido y son muy importantes para entender la conjunción entre el más reciente pop hecho en España y el folk visto desde una óptica de cantautor, una adaptación que en su caso ha alcanzado cotas de perfección altísimas.
Algunos ejemplos: "La cafetera", sencilla e impresionante apertura; "Sucedáneos", un tema con el que muchos descubrimos que este solista merecía otra vida mejor que la que tenía al frente de Madee; "Lo bello y lo bestia", autodestructiva confesión con los teclados y guitarras conduciendo la melodía; "Oh rompehielos", cabeza de lanza de uno de sus más celebradas grabaciones; "Una historia real", abundando en lo florido de su reciente producción; o "Reina del Amazonas", bellísima oda al romanticismo que no lo parece en absoluto, lo cual aumenta su valía. Solo unas muescas de un arsenal lírico envidiable que da en el blanco de la ternura con "Te debo un baile", devolviendo el fuego que encendieron Nueva Vulcano en la versión original y que ahora prefiere entregar casi desnudo de recursos ante el público, seguro de que solo su voz y seis cuerdas bien afinadas pueden conseguir mucho. Demasiado, podría decirse, tanto que cuando escuchamos "El fin de la resistencia", otra efusiva declaración de bienes, solo podemos anhelar que en los próximos diez años florezcan aún más las plantas que empezaron a germinar cuando alguien te dice aquello de "he caído en la cuenta de que tú también sufrías por no haberte amado como tú lo demandabas". La cosa es que antes ya caímos rendidos ante los poderes de temas enormes como "Hundir la flota" o "Estupendamente", repartidos en los primeros pasos de una discografía impecable. Lo bueno parece continuar, pues la pieza inédita que ha ensayado para la ocasión, "Retrofuturo", no suena ni mucho menos a retroceso.
El final esperado con la que para muchos fue la primera toma de contacto con su música, la maravillosa "Tú, Garfunkel", solo es el principio de un futuro aún más esperanzador. El disco recopilatorio que les sirve de excusa no solo es de adquisición obligada, por el libreto que lo acompaña y un diseño cuidadísimo, sino que es la ilustración perfecta del perfil artístico de un músico dotado de un toque especial, que solo unos pocos tienen y otros cuantos, siempre escasos, disfrutamos. La memoria no quema, solo deja rescoldos de recuerdos que volverán a arder con el próximo concierto.