Por: Kepa Arbizu
La historia nos ha demostrado ya con suficiente insistencia que la música negra -como ente global y de múltiples ramificaciones- ha tenido, y tiene, en intérpretes blancos, y no necesariamente estadounidenses, representantes de un altísimo nivel y a la postre de fuerte significación. A pesar de la pérdida reciente de dos iconos contemporáneos del género como Charles Bradley y Sharon Jones, todavía nos queda, dentro del segmento no afroamericano, otro de los puntales aparecido en los últimos años como es James Hunter, procedente de las Islas Británicas. Y no solo eso, sino que le tenemos de vuelta con un nuevo disco, "Whatever It Takes", y además enamorado, una consideración que puede sonar baladí e incluso amarillista pero que ni mucho menos lo es, ya que ese hecho se convierte en su leitmotiv.
Tal y como ya hiciera para su anterior trabajo ("Hold On!"), de nuevo ha vuelto a contar con la factoría Daptone Records para su publicación, lo que incluye evidentemente la presencia del productor Bosco Mann. En este caso el barniz elegido con el que dotar a estas nuevas diez canciones que forman el conjunto es el de un sonido más sobrio, menos metálico, en definitiva mucho más “retro”, algo en buena parte gracias a un proceso de grabación analógico, vetusto sistema que colabora en dicho fin. Un detalle que aunque en realidad tampoco signifique ningún cambio reseñable respecto a lo ofrecido por el inglés hasta el momento, sí coopera en la elaboración de un concepto global enfocado hacia un perfil musical más melódico y retenido, y a pesar de eso igual de directo y preciso.
La manifestación que siempre ha adoptado James Hunter ha tendido a sustentarse sobre, y por personificarlo en dos nos nombres de innegable resonancia, los mundos sonoros adscritos a Sam Cooke y/o Ray Charles. En esta ocasión concreta la balanza se ha inclinado ligeramente hacia el espacio que ocupa el primero, lo que nos sitúa a grandes rasgos en un soul más delicado, lo que entronca bastante bien con la luna de miel emocional en la que está inmerso el inglés. Así precisamente el álbum se abre con un "I Don't Wanna Be Without You", marcado por dichos conceptos y en los que el delicioso trabajo instrumental ahonda en dichas sensaciones al marcar una cadencia de influjo latina. La continuación de la mano de "Whatever It Takes" simplemente materializa un leve incremento en la intensidad sobre los mismos mimbres, unos que más adelante adoptarán aspecto acústico, como sucede en la agradable "I Should've Spoke Up" o en "How Long", donde la aparición de los juegos vocales y el tono gospel le sitúa cercana a aquellos Soul Stirrers.
Obviamente el rhythm and blues también tendrá su cuota, y trascendencia, en este disco, como no podía ser de otra manera. Quizás aparezca expresada con menos vehemencia e incluso en una menor cantidad, pero su espíritu no abandona jamás el alma del británico. Será con "I Got Eyes" cuando imponga ese ritmo trepidante, aunque sosegado en su ejecución y orientado hacia un sentido más sentimental, en el que se descolgará además con “gritos” y ademanes a lo James Brown mientras que en "Don't Let Pride Take You for a Ride" deja asomar el buen aprendizaje del maestro Ray Charles. "Blisters" supone con toda seguridad el tema que despunta entre los demás, no solo por su carácter instrumental sino principalmente por su sonido eléctrico y punzante, ubicando directamente el mapa en la escuela texana de Freddie King o Johnny Copeland en su expresión guitarrística.
A la música de raíz negra tendemos a asociarla con el relato de las miserias y quejidos de los corazones rotos, pero James Hunter con este nuevo disco ha demostrado que también una voz rasgada como la suya puede ser entonada para reflexionar, sin caer ni mucho menos en acaramelamientos baratos y sí en un esperanzador realismo, sobre la llegada del amor auténtico. Tanto es así, que el británico ha firmado una obra que desde luego está llamada a disputarse el trono entre las más destacadas del autor.