Sala La Riviera, Madrid. Jueves, 15 de febrero del 2018
Por: Oky Aguirre
Esa esquinita de La Riviera, cuántos buenos momentos nos ha dado, con su gran palmera jodiéndote eternamente. Allí me guiñó el ojo Georgie Fame, la misma noche que Sir Van Morrison me tocó la mano; Paul Weller me dedicó acústicamente el "Wild Wood", en el mismo escenario en que Cornershop bordaron "Brimful of Asha" o que pisó Ben Harper con la guitarra apoyada en sus rodillas. Todos tenemos nuestros locales donde surge la magia. Me encantaría, pero no hablo del Blue Note de Nueva York; prefiero el Razzmatazz en Barcelona o La Riviera en Madrid. Aguantan "nuestros" años, lo que significa que puede soportar a toda una sala repleta de "viejóvenes" (gran aportación de los Muchachada a esta causa de la nostalgia perdida). Me encontré a un antiguo amigo cincuentón (Juanfran) justo en esa esquina a pie de escenario; a dos metros de un teclado y un micrófono de pie, únicas herramientas que necesitaron Paul Humphreys (teclados) y Andy McCluskey (voz y bajo), juntos otra vez, para dejar uno de los conciertos más esperados en la capital en décadas. Uno ya está trillado en esto, y con casi 50 años más vale pájaro en mano que….. me refiero a las canciones; las tuyas, que te acompañan desde tu infancia o adolescencia; las que sonaron mientras te dabas tu primer o último beso o ponías en tu radio-cassette del coche, siempre acompañado de amigos, familia, novios/as, o con tu canción favorita. OMD sonaba y suena en tu coche si tienes más de 40 años; y también si te gustan LCD Soundsystem; The XX o The Killers, herederos del sonido "Maniobras Orquestales en la Oscuridad".
Marta “Hammond” Ruiz (Sex Museum) nos recibió creando una atmósfera que ya quisieran algunos/as. Pelo rubio tapando su cara, enfrentada a toda una caja mágica de micrófonos, mesas y teclados diminutos, de donde salían sonidos que, pareciendo imprevisibles, esconden horas y horas de excelente producción, que con su sola presencia en el escenario, llena de bártulos, calentó con musicón una sala medio llena que conectó enseguida y que a algunos nos llegó a recordar a Beth Gibbons de Portishead.
Con su disco 12+1 "The Punishment of Luxury" vuelven haciendo lo que siempre han hecho: posicionarse en unas listas que nunca han abandonado (las críticas lo sitúan como uno de los grandes discos de este año); prolongando sus creaciones a través de los años, conscientes de la importancia que un simple acorde o melodía puede trascender en una vida. Ahí es donde entran los hermanos mayores; los que te hacían encajar todo tipo de música y no cerrarte en un par de géneros. O lo que es lo mismo: mientras tú estabas con los Creedence o The Band, Marley o Sam Cooke, con sus bajos-baterías-guitarras; en tus manos cayeron esos discos, con portadas y nombres sugerentes, que dibujaban sonidos del espacio. No comprendías por qué, pero lo aborrecías o te enganchaba. Siempre hay que escuchar a los mayores.
"Sold Out" varios meses antes dieron lugar al acontecimiento que vivimos. Quizás movidos por la búsqueda de ese "Enola Gay", posiblemente la canción más radiada de la historia, que sonó al final y que bien valen los cuarenta euros por una entrada hoy en día. Otra cosa es saber que has asistido a un evento irrepetible, donde un par de tíos son capaces de hacerte viajar a los lugares más íntimos -la voz de Andy, con 60 años, llega a sitios imposibles, igual que esos arrebatadores bailes, con bajo incluido, desacompasados pero llenos de sentimiento-.
Sonó "The Punishment of Luxury", que nos llevó de lleno a esos ochenta que parece ser siempre están de moda, disco que contiene dos absolutas obras maestras: "Ghost Star" y "One More Time", que ya están empatadas con cualquiera de sus antiguas creaciones, en discos cumbre como "Architecture & Morality" o "Dazzle Ships", baladas al estilo de estos arquitectos de armonías, con voces cercanas a Brian Wilson o Kevin Rowland. La absoluta disposición al baile la pusieron con "Isotype", temazo que ya debe estar en las cajoneras de cualquier DJ con buen criterio, el mismo que tuvieron al alternarse en sus tareas, cuando Paul Humphryes cantó una preciosa joyita escondida de su último trabajo, "What Have We Done", con claros olores a aquéllos Flying Pickets.
Fue una auténtica noche de "Back to Our Roots", con sus pioneros y creadores; una vuelta a las raíces que gente como Kraftwerk, Depeche Mode, Joy Division, Yazoo, Ultravox, New Order o Human League han tenido en nuestras vidas, que personas como nosotros resumimos en simples canciones. A veces parecías estar en una sala pequeña, en el típico concierto de bar, y otras en el más gigantesco de los estadios. "Joan of Arc", "Maid of Orleans", "Souvenir", "Tesla Girl", "If You Leave", incluso un sonrojante "Locomotion", y por supuesto "Enola Gay", que puso fin, con coros futboleros incluidos, a una noche que dará más valor a esa entrada que todos guardamos como coartada o salvoconducto, para demostrar que siempre estaremos ahí, en busca de recuerdos.
Por: Oky Aguirre
Esa esquinita de La Riviera, cuántos buenos momentos nos ha dado, con su gran palmera jodiéndote eternamente. Allí me guiñó el ojo Georgie Fame, la misma noche que Sir Van Morrison me tocó la mano; Paul Weller me dedicó acústicamente el "Wild Wood", en el mismo escenario en que Cornershop bordaron "Brimful of Asha" o que pisó Ben Harper con la guitarra apoyada en sus rodillas. Todos tenemos nuestros locales donde surge la magia. Me encantaría, pero no hablo del Blue Note de Nueva York; prefiero el Razzmatazz en Barcelona o La Riviera en Madrid. Aguantan "nuestros" años, lo que significa que puede soportar a toda una sala repleta de "viejóvenes" (gran aportación de los Muchachada a esta causa de la nostalgia perdida). Me encontré a un antiguo amigo cincuentón (Juanfran) justo en esa esquina a pie de escenario; a dos metros de un teclado y un micrófono de pie, únicas herramientas que necesitaron Paul Humphreys (teclados) y Andy McCluskey (voz y bajo), juntos otra vez, para dejar uno de los conciertos más esperados en la capital en décadas. Uno ya está trillado en esto, y con casi 50 años más vale pájaro en mano que….. me refiero a las canciones; las tuyas, que te acompañan desde tu infancia o adolescencia; las que sonaron mientras te dabas tu primer o último beso o ponías en tu radio-cassette del coche, siempre acompañado de amigos, familia, novios/as, o con tu canción favorita. OMD sonaba y suena en tu coche si tienes más de 40 años; y también si te gustan LCD Soundsystem; The XX o The Killers, herederos del sonido "Maniobras Orquestales en la Oscuridad".
Marta “Hammond” Ruiz (Sex Museum) nos recibió creando una atmósfera que ya quisieran algunos/as. Pelo rubio tapando su cara, enfrentada a toda una caja mágica de micrófonos, mesas y teclados diminutos, de donde salían sonidos que, pareciendo imprevisibles, esconden horas y horas de excelente producción, que con su sola presencia en el escenario, llena de bártulos, calentó con musicón una sala medio llena que conectó enseguida y que a algunos nos llegó a recordar a Beth Gibbons de Portishead.
Con su disco 12+1 "The Punishment of Luxury" vuelven haciendo lo que siempre han hecho: posicionarse en unas listas que nunca han abandonado (las críticas lo sitúan como uno de los grandes discos de este año); prolongando sus creaciones a través de los años, conscientes de la importancia que un simple acorde o melodía puede trascender en una vida. Ahí es donde entran los hermanos mayores; los que te hacían encajar todo tipo de música y no cerrarte en un par de géneros. O lo que es lo mismo: mientras tú estabas con los Creedence o The Band, Marley o Sam Cooke, con sus bajos-baterías-guitarras; en tus manos cayeron esos discos, con portadas y nombres sugerentes, que dibujaban sonidos del espacio. No comprendías por qué, pero lo aborrecías o te enganchaba. Siempre hay que escuchar a los mayores.
"Sold Out" varios meses antes dieron lugar al acontecimiento que vivimos. Quizás movidos por la búsqueda de ese "Enola Gay", posiblemente la canción más radiada de la historia, que sonó al final y que bien valen los cuarenta euros por una entrada hoy en día. Otra cosa es saber que has asistido a un evento irrepetible, donde un par de tíos son capaces de hacerte viajar a los lugares más íntimos -la voz de Andy, con 60 años, llega a sitios imposibles, igual que esos arrebatadores bailes, con bajo incluido, desacompasados pero llenos de sentimiento-.
Sonó "The Punishment of Luxury", que nos llevó de lleno a esos ochenta que parece ser siempre están de moda, disco que contiene dos absolutas obras maestras: "Ghost Star" y "One More Time", que ya están empatadas con cualquiera de sus antiguas creaciones, en discos cumbre como "Architecture & Morality" o "Dazzle Ships", baladas al estilo de estos arquitectos de armonías, con voces cercanas a Brian Wilson o Kevin Rowland. La absoluta disposición al baile la pusieron con "Isotype", temazo que ya debe estar en las cajoneras de cualquier DJ con buen criterio, el mismo que tuvieron al alternarse en sus tareas, cuando Paul Humphryes cantó una preciosa joyita escondida de su último trabajo, "What Have We Done", con claros olores a aquéllos Flying Pickets.
Fue una auténtica noche de "Back to Our Roots", con sus pioneros y creadores; una vuelta a las raíces que gente como Kraftwerk, Depeche Mode, Joy Division, Yazoo, Ultravox, New Order o Human League han tenido en nuestras vidas, que personas como nosotros resumimos en simples canciones. A veces parecías estar en una sala pequeña, en el típico concierto de bar, y otras en el más gigantesco de los estadios. "Joan of Arc", "Maid of Orleans", "Souvenir", "Tesla Girl", "If You Leave", incluso un sonrojante "Locomotion", y por supuesto "Enola Gay", que puso fin, con coros futboleros incluidos, a una noche que dará más valor a esa entrada que todos guardamos como coartada o salvoconducto, para demostrar que siempre estaremos ahí, en busca de recuerdos.