Por: Àlex Guimerà
Nos dejó flipados hace un par de años con su debut "Dolls of Highland", un álbum que tuvo un proceso de elaboración que se alargó hasta ocho años. Con un vozarrón impagable y un sonido de rock clásico que fusionaba al Bowie glam con el Dylan pasional de mediados de los setenta, pero que bebía además de otras sonoridades de aquella década, y también de ciertos tonos cabareteros. Luego durante el año pasado sacó "Girl Crazy", una compilación de versiones de temas de mujeres como Cher, Patsy Cline o Patti Smith. Entre medio singles como "Before The Wall" donde criticaba a su presidente Donald Trump o una sublime versión de "Chelsea Hotel # 2" de Leonard Cohen.
Ahora, sin apenas descanso, publica su segundo álbum de composiciones propias "Full Circle Nightmare", al que se han puesto las expectativas demasiado elevadas. Unos nuevos diez cortes que vienen empaquetados en una portada que recuerda en colores a la del "The Basement Tapes", pero que presenta al de Louisiana en un pub, lo que viene a anticipar el sonido tabernero que impregna un álbum que huele a whiskey y a cerveza.
Grabado en estudio (Portland) en directo con la banda y bajo la producción de Chris Funk de The Decemberists, fue mezclado posteriormente por Trevor Spencer (Father John Misty, Jonathan Wilson, Fleet Foxes). El disco no contiene las trompetas de su antecesor, en su lugar encontramos pianos honky tonk, panderetas, hammonds de otras épocas, guitarras de siempre y de nuevo con Craft volviendo a sacar el corazón al cantar.
Uno de los grandes momentos del plástico lo encontramos enseguida con "Fever Dream Girl", con una melodía triunfalista y pegadiza digna de "Dolls of Highland". Otra memorable es "The Rager", un encantador medio tiempo que hace de la simpleza su atractivo. Luego nos sigue atrapando con desgarros al piano ("Heartbreak Junky"), esplendorosos folks rockerizados ("Exile Rag"), puro glam ( "Belmont (One Trick Pony)" y "Full Cricle Nightmare") o sonidos irlandeses de un "Bridge City Rose" que nos trae a la cabeza al Dylan del "Blood On The Tracks" y el "Gold Calf Moan" a su idolatrado Father John Misty, a no ser por la rabia con la que la canta, una rabia que desaparece en la íntima "Slick & Delta Queen", donde al fin reina la calma.
Un retorno que, aún sin alcanzar las cotas del pletórico debut a nivel compositivo, llega a convencer con las escuchas y con el que uno se queda con las ganas de poder ver en directo al tipo en cuestión, a poder ser en un pub cerveza en mano.