Por: Oky Aguirre
Nunca he estado en Irlanda, pero soy de allí. Nací en Innisfree a los 12 años cuando vi "El Hombre Tranquilo" de John Ford, llenando mi vida de colores y música. ¿Qué carajo tiene esta isla que hechiza sin conocerla? Sobre todo, música y trovadores. Hace mucho tiempo que Glen Hansard es uno de ellos, primero formando parte de aquéllos Commitments, esa memorable película de Alan Parker (1991), en donde unos blanquitos dublineses iban en busca del "Santo Grial", que no era otra cosa que el "Black Sound"; y vaya si lo consiguieron. Antes de ganar el Oscar en 2007, con "Falling Slowly", ya había fundado The Frames, grupo que aquí no suena pero que allí siempre ha estado bien considerado (celebró 25 años como banda en 2015), y el dúo The Swell Season junto a Markéta Irglová, protagonista junto a Hansard del film "Once", otra película rodada en Dublín, que es un canto al amor y a los músicos callejeros, uno de los grandes valores de este artista, que con dos discos, "Rhythm and repose" (2012), con la inolvidable "Bird of Sorrow" y "Didn´t He Ramble" (2015), nominado al Grammy, inscribió su nombre en el Hall of Fame de estrellas irlandesas, con el permiso de sus adorados Van o Shane MacGowan, en cuyo concierto homenaje, por sus recientes 60 años, nos regaló, junto a Lisa O´Neill, la canción navideña por excelencia, "Fairytale of New York", por cierto, favorita de un tipo de Minnesota con un Nobel encima de su televisor, que en su última visita a Dublín, en mayo del pasado 2017, removió hasta Ballyshannon para poder conversar con uno de sus más admirados songwriters. Es lo que tiene Irlanda…
Y entonces llegó “Gold”, introducida en una escena en la mencionada "Once", que da sentido a los que pensamos que la música no está sólo para bailar. Cuando escuché esta canción sabía que este tío solo podía ser de la misma tierra que Van, que por entonces no hacía más que sacar bandas sonoras para ascensores. Cuando pedíamos a gritos recordar aquéllas baladas sinceras, con sus enigmáticas portadas -"St. Dominic´s Preview", "Into the Music" o "Astral Weeks"- el viejo prefería esconderse en gafas y sombreros, ahogando su aire, y nuestra paciencia muchas veces, en conciertos sonrojantes en precios, abundantes en la escasez de minutos y con arreglos jazz para geriátricoss. Todo admirador de Sir Van ha pasado por su década negra: 2006-2016 . Si recuerdas alguna canción destacable entre el "Pay the Devil", "Keep it simple", "Born to Sing: No Plan B" o "Keep me singing", quedamos y argumentamos. A mí me sirvió para encontrar el eslabón perdido de las sensaciones; ese instante que en nuestros melómanos corazones pudiera suplir el vacío emocional que las canciones requieren. Glen Hansard llegó en el momento justo; para llenar ese espacio vital que muchos buscábamos en los versos cantados, en donde se valora más la frase que el acorde, cuando los silencios adquieren otras categorías. Las mismas que desprende el tercer disco de este irlandés, convirtiendo la humildad en obra de arte.
Ahora nos llega "Between Two Shores", gestado durante seis años y producido por primera vez por el propio Glen, en cuyo título podemos vislumbrar sus intenciones: entre dos orillas. Seguir siendo fiel a su estilo, nacido y acunado en las calles, acústico e intimista, susurrante y grandioso en hacer crecer nuestras “"souls", partiendo de una construcción simple en sus melodías, generalmente "in crescendo", de menos a más, y avanzando poco a poco hasta esa emoción, que precisamente se olvida en el primer corte, donde los vientos y ritmos bailables toman protagonismo, con un "Roll On Slow" que juega al despiste –o nos devuelve al "Mustang Sally" de los Commitments- para lo que uno quiere encontrar. En la música hay que ser constante, creyente o paciente, sobre todo en conceder el tiempo necesario para otorgar a un disco si es bueno o malo, siempre basándote en tu intuición, que jamás debe ir unida a una Wikipedia.
Por eso no buscarás las evidentes similitudes en "Setting Forth", que según palabras de Hansard "aborda temas de duda en un momento en el que es imposible no estar plagado de incertidumbre", con el comienzo del "Into the Mystic" de Morrison. O que en "Why Woman" haya cogido un poquito del "Wild Horses", dotándolo de una atmósfera en la que te sientes reconocible con los "putos" Stones en pleno 2018. ¿Eres de los que te enervas al oír acordes de canciones claramente reconocibles, como el "Wish you were here" de los Pink Floyd? Entonces "Wreckless Heart" no te gustará en su comienzo, pero sus teclados Hammond te atraparán en un futuro. Al igual que el resto de las diez canciones, donde musicalmente un "Lucky Man" te puede convertir en el tipo más afortunado de Europa, para llevarte con acordes George Harrison a la más absoluta de las miserias con "One Of Us Must Lose". Y sobre todo, ¿qué te importa si, de repente, "Time Will Be The Healer", te recuerda a Ben Harper, y reconoces en su letra "una súplica esperanzada a un amante abandonado que también habla sobre el camino a seguir en el clima social actual", en palabras del irlandés?
¿Qué tiene Irlanda, que atrapa? Como diría Van Morrison: “It's all in the game/You know what they're writing about” (Todo está en juego, sabes de lo que están escribiendo).