Por: Javier Capapé
Una vez más el lanzamiento de un disco de U2 vuelve a generar controversia y a cuestionar su necesidad a estas alturas de la película. "Songs of Experience" no aporta toda la innovación y experimentación que nos prometía. Puede que no sea un disco necesario y que termine quedando en el olvido. Además, por mucho que nos empeñemos, Bono y compañía no van a volver a su época dorada, pero no por eso podemos dar una opinión sin detenernos a escucharlo. A los irlandeses hace tiempo que se les achaca no entregar un disco del nivel de "Achtung Baby", pero es que esa es su obra cumbre. Es como si pidiéramos a los Rolling Stones que volvieran a parir "Let it Bleed". Dejemos ya de lado ese afán por despreciar los nuevos lanzamientos de los grupos que tienen aura de clásicos y vayamos a lo que importa, a sus canciones. Tras veinte años desde su último disco con cierto riesgo, U2 intentan repetir hazaña con este "Songs of Experience", y aunque queda lejos de aquel "Pop" y más aún del imprescindible "Zooropa", con esta última entrega el cuarteto se desvía algo del sendero cómodo que venían recorriendo desde que comenzase el siglo XXI (con la excepción de algunos pasajes de aquel "No Line on the Horizon" de 2009). Si asumimos de una vez que los U2 que escribieron "One", "Where the streets have no name", "Pride" o "Sunday bloody Sunday" no volverán, podemos disfrutar este disco como una colección de canciones con cierto atractivo, a pesar de que en ellas también encontremos algunos tropiezos. Este "Songs of Experience" puede que sea lo más granado del cuarteto desde que publicasen "All that you can’t leave behind", y definitivamente es más interesante que su hermano "Songs of Innocence".
Ahora bien, ¿deberían U2 olvidarse de nuevos lanzamientos y dedicarse en exclusiva a giras repetitivas plagadas de grandes éxitos? Sinceramente creo que siempre es más respetable realizar giras con las que presentar nuevas canciones. Nos gusten más o menos. Y eso es algo que la banda no ha dejado de hacer. Sus nuevos discos son criticados y se pone en duda su credibilidad, pero demuestran en directo que siempre hay hueco para defender sus nuevas composiciones y que no se limitan a entregar un espectáculo calcado año tras año (aunque sí grandilocuente). Podemos cuestionar sus nuevas canciones, decir que nunca serán lo que fueron, que Bono se ha convertido en una caricatura de sí mismo, pero lo que no podemos decir es que se acomoden y vivan exclusivamente de rentas. La única vez que salieron de gira sin nuevo disco fue este verano para conmemorar los treinta años de "The Joshua Tree" y, sinceramente, yo prefiero una gira con canciones nuevas que me demuestre que el grupo no se detiene, aunque a veces sus pasos no sean los más acertados.
Así que, si dejamos los prejuicios inevitables a un lado y escuchamos estas trece nuevas canciones con buena disposición os aseguro que se pueden encontrar unas cuantas ideas interesantes y, por encima de todo, ganas de seguir en la brecha. También hay sitio para algunos temas totalmente prescindibles y absolutos calcos de sí mismos que dejan bastante que desear. Y quizá lo más reprochable sea que intentan sonar actuales a pesar de que Bono no termina de encajar en su añorado papel mesiánico en este siglo XXI. Pero a pesar de esto, a U2 se les puede perdonar casi todo, siempre que en sus discos disfrutemos de algún tema inspirado. Es cierto que si este "Songs of Experience" hubiera tenido algunas canciones menos y hubieran asumido riesgos que descolocaran de verdad al oyente (si es que pueden hacer algo así después de bordarlo en discos como "Zooropa") se lograría un resultado más favorable, aunque nunca faltarían voces disconformes.
La intención de este álbum desde su arranque es complementar a su hermano mayor desde un enfoque más reflexivo, y lo consigue con esa introducción lenta que es "Love is all we have left", que atrae la atención del oyente gracias a esos posmodernos efectos de autotune (algo fuera de lugar en una banda de rock, todo sea dicho) para desembocar en "Lights of Home", mucho más inspirada y con cierto aire a nuevo clásico de la banda desde que abre con ese riff incisivo. El que fuera single de presentación, "You’re the best thing about me", reproduce todos los tics de una canción que parece potente (e incluso bailable en cualquier evento festivo), pero que se olvida rápidamente. Conseguirá alzar los brazos en sus conciertos, pero está vacía por dentro. Un desgastado cliché desprovisto de fondo. Con "Get Out of your own way" repiten la estructura que ya les funcionó en "Beautiful Day" y construyen un híbrido entre ese tema y el "Go your own way" de Fleetwood Mac. A mi parecer demasiadas similitudes con el pasado para un tema que nos conduce a la provocación en forma de rap de Kendrick Lamar en la introducción de "American Soul", que tras este tropiezo en sus compases iniciales, renueva aquel mal entendido single que fue "Get on Your Boots" (lo más cerca que U2 han estado de volver a descolocarnos deliberadamente, como en su día también hicieran con "Discothèque"). Sinceramente, y a pesar de las muchas críticas que recibió, yo me sigo quedando con el tema original de 2009.
Pasadas las primeras canciones y pudiendo comprobar a las claras que este disco se va a mover entre la nostalgia (intentando reproducir de forma más o menos fidedigna algunos de sus viejos éxitos) y el afán por sonar contemporáneos, llegamos a su bloque central con "Summer of Love", a la que le falta pegada y queda como un episodio prescindible que no termina de arrancar, y "Red Flag Day", otro intento de sonar a sí mismos pero renovados, ya que esta canción bien podría ser una vuelta de tuerca de "Sunday Bloody Sunday", aunque por supuesto queda a años luz de aquella. "The Showman" es sencillamente ridícula. ¿Dónde se ha quedado la dignidad de Bono y compañía al escribir algo así? Pero no hay que preocuparse, porque podemos pasar la pista y llegar a la recta final del disco donde se suceden sus mayores aciertos. En algunas de estas canciones finales vuelven a sonar (aunque algo lejanos, evidentemente) los ecos de los ochenta. La guitarra de The Edge parece aquella "infinite guitar" de "The Joshua Tree". Hasta Brian Eno podría estar detrás de "The Little things that give you away" o de "Landlady". Épica, grandilocuencia, pasión… estas canciones tocan todos los puntos que manejan a la perfección los irlandeses. Y lo hacen sonando de forma magistral gracias al buen hacer de su último gurú Jacknife Lee (al que también acompañan en esta aventura una plagada nómina de productores como Ryan Tedder, Brent Kutzle, Andy Barlow, Paul Epworth, Joylon Thomas o el siempre presente Steve Lillywhite), consiguiendo que en el último tramo de esta "experiencia" nos reconciliemos con ellos y volvamos a creerles una vez más. Hasta "The Blackout" nos hace pensar por un momento que hemos retornado a los noventa. Sin duda, una de las más potentes y logradas del conjunto aunque esté muy lejos de recoger el testigo de "The Fly". Después llega el turno de "Love is bigger than anything in it’s way" y volvemos a la cruda realidad de los U2 de este siglo. Intentando sonar contemporáneos introducen unos coros pasados por filtros de lo más insulsos que, aunque pretenden ponernos el corazón en un puño, no consiguen más que pedir a gritos que llegue la renovada versión de "Song for Someone" (aquí llamada simplemente "13"), poniendo punto y final a un disco amable, con menos riesgo del que prometía, pero coherente con el momento que vive el cuarteto. No hay sorpresas. Simplemente alguna canción más acertada que otra y el mismo espíritu magnánimo que les ha acompañado en estos últimos años.
No, "Songs of Experience" no nos va a dejar con la boca abierta y quizá dentro de unos años ni nos acordemos de las mejores canciones de esta colección. Pero al menos han cumplido con lo prometido. Han presentado un contrapunto a aquel "Songs of Innocence" y parece que han conseguido mejores resultados. Habrá que ver que se inventan ahora para su gira "Experience + Innocence" porque es aquí donde pretenden ganar de verdad nuestra aprobación. Hagan lo que hagan habrá de nuevo una lucha encarnada por conseguir entradas para su concierto madrileño y toda la prensa volverá a hablar de ellos. Pero evidentemente, el cuarteto irlandés que nos sedujo a todos en los ochenta y noventa no volverá. Quizá deberían recuperar las "big head" que diseñaron para el ZOO TV y esconderse tras ellas, no vaya a ser que veamos su sonrojo al presentar públicamente sus nuevas canciones.