Por: Kepa Arbizu
Superados, y merecidamente celebrados, ya los 25 años de historia, Doctor Divago recupera el paso presente a través de unas nuevas composiciones agrupadas bajo el nombre de "Complejo Alquería Frailes 13", el decimosegundo disco de los valencianos. Más de un cuarto de siglo al que siguen añadiendo capítulos que dibujan una trayectoria en continua definición bajo unas sugerentes y particulares características, convirtiéndoles en una especie única en el rock (y el pop) hecho en castellano.
Constituidos firmemente por una formación que los seguidores ya son capaces de recitar de memoria (Manolo Bertrán, Antonio Chumillas “Chumi”, Asensio Ros “Wally”, Edu Cerdá y David Vie), y que incluye por derecho propio a su inseparable productor Dani Cardona, se presentan ahora con un álbum que en su título homenajea la dirección de su sempiterno local de ensayo y lleva por portada el dibujo de un átomo, representación básica y esencial de cualquier elemento. Inducidos, o no, por la simbología desprendida de dichos elementos, el contenido se manifiesta bajo una energía y un nervio que avanza imparable con espíritu lozano al mismo tiempo que se muestra detallado y cuidado en la elaboración de su sonido.
Abrir fuego con el hedonista "Aún queda vino" se antoja toda una declaración de principios, ya sea por su mensaje vitalista como dado su contenido musical, un agitado rhythm and blues de pegadiza melodía en el que ya se visibiliza el esmero por los detalles instrumentales. La pólvora seguirá cubriendo su itinerario en diversas etapas, como por medio del atrevido punk, atravesado por la inconfundible y punzante armónica, que es "Sonámbulo"; el rockabilly de diversas frecuencias que transmite "Engáñame", cubierta de airadas fotografías de la realidad ("una vida es demasiado poco / pero puede llegar a volverte loco / en la ciudad donde trituran los recuerdos”) , o ese power pop, enigmático pero contundente y estandarte de la banda, presente en "Mi querido amigo". Incluso, pese al emocional soul-rock que practica, no resulta menos arrebatadora "Al cuarto día", incisiva e irónica diatriba contra la claudicación frente al vil metal.
Pese al evidente tránsito que la banda ha realizado paulatinamente, y sin aspavientos, a lo largo del tiempo a la hora de desenmarañar algo el concepto de su música, todavía siguen existiendo retazos que señalan hacia esas latitudes, por ejemplo las visibles en "El gemelo malvado", que recupera su contexto más insinuante, también en el aspecto lírico. Mantienen los tonos más vaporosos en el vigoroso "El viaje largo", que se intuye construido sobre un imaginario sonoro cercano a los interminables horizontes del western, o con "Todos los cielos son la misma vida", sumergida en el lado más nostálgico y evocador de su vitaminado pop.
La extensa biografía de Doctor Divago no se sustenta únicamente en sumar capítulos por el mero hecho de avanzar en el tiempo, sino que cada uno de ellos contiene una aportación, como mínimo notable, a su legado. Siempre plegados a unas -a estas alturas- identificativas formas, sin embargo es igual de obvia su paulatina evolución hacia esa mencionada relativa clarificación -sin perder nunca valor metafórico- de su propuesta. Insistiendo en ese lugar propio en el que están instalados y que significa el reflejo de una inquebrantable y destacada identidad, estas nuevas canciones se convierten en otro ejemplo brillante para ratificar esa perfecta dicotomía entre ritmos enérgicos y melodías insinuantes, que son tanto marca de la casa como acicates para seguir disfrutando plenamente de sus creaciones.