Sala Bikini, Barcelona. Miércoles, 27 de diciembre del 2017
Por: Àlex Guimerà
Quien piense que ir a un concierto de Mikel Erentxun es ir a recolectar canciones como "Cien Gaviotas" o "Jardín de Rosas" está muy errado. Y es que con más de treinta años de carrera en sus espaldas y nueve discos de estudio en solitario tiene mucho que ofrecer, máxime cuando sus dos últimas entregas muestran un músico enérgico, remozado y con rumbo acertado. Hablamos de "Corazones" (2015), gestado tras una crisis cardíaca del donostiarra y que dio motivo a una extensa gira que llegó a pisar tierras yankees, y "El Hombre sin sombra", con el que ha prolongado su vida en la carretera en una gira de presentación cuyo final anunciado tenía tres paradas: en Barcelona (27 de diciembre), Madrid (29 de diciembre) y Donostia (30 de diciembre), con estreno de canciones e invitados.
En la primera parada, en la sala Bikini, la banda salió puntual para abordar de entrada su nuevo éxito "Cicatrices", grabada con Maika Makovski a dos voces. Una pieza que muchos esperábamos para el final pero que sirvió para animar a un respetable que fue de menos a más, contagiado por la fuerza del escenario. Le siguieron otros temas de lo nuevo como "El amor te muerde los labios al besar", "Héroe" y "Llamas de hielo". Un inicio atronador con crescendos, melodías perfectas, mucha pasión y ambientes rockeros. De ello no solo tiene mérito las imponentes dotes escénicas y carisma del solista, sino también su banda de acompañamiento, con sus habituales Fernando Macaya al bajo y Karlos Aranzegui entregado como siempre a la batería y habilidoso con las escobillas y otros efectos rítmicos; ahora se les une una jovencísima y virtuosa Marina Iniesta a las guitarras, teclados y voces. Con un rasgado tan sucio como envolvente, la nueva incorporación dota a la banda de un sonido rockero muy actual y potente elevando las piezas como nunca.
Y tras el inicio con las nuevas canciones, una de las pocas concesiones al pasado con "Mañana" y su estribillo pegadizo con la que el público comenzó a despegar. Tras ella más canciones de "El Hombre sin sombra" como las baladas "Y sin embargo te quiero" y "Libélulas", o la pieza de letra triste "El principio del final", alternada con "Cartas de Amor", una desfigurada y electrizante "A un minuto de ti", y con rescates del penúltimo álbum como la espléndida "Ojos de miel", "Dakota y yo" -dedicada a su hija pequeña- y la dylaniana "Corazones", con la que acabó el set a todo gas.
Para la vuelta un Erentxun solitario interpretó "Si te vas" para luego dar paso a Shuarma , con quien dijo que habían compartido conciertos pero nunca encima del escenario. Con el rubio desaliñado lo clavaron en "Quién se acuerda de ti" alternando estrofas. Para un segundo bis las elegidas fueron la inédita "El abrazo del erizo", "El hombre que hay en mí", con su riff beatleiano, y "Arde Madrid", con la que dejó el listón demasiado alto.
Van pasando los años y el cantante de Duncan Dhu sigue allí, de lleno en sus 50, en plena forma y entregado a sus canciones y conciertos, reinventándose desde la madurez y renovando su amor al rock' n roll sin perder su sello ni identidad. Y, además, en su última versión nos aparece con buen rumbo y con gratas compañías. Auténtico.