Texto y fotografías: Javier Capapé
Entrega, emoción, entusiasmo, hermandad y ante todo felicidad. Esos son los mejores calificativos que podríamos adjudicar al protagonista de la velada zaragozana de este "Ex Tour", la última de las seis ciudades que ha visitado en España para la presentación de su más reciente disco "Expectativas". Apenas un año después de que el músico zaragozano presentara en su tierra aquel inolvidable "Mutaciones Tour", el pasado sábado regresó al Pabellón Príncipe Felipe de su ciudad con su último y más impactante espectáculo. Verdaderamente todos los que hemos podido asistir a alguno de estos conciertos en Santander, Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia o Zaragoza podemos considerarnos afortunados. El aragonés errante escala cada vez más cimas y ofrece conciertos más sólidos e impecables. Con una banda, Los Santos Inocentes, en estado de gracia y Enrique Bunbury más seguro y cerca de la realidad que nunca, el espectáculo del "EX Tour" volvió a demostrar que el zaragozano vive su mejor momento artístico y vital y lo está disfrutando como bien lo merece. La noche del sábado pudimos verle más emocionado que nunca y agradecido con un público que valora cada vez más a este artista que es emblema y orgullo para sus paisanos.
Con una puntualidad fuera de lo normal, el concierto arrancó con la introducción instrumental de "Supongo", la canción que cierra su último disco, de la que lamentablemente no pudimos escuchar su letra reveladora porque nada más salir a escena los siete músicos que arropan a Bunbury comenzaron con la arrolladora contundencia de "La Ceremonia de la Confusión" y ya no hubo forma de desengrasar esta perfecta máquina. Como era de esperar las primeras canciones de "Expectativas" abrían la velada y así "La actitud correcta" se mostró imparable tras un afectuoso saludo a un aforo prácticamente completo. No creo que sea baladí que no tardara en llegar "Porque las cosas cambian", un tema que tomaba una interpretación más directa en su significado al ver a Bunbury tan entusiasmado sobre las tablas. La pose ha quedado fuera y el artista se entrega sin máscaras, vestido de blanco, con la claridad como bandera y abandonando rápidamente sus gafas de sol para mirar cara a cara a su público, que asistía ensimismado a un show con un sonido excelente y una iluminación que deja con la boca abierta. Este espectáculo son palabras mayores. No le sobra ni le falta nada a nivel técnico. Es realmente muy difícil encontrar algo así, y no solo a nivel patrio.
"Cuna de Caín", coreada por todos los presentes al unísono a pesar de su juventud, dio paso a un tema que costó reconocer por su nuevo traje, pero que no dejó a nadie indiferente. Estoy hablando de "El Anzuelo", una canción que durante mucho tiempo había caído de su setlist pero que sonó perfectamente integrada en este repertorio más directo y sin concesiones. "Parecemos Tontos" también fue muy bien recibida, un clásico por derecho propio que a buen seguro permanecerá para siempre en su repertorio. Brillante y sobrecogedora. La noche prometía sorpresas y como el mismo protagonista advirtió, desde la gira pasada habían decidido abrir la caja de Pandora y rescatar algunos temas de Héroes del Silencio con nuevos tratamientos. Y sin más dilación sonó una casi electrónica "El Mar no Cesa", prácticamente irreconocible y totalmente inesperada, que hizo las delicias de los más fieles seguidores de la extensa carrera del músico, sobretodo cuando Jordi Mena se dejó la piel en su solo de guitarra final. "El Rescate" también se tiñó de un barniz posmoderno como ocurre en su más reciente disco, y fue en parte gracias a los arreglos de Santiago del Campo al saxo, el nuevo integrante de esta banda muy querido por muchos zaragozanos que conocemos la carrera de este otro gran músico de esta tierra que incrementa el potencial del conjunto con personales arreglos que aportan un nuevo y sofisticado aire al universo sonoro de Bunbury.
En esa línea de rock mayúsculo siguió otro de sus más recientes himnos, "Despierta", para dar paso a "El hombre delgado que no flaqueará jamás", una canción con la que siempre se ve disfrutar a esta banda, con Jordi Mena y Álvaro Suite crecidos con sus respectivas guitarras y el resto del grupo arropando a un Bunbury que hace suyas cada una de las palabras que se suceden en esta personal declaración de intenciones. "Hay muy poca gente" continúa en esa línea de camaradería plena con su grupo para llegar a "Más alto que nosotros solo el cielo", con la que podría decir que muchos de los presentes casi llegamos a tocar ese cielo del que habla. Mágica una vez más y absolutamente conmovedora. "Héroe de Leyenda", también con traje nuevo para la ocasión, fue otro de los regalos inesperados de la noche. Y ésta dio paso a una canción en la que se reivindicó como músico y persona que se implica y toma parte con la realidad que le rodea. "En bandeja de Plata" fue crítica, sin pelos en la lengua, demostrando que Bunbury y los Santos Inocentes no intentan esconder nada, simplemente muestran sus cartas siempre boca arriba, sin importar el qué dirán.
El tramo final se afrontaba con "Mar adentro", en una versión muy similar a la original, la confesional y siempre emocionante "De todo el Mundo" y "Maldito duende" o el baño de masas con el que se despidió antes de los bises. La vuelta al escenario le llevó a retomar otro de sus discos más aplaudidos. Era el turno de "Pequeño", del que extrajo "De Mayor" (que me sonó más que nunca a "The Trial" de Pink Floyd en su parte final), "Extranjero" e "Infinito", casi calcadas a las originales y recibidas con entusiasmo vibrante. El aire a cabaret se hizo presente en los primeros acordes de "Sí", esa magnífica versión de Umpah-Pah que Bunbury hizo suya en "Flamingos", e hizo estallar al pabellón con su fantástica interpretación de "Lady Blue".
Bunbury espetó un "no se olviden de nosotros" que sonó más a agradecimiento que a impostura para despedirse definitivamente con el tema más delicado y pasional de "Expectativas", esa "Constante" que se graba en nuestros corazones a modo de mantra y que refleja a la perfección el momento de plenitud que vive nuestro protagonista.
Si me atreví a decir que su anterior gira "Mutaciones" fue la mejor del artista maño hasta la fecha, ahora puedo afirmar sin temor que el actual "Ex Tour" le supera. Quizá su repertorio no sea tan equilibrado como en aquella gira y que aquí se explaye más con los discos que ha grabado junto a los Santos Inocentes, pero creo que en concepto sonoro (cercano al rock de estadio que coquetea con la electrónica junto a un toque de free jazz aportado por el saxo), en iluminación (un auténtico lujo visual que se combina a la perfección con cada uno de los pasajes musicales de la noche), y por los miembros de su banda (que son cada vez más uno en comunión con Bunbury), no hay nada que podamos reprocharle a las dos horas que vivimos mano a mano con nuestro artista más universal y, por qué no decirlo, también el más querido. Bunbury se ha ganado ese sitio "más alto que nosotros", pero sobretodo ha encontrado por fin su camino, ese que cantaba en “Mar adentro” y en el que cada vez se le ve más cómodo, disfrutando de cada momento, saboreando todo lo que le ha traído hasta aquí y todo lo que aún le queda por vivir.