Sala Copérnico, Madrid. Miércoles 22 de noviembre del 2017
Por: Eugenio Zázzara
Fotografías: Eugenio Zázzara
En una sala hecha a imagen y semejanza de una despensa de una nave, encima con un timón, la escena que nos aguarda no es menos peculiar. Un tío sentado delante de un chisme que también parece ocultar los mandos de una nave, pero que presenta manoplas de un blanco brillante y un par de palitos de metal, extendidos verticalmente y horizontalmente. Tan simple – por así decirlo – como un theremin, pero de calidad artesanal. Y de sonido aún más personal: con la ayuda de unos efectos de bucle, el artista consigue reproducir espectros sonoros desde las frecuencias más alta a las más profundas, desde los timbres más claros a los más distorsionados y macizos. Lamentablemente, sólo consigo asistir a una versión de un tema célebre de Duke Ellington, que me deja bastante sorprendido y asombrado. Javier Díez Ena: siento haberte perdido, pero la verdad que me has dejado con ganas de más.
Con tal telonero, la espera para el principal no se hace nada pesada. Pero sí es verdad que hay cierta emoción. Después de la quiebra de lo más granado de Sonic Youth, ya no nos queda otra que ir en busca de cada uno de sus componentes. Después de Lee Ranaldo, ya me tocan Thurston Moore y Steve Shelley (éste también de gira con Ranaldo). Si es verdad que el guitarrista debe toda su fama a las hazañas de la banda neoyorquina, eso sería sin embargo callar las decenas de colaboraciones con las que cuenta, empezando con los empieces minimalistas con Glenn Branca hasta llegar a la improvisación pura junto a personajes del calibre de John Zorn, Mats Gustafsson o Yoko Ono. Además de su banda de origen, es en aquel espacio donde se pueden inscribir las experiencias solistas de Thurston, que parece estar viviendo una segunda juventud en el umbral de los sesenta. Una vanguardia amansada, más moderada (si es que se puede circunscribir a estos adjetivos), pero sin que le falte chispa.
Como compañía, una banda de veteranos. Además del mencionado Shelley a la batería, contamos con Debbie Googe -de otras bandas históricas, My Bloody Valentine y Primal Scream- por supuesto al bajo y el más joven de la pandilla, el guitarra James Sedwards. Centrales en la actuación las ejecuciones de los temas provenientes del último "Rock n Roll Consciousness", del cual proceden casi todos los temas. Como hilo conductor marca de la casa Moore se presenta un uso comedido y obstinado de las guitarras en un sentido sobre todo rítmico e hipnótico, en el que las líneas de Moore y Sedwards se van entrelazando hasta confundirse y entremezclarse. En este sentido, los papeles dentro de la formación son claros y clásicos: para Googe y Shelley la responsabilidad de llevar el tiempo y proporcionar bajos y potencia. Estas dinámicas son evidentes en "Exalted" así como en "Turn On", tanto si el contexto requiere arpegios lánguidos y de ensueño como cuando la banda pisa a fondo y se pierde en fugas desenfrenadas. De hecho, los momentos más originales del concierto posiblemente sean aquellos de perdición, por así llamarlos, cuando el tema se descarrila y acaba en una espiral de distorsión, bendings y escapadas rítmicas. Pocas palabras, unas de agradecimientos y otra pequeña pero puntual referencia al sentido de unidad que desprende la audiencia y a que ése sería el camino a seguir también en contextos más elevados y políticos. Sólo hay una concesión a algo más pegadizo y popero, y es "Heavenmetal", breve tema procedente del álbum de Chelsea Light Moving, uno de los muchos proyectos paralelos del cantante.
Una actuación rigurosa y con sus momentos de anarquía que nos devuelve un Thurston Moore bastante en forma, conciencia y abanderado de una forma de tocar música que, para bien o para mal, se vuelve cada vez más difícil de encontrar.