Por: Javier Capapé
A casi todos los grupos que merecen la pena les llega su momento de popularidad y reconocimiento y creo que ahora es el turno de Sidecars. Llevan dos años preparando esta consagración tras esa revisión en clave acústica muy recomendable de sus primeros clásicos que fue "Contra las cuerdas". Este es por lo tanto el momento de dar un golpe sobre la mesa y reafirmarse como una verdadera banda de rock con muchas cosas que decir. Sidecars tienen popularidad y un buen puñado de canciones. Además, esta nueva grabación de estudio ha creado bastante expectación, por lo que "Cuestión de gravedad" tiene todas las papeletas para convertirse en su disco de referencia. Contiene todos los tics básicos del rock, está muy bien producido (de nuevo por Nigel Walker) y el grupo ha ganado credibilidad en su ejecución a pesar de sonar demasiado familiar. Con dos Rivieras agotadas y una tercera que no tardará en hacerlo también, los madrileños tienen ganas de su merecido trozo del pastel, así que bienvenido sea su momento de gloria.
No obstante, el disco que nos presentan no será el mejor que hagan en su carrera. "Cuestión de gravedad" es un álbum de digestión fácil, pero peca de ser excesivamente homogéneo. No hay nada que nos despiste y se convierte en una colección de canciones demasiado predecible. El predominio de los medios tiempos y la voz dulce de Juancho deja una sensación de relativa calma que puede llegar a hacernos perder el interés en el transcurso de sus trece canciones. Corremos el riesgo de convertirlas en música de fondo, y eso que entre ellas tenemos alguna bastante reseñable, pero sin resaltar en exceso en el conjunto. Si queréis un disco de Sidecars con garra, éste no es el más indicado. Me parece que debido al buen resultado del formato acústico de "Contra las cuerdas" han preferido mantener esa línea y repetir esquemas para su siguiente álbum. Pero si querían ofrecer un disco cálido, amable y por momentos estremecedor ya teníamos el citado directo acústico registrado en la madrileña Sala But el pasado otoño de 2015. "Cuestión de gravedad" debería haber dado un salto con respecto al anterior y alejarse algo más del sonido pop-rock emparentado con su muy querido Leiva (pesan mucho los años compartiendo habitación y las actuales giras mano a mano). Pero claro, eso no es tarea fácil. Lo más seguro es no defraudar al público general y rematar la fórmula que les ha funcionado para hacerse un hueco en el mainstream o la música radiable, como mejor prefiramos calificar. Sí, esto es rock de hechuras clásicas, pero se queda lejos de destacar por su fiereza o contundencia, aunque tampoco le faltan lugares comunes cargados de emotividad que en pequeñas dosis logran convencernos.
Tal vez la mejor manera de acercarse al disco sea en diversas tandas, ya que su ingestión completa puede hacernos perder el interés, pero si atacamos "Locos de atar", "Costa da Morte", "Tan rápido" o "El camino fácil" de forma individual, Juancho, Ruly y Gerbass nos dan una lección de lo que es un single de libro. Con estructuras muy bien definidas, bases asentadas en el poder de las acústicas y los colchones de teclados, puentes que dejan rugir a sus guitarras, estribillos pegadizos y una voz cálida y en momentos susurrante que parece hablar directamente con el oyente.
Definitivamente "Tu mejor pesadilla" no ha sido el mejor single elegido para presentar esta colección. Recuerda demasiado a ese músico argentino del que todos hablaron hace unos quince años llamado Coti. En "Cuestión de gravedad" hay temas más exigentes y con muchos más detalles. Estoy hablando por ejemplo de "Locos de atar", que abre el disco mostrando todas las cartas que después oiremos en el resto de canciones. "Amasijo de huesos" nos recuerda a Pereza por los cuatro costados, pero su riff de piano eléctrico le da un toque distintivo al mismo. "Costa da Morte" funciona como un perfecto medio tiempo sentido y en canciones como "Tan rápido" descubrimos que el pop bien hecho es adictivo. "Cuando caigas en shock" tiene ese pedal steel que parece obligado en todos los discos de rock que se precien en el momento, aunque aquí no imprime tanta personalidad al tema como ocurre por ejemplo en otras experiencias como las de sus primos lejanos M Clan o Quique González. "Polvorosa" es clara y contundente, de las más potentes del disco, y cumple con su cometido de sobra en otra canción de desamor marca de la casa. En "Canciones prohibidas" o "El camino fácil" se copian a sí mismos y, a pesar de eso, esta última les queda de las más logradas del conjunto. Y antes de acabar nos remiten a los Beatles con ese guiño a "You’ve got to hide your love away" en "Conmigo o sin mí" para ganarse hasta al más escéptico antes de que todo termine. Cierto es que la mano de Nigel Walker quizá se deje sentir demasiado en estas canciones. Todos conocemos que su forma de facturar discos es muy correcta y efectiva, pero imprime en ellos una sonoridad muy similar que en este caso no permite despegar a las intenciones primigenias del grupo.
Deseo toda la suerte del mundo para este trío que me gusta de veras, pero estoy seguro que su gran disco aún está por llegar, aunque quizá llegue en un momento no tan favorable como el que están gozando ahora. Espero que entonces se sepa reconocer, porque a Sidecars les queda mucho camino por delante.