Sala Moby Dick, Madrid. Sábado 18 de noviembre del 2017
Por: Eugenio Zázzara
A mi alrededor una buena parte de la gente lleva tapones para los oídos. Pienso: "No será para tanto". Ya vi a los Metz en el Primavera Sound del 2013 y, bueno, contundentes, sí, incluso feroces, pero algo gestionable, vamos. Por otro lado, cuatro años pueden ser un siglo, en algunos casos. Y el escenario del Moby Dick está claro que no es el de un festival de aquella proporción. Y, escuchándolos por la tarde en casa, me he encontrado a mí mismo comentando "la que van a montar esta noche…". Pues sí, efectivamente. Soy el peor en seguir mis mismos consejos.
Noche de tríos ésta en el Moby Dick, y quizás sea la sala mejor para este tipo de actuaciones, intensas pero íntimas, en cierta forma. Abriendo a los Metz nos encontramos a los Drahla, terceto de Leeds con voz femenina que, sónicamente, parece semejar bastante a los Metz (aunque claro, con bastante menos vatios a disposición). Los tres son muy jóvenes, pero, a pesar de alguna torpedad en manejar el escenario, sí que demuestran bastante personalidad ya. En los episodios en los cuales las líneas vocales las lleva la bajista – ella y el guitarrista se intercambian instrumentos y canto – es inevitable no pensar en los Sonic Youth, no solo por la forma de cantar. En el fondo algo de la banda neoyorkina sí se nota, aunque los temas no sean tan retorcidos y complejos, sino llegando bastante al grano.
Alcanzado el tercer álbum, los canadienses Metz se van convirtiendo en toda una institución de un género que va sacando algo de aquí y algo de allí de un conjunto de influencias que van del punk, al post-hardcore y al post-punk. Pero, etiquetas a parte, que nos interesan lo justo, lo que sí distingue a la formación asentada en Toronto ciertamente es el sonido: repiqueteante, chirriante, detonante, algo que en raras ocasiones se escucha aun dando la vuelta de los miles de garajes en los que ensayan la infinidad de bandas que se dedica a machacar y hacer cuanto más ruido mejor. En tres discos han ido afinando esta capacidad de terrorismo sonoro, resultando contundentes y macizos como siempre (lo que en demasiadas ocasiones rima con monótono) pero a la vez extendiendo en algo el alcance sonoro hasta involucrar desviaciones hacia un ámbito psicodélico y más decididamente post-punk, con composiciones más largas y con algo que se aparta de la ejecución pura y dura para ir acercándose a lo que se podría definir improvisación.
Joven en el espíritu, intento confiar con el aguante de mis oídos. Empieza el primer tema y ya vacilo. A dos o tres metros del escenario, la verdad que la ola sonora es imponente e impactante, mientras el tema nervioso y esquizofrénico de "The Swimmer" va resonando por la sala. Al segundo tema, mi parte viejoven va imponiéndose y pidiéndome que me aleje del escenario, y eso lo mejora todo, no solo mis oídos. Algo se va definiendo entre el polvo y las esquirlas que vuelan desde los equipos, mientras sin defensas vamos tragándonos balazos con títulos que ya lo dicen todo como "Spit You Out", "Mr. Plague", "Eraser", "Headache", "Nervous System" y "Acetate".
Los Metz son una máquina de guerra, y lo saben: la impresión es que toman el escenario como si fuera su sala de ensayos, como si delante no tuviesen a nadie y, sin embargo, podría ser el último día que toquen antes de que los echen de ella. Y ya se sabe que la sala de un grupo es espacio sagrado, y lo llega a comprender también el tío que se sube al escenario, dejándose animar por los suyos y con la cara de quien ha conseguido el trofeo de su vida, hasta que Chris Slorach, el bajista, le da un empujón que le vuelve a poner en su sitio. Delante de nosotros, o más bien dentro de nuestros oídos, van pasando recuerdos de Jesus Lizard, Drive Like Jehu (y el álbum a mitad con John Reis vale como una bendición), Fugazi y más historia del post-hardcore americano, si bien filtrado a través de la "insensibilidad" de estas tres fieras salvajes. Ya es la hora de ver qué más saben hacer, a parte destruir, incendiar y devastar. Cierto es que es algo que les sale especialmente bien.