El golpe maestro ha sido ejecutado. El directo al mentón ha hecho blanco en nuestro rostro hasta hacernos tambalear, primero, más tarde, besar la lona sin remisión. Es ahora cuando estamos sintiendo un profundo dolor, efectivo y siniestro, que nos hace perder la visibilidad, mientras nuestro pesado cuerpo choca contra el suelo. La falsa maquinaria ha cesado de funcionar, el escenario ha sido desmantelado, las luces se han desvanecido y solo acertamos a saber que cuando vuelvan a encenderse nada, absolutamente nada, será igual. El arbitro ha contado hasta diez y sí, la derrota, la vil y cruel derrota en todo su esplendor, es nuestra. La horrible mentira se ha revelado. No queda nada ni siquiera la miseria. Es hora de renacer, no queda otra.
No señores, éste no pretende ser un texto prosaico ni tan siquiera un amago de novela con toques futuristas antidictatoriales. No es ni más ni menos que el sentimiento que irradian las sucesivas escuchas de “Expectativas”, la nueva colección de canciones que firma Enrique Bunbury.
Un trabajo pretendidamente vigente, hijo descreído de la madurez de un mundo en crisis, elegantemente rockero y ambiental, repleto de tacto, dolorosamente poético, pero a la vez tan sencillo y cercano que hace brotar sangre de las heridas que surgen de unas letras tan rabiosas como ciertas.
Vuelve un maestro como Bunbury que en ésta ocasión nos entrega un logrado puñado de composiciones llevadas a buen puerto, quizás hermanas en ciertas temáticas de las firmadas en “Palosanto”, pero mucho más definidas y acertadas que aquellas, revestidas en unas decididas ambientaciones glam, cercanas a los aromas de trabajos como el “Hunky Dory” y “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars” de su amado David Bowie y hasta de unos primigenios Roxy Music, que no pierden de vista libros como “1984” de George Orwell, “Utopía” de Tomás Moro y “Mundo Feliz” de Aldus Huxley, una trilogía de obras en las que encuentra un eje vertebrador de estos textos escritos con los dientes y puños bien apretados.
El disco se abre entre nerviosas secuencias, saxos y tambores de guerra con “La Ceremonia de la Confusión”, perfecta descripción en un puñado de frases del mundo moderno, donde la interpretación vocal del aragonés errante vuelve a ser una vez más soberbia, siguiendo en una lineal musical similar con “La Actitud Correcta”, otra certera visión del actual panorama de nuestro rock, lleno de émulos que quisieran inspiran épocas pretéritas y que solo saben de impostado postureo.
La intensidad no se rebaja un ápice con “Cuna de Caín”, un medio tiempo punzante que bien podría ser una radiografía de éste bendito país en clave de relación -¿amorosa? ¿De amistad?- que enlaza con la ambiental “Bandeja de Plata”, con una intro elegantemente deudora del “Come as you Are” de Nirvana y el “Eighties” de Killing Joke, otro pullazo que parece ir directo contra nuestros gobernantes y nuestra responsabilidad como votantes que desemboca en “Parecemos Tontos”, un corte de aspecto menor que sin embargo luce como parte de lo mejor de la colección, al que sin duda auguramos un buen lugar en los directos de ésta gira.
Quizás el hit más claro, el rompepistas -sí, han leído bien- sea “Lugares Comunes Frases Hechas”, donde tanto Enrique como sus Santos Inocentes parecen haber olvidado cualquier corsé y cliché, regalándonos un temazo de aromas funk modernos desinhibidos, toda una vacilada donde además el zaragozano realiza otra soberbia interpretación vocal, de esas que son marca de la casa, lanzando lo que quizás sea otra pullita a la crítica musical – “señalar con el dedo al que no diga lo mismo que yo”, “lapidamos porque molamos”-, seguida de la voluntariosa “Al Filo de un Cuchillo” un corte que va de menos a más claramente y que antecede a otra joya como es “Bartleby”, emocionante y sublime de principio a fin, sinuosa y con una explosión colosal, en defensa absoluta del individualismo radical del anarquista que nada tiene en propiedad.
La terna que marca el final de éstas “Expectativas” comienza con “Mi Libertad”, un medio tiempo cristalino que se va abriendo camino hasta llevarnos a otra de las grandes composiciones de todo el álbum, estamos hablando “La Constante”, probablemente la canción más hermosa, amorosa y sentimentalmente verdadera de toda la colección, y eso que hablamos de un álbum de lo más sincero, quién sabe si toda una declaración de amor incondicional de Enrique convertida en himno; cerrando el minutaje nos encontramos con “Supongo” con esa atmósfera de intraquilidad que nos devuelven a la realidad de un trabajo que refleja un mundo delirante, decadente, aunque con la esperanza de abatir ésta crisis algún día, una luz que se arroja desde la certeza del filosofo que no sabe nada y que asoma en el estribillo con un abrazo que cura el dolor que genera el mero hecho de existir.
El nuevo disco de Bunbury es un excelente trabajo, revestido de actualidad, riesgo y urgencia, aunque no por ello exento de atemporalidad, reflexión y hondura. Es una síntesis de canciones que suenan reposadas, elegantes y hermosas; que esconden unos textos llenos de dolor, grandes dosis de realidad y una vehemencia de armas tomar, elementos que le dotan de una categoría sobresaliente que mucho nos tememos lo acabarán por elevar al santoral de obras ilustres del que sin duda es el gran genio de nuestro rock; quien una vez más cumple, y de qué forma, con las “Expectativas” que genera cualquiera de sus movimientos discográficos.