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The Rolling Stones. Más sabe el diablo...

Estadi Olímpic Lluís Companys, Barcelona. 27 de septiembre del 2017

Por: Àlex Guimerà 

En una Barcelona en plena combustión política, la anunciada vuelta de los Rolling Stones se antojó como una tregua rockanrollera más que como la última oportunidad de ver a los septuagenarios en directo. Tras un vaivén de colas, controles, cacheos y vueltas absurdas al recinto olímpico, causados por la mala organización, los 55.000 asistentes (muchos argentinos, por cierto) llegamos con poca gasolina para colocarnos entre las gradas y una pista desconcertada por la aglomeración, el desorden y la poca cantidad de servicios que habían sido colocados para tales multitudes. 

Fuera de las inclemencias y los daños colaterales, el hecho de celebrar semejantes mitos vivientes aunque sea en un estadio, con entradas a precio de oro y con toda la mercadotecnia del mundo, siempre es un placer. Y lo es porque todo buen amante del rock ha crecido con sus discos, su rebelde actitud y una leyenda oscura sin parangón. Cierto es que la pureza del rock reside mejor en las salas pequeñas, lejos de los trailers que montan escenarios y de la pirotecnia, pero qué caray ¡estos macro-conciertos también son rock! 

Con un prematuro "Sympathy For The Devil" arrojado ya de entrada, "Sus Satánicas Majestades" abrieron fuego buscando el "wuu wuu" de los fans, apoyados por una sección de viento, coristas y teclados que potenciaban sus recursos a las mil maravillas. Aunque a decir verdad en ciertas zonas de la pista el sonido falló, algo inaceptable para la organización. Liderados por un Mick Jagger al que parece que sus 74 años no pesan para nada, su energía, figura y actitud te remontan directamente a los conciertos de su banda de hace medio siglo. Pero también por un gran Ron Wood que no sólo se comió con las ruedas de prensa previas si no que hizo un gran papel en el escenario lleno de simpatía, fuerza y destreza a las seis cuerdas. Cabe decir que aunque fallido en algunos de sus riffs y menos dinámico, Keith Richards tuvo su papel de comparsa de Jagger gracias a su infinito carisma gamberro, mientras que Charlie Watts se mostraba frágil y anciano en imagen pero robusto en cuanto al sonido que desplegó su batería. 

Tras la simpatía por el diablo vino "It' s Only Rock n roll" y una "Tumbling Dice" que abrieron paso a dos blues de su último "Blue & Lonesome: "Just Your Fool" de Buddy Johnson y "Ride' em On Down" de Jimmy Reed - con el que han sacado el polvo a sus raíces. Al acabar "Under My Thumb" del fabuloso "Aftermath" (1966) con su ritmo irresistible y con la chulería de Mick a todo trapo. En la gira "No Filter Tour" los Rolling Stones configuran su setlist con sus éxitos más esperados, pero en cada uno de los conciertos introducen alguna canción menos obvia de su extensísimo repertorio. Para la ocasión fue "Rocks Off" del "Exile On Main St." (1972) la elegida, aunque en realidad se escuchó demasiado desordenada y alejada a la memorable original. 

Los clásicos siguieron con "You Can’t Always Get What You Want" con un Ron a tope, una "Paint It Black" más celebrada que acertada y la campestre "Honky Tonk Woman" tras la cual Mick nos confesó que había almorzado "butifarra and trinxat". Luego llegó su merecido descanso con la dupla de temas de Richards que comenzó con otra del Exile,"Happy", y la siguió la balada descafeinada que es "Slipping Away". Si bien la voz del guitarrista se conserva bien, parece como si interpretara con el piloto automático en modo on y con algunos desajustes tapados por su banda. 

Tras la vuelta y el cambio de modelito de Mick, la banda apretó el acelerador con la bailonga "Miss You" que fue sin duda una de las que mejor se escucharon de la noche y gran culpa de ello la tuvo la imponente línea del bajo de Darryl Jones , las coloridas pantallas haciendo juegos con las luces de neón hicieron el resto. "Midnight Rambler" siguió el tono, pues no siendo un tema de referencia su mezcla de blues con la psicodelia mostró a una banda a pleno rendimiento: capitaneados por la harmónica de Mick, y secundados por unos desarrollos eléctricos bestiales, unos ritmos frenéticos y, a la fin, un desenfreno llegado de finales de los sesenta. Lo mismo que la combativa "Street Fighting Man" que dio paso a la canción rock de estadio por antonomasia que es "Start Me Up" y a las salvajes "Brown Sugar" y "Jumpin' Jack Flash", las tres no exentas de aquellos riffs que valen toda una vida. 

Y sin teatralizar demasiado la retirada previa para los bises, un "Gimme Shelter" que cayó como una tormenta de rock' n roll ante la audiencia, preludio del final soñado con la esperadísima "(I Can Get No) Satisfaction" rubricada con la pirotecnia que daba aviso del final.