Por: Javier Capapé
El quinto álbum de estudio de los norteamericanos The Killers ahonda en su Nevada natal y nos arrastra a una espiral casi cinematográfica a través de sus diez estupendas creaciones. No es aventurado afirmar que este "Wonderful Wonderful" es el mejor disco del grupo desde que comenzaran a inclinarse por el pop en aquel ya lejano "Day & Age", que produjo Stuart Price y otorgó tanto éxito a la banda, aunque también les hizo perder credibilidad en el Olimpo del rock. Los escarceos de su líder Brandon Flowers con dos discos en solitario prescindibles y su fallido "Battle Born" (aunque en su haber también contenía algunos temas nada desdeñables) les habían dejado en una encrucijada para su esperada vuelta. O bien volvían a perderse por el páramo y presentaban un disco que cayese en el olvido o conseguían despertar el interés del público acercándose a sus dos primeras obras maestras "Hot Fuss" y "Sam’s Town". Pues bien, ni lo uno ni lo otro, pero este "Wonderful Wonderful", aunque no por duplicado, se gana el calificativo que anuncia su título. Nos vuelve a reconciliar con el grupo dejando de lado los intereses unilaterales de Brandon Flowers y suenan de nuevo compactos, un poco más cerca de aquellos The Killers que sorprendieron a todos con su debut en 2004. A pesar de que falta una de las patas de este banco, el cuarteto (ahora "trío temporal") logra entregar su disco más inspirado desde el citado "Sam’s Town". Y además sin renunciar por esto a piezas muy radiables como "The Man" o "Run for Cover", que consiguen aunar el espíritu más duro de sus dos primeros álbumes con el más edulcorado de los dos siguientes.
La ausencia de Dave Keuning (tan solo está presente en la mitad de los temas y no de forma exclusiva) deja las guitarras repartidas entre el productor Jacknife Lee y su compañero Mark Stoermer, y por eso mismo el disco contiene menos destellos a las seis cuerdas y se asienta más sobre una base de teclados que crean potentes atmósferas y unas líneas de bajo muy bien trabajadas. Puede decirse que el protagonista del disco es su bajista Mark Stoermer y, por supuesto, la personalísima voz de Brandon Flowers, entre el pop británico y el sonido norteamericano, que en estas diez canciones resalta más que en ninguno de sus anteriores discos. Flowers decía que su intención era que al escuchar estas canciones nos viniera a la cabeza el paisaje del desierto de Nevada y su querido entorno de Las Vegas y en cierto modo lo consigue. La sensación de desolación, como queriendo llevarnos de la mano al vacío del desierto, la logran con esos sintetizadores que sirven de colchón a toda la obra, y a la vez no desaparece la energía de una ciudad como Las Vegas, que se hace presente en los temas más vibrantes, sin abandonar la sensación de individualismo fruto de esa ciudad donde la luz y el color de los neones en la noche dejan ocultar a sus protagonistas solitarios como sumergidos en el desierto que les rodea.
El inicio de "Wonderful Wonderful" ya nos deja ver claramente el predominio de los teclados en sus primeros compases seguido de una línea de bajo potente e incisiva, una constante en muchos más temas del disco. "The Man" contrasta con este inicio más reflexivo y explota como un "Human" más orgánico. "Rut" es la única canción compuesta por los cuatro miembros originales del grupo (el resto tienen como ayudante en las tareas de composición al omnipresente Jacknife Lee) y en ella Brandon Flowers consigue sobrecogernos con una interpretación brillante. "Life to Come" se acelera y vuelve a hacernos creer en este grupo del que habíamos desconfiado. Ahí están sus lamentos vocales (por momentos parece que el cantante vaya a quebrarse), su pegada pop y su construcción bien asentada en una base rítmica muy sólida (no nos olvidemos que Ronnie Vanucci sigue llevando las baquetas de este combo). Solo nos faltarían algunos toques más incisivos de la guitarra de Keuning, pero apenas los necesitamos cuando el resto está tan bien armado. Cuando llega "Run for Cover" asistimos a una reencarnación de los mejores momentos de la banda, parece que suene una revisión de "When you were Young" o "Somebody Told Me", una auténtica bomba muy bien recibida por los nostálgicos, aunque sería injusto decir sencillamente que The Killers rememoran sus mejores momentos con temas como éste, más bien demuestran que su vuelta hay que tomarla muy en serio.
Con "Tyson vs. Douglas" nos remiten también a sus momentos más inspirados con un estribillo de los que se graban en el imaginario colectivo. Sin necesidad de que destaquen las guitarras y con unos sintetizadores envolventes (se nota la mano de Brian Eno en la composición) "Some kind of Love" consigue estremecernos y se convierte en uno de los temas más sentidos de su carrera, absolutamente imprescindible. "Out of my Mind" sin embargo parece sacada de los grandes éxitos de una banda pop de los ochenta. No dice nada a pesar de intentar atraer nuestra atención con referencias a McCartney o Springsteen. La producción adicional de Stuart Price en este tema desmerece porque es en el único que aporta algo y sin embargo lo convierte en el menos logrado del disco. "The Calling" nos conduce por la senda del blues electrónico con bastante acierto y podría intentar hacer la competencia a Dave Gahan y los suyos. Casi sin darnos cuenta llegamos al final con un tema en el que vuelven a predominar los teclados y con una guitarra brillante que corre a cargo del mismísimo Mark Knopfler y su inconfundible toque personal a las seis cuerdas. Me refiero a “Have all the songs been written?”, una canción con un poso de solemnidad que cierra el conjunto con épica, algo que persigue intencionadamente esta colección. Diez temas que podrán ser criticados por todos aquellos que desean ver a los Killers doce años atrás, pero que por encima de todas las opiniones, nos devuelven a un grupo confiado, inspirado y creíble. "It's really wonderful!".