Sala Riviera, Madrid. Miércoles 25 de octubre del 2017
Por: Eugenio Zázzara
Fotografías: Eleonora Morassut
Posiblemente la banda que mejor encaje en el concepto de post-rock y que más fielmente encarne su espíritu. Es más, después de una carrera larga de más de veinte años y unos nueve álbumes detrás (sin contar con los singles y las bandas sonoras), se puede decir sin exageración que los escoceses ya han alcanzado el estatus de clásico. Lejos de representar lo mejor y lo peor del género, como suele decir el refrán, los Mogwai contienen en sí la esencia más pura y representan la estética más limpia de este estilo, si es que lo queremos etiquetar, hasta el punto de haber inspirado y generado estelas de grupos afines (un nombre entre todos, los japoneses Mono). Ahora vienen para celebrar otra etapa de la gira para presentar el último disco, el excelente "Every Country’s Sun", y Madrid les espera en la sala Riviera, al lado del Palacio Real.
Al llegar, parece que vas a acceder a un cuartel militar, por lo cuidadoso que es el control al entrar. Las cámaras fotográficas no están permitidas, lo que dudo sea por una petición de la banda, sino tal vez por algún tipo de disposición antiterrorista. Lo que sí autoriza a los gestores es cobrar unos 2,5€ o 5€, según el tamaño de la prenda, en el ropero, mientras que en otras salas parecidas lo mismo lo encuentras a 1€… Pero vamos, vayamos a lo nuestro.
La sala está ya casi llena cuando los escoceses suben al escenario (sentimos haber faltado a la exhibición de los teloneros). De la formación original (Stuart Braithwaite, Dominic Aitchison y Barry Burns) sobresale la ausencia de Martin Bulloch, el batería que suele ser reemplazado en las giras por Cat Myers. A ella, se añade la valiosa contribución de Scott Paterson a la guitarra. La banda presenta un guion bien comprobado, con los temas siendo casi siempre los mismos en las distintas fechas de la gira, pero ¡qué temas!
Se empieza con "20 Size", del último disco, con su melancólico tema de flauta, destacado por unas guitarras y una batería rugientes. Sigue el tema inicial de "The Hawk Is Howling", "I’m Jim Morrison, I’m Dead", con su piano evocador y su evolución algo tristona y fúnebre. A continuación, una de las canciones más reconocibles de su último trabajo y seguramente dentro de los que más repeticiones tendrán en los años venideros, "Party In The Dark", que tal vez sea uno de los temas más pegadizos y descaradamente poperos que la banda haya grabado (una de las pocas con voz), pero no se le puede negar cierto atractivo. La cohesión dentro de la banda sigue siendo total, tanto para los veteranos así como para las nuevas adquisiciones, y más aún si se considera la total ausencia de cualquier tipo de instalación visual acompañando la ejecución, señal de una banda ya segura a ciegas del potencial de sus temas; nuevos y antiguos. "Take Me Somewhere Nice" llega a causar estragos entre los débiles del corazón, pero pronto se vuelve al presente y a la más animada "Crossing The Road Material", con algo de kraut en sus venas. "Hunted By A Freak" es un tema que le habría encantado a Steven Wilson en la época de oro de sus Porcupine Tree, mientras la oblicua "Rano Pano" quizás sea una de las pistas más inusuales y, por consiguiente, más originales de su repertorio. Pero es con "New Paths to Helicon, Pt. 1" cuando se alcanza uno de los puntos álgidos del directo, all-time favourite de cualquier aficionado del grupo en condiciones: guitarras mandolinizadas, arpegios desgarradores y crescendo irresistibles. Un tema que lo tiene todo y sobre el cual han estudiado legiones de bandas inspiradas por el género.
Pero el clímax absoluto de la exhibición se deja para el final, como cualquier buena película. Después de "Friend Of The Night", la decisión de cerrar una actuación para dejar boquiabiertos es "Mogwai Fear Satan", clásico inmortal de la banda, cuyo punto de inflexión no deja de provocar escalofríos en algunos y casi ataques del corazón en otros. Llega un momento en el cual la banda llega casi a dar voz al silencio, dejando que los últimos acordes alcancen un punto de muda agonía. Aunque sepas de sobra que no es así, siempre llegan a darte a creer que el tema se acabe allí, en un dulce apagón espontáneo. Y es justo allí cuando estalla una supernova de tamaño prehistórico, un grito acuciante de estruendosa poesía que concluye de la manera más épica un concierto ya de por sí impresionante.
Puede que los Mogwai no lleguen a decirnos nada nuevo, que su voz artística ya haya llegado a expresar lo mejor y que no nos sorprendan ya como una vez, pero siempre estarán allí para nosotros, a confiarnos a los oídos historias conmovedoras y a deslumbrarnos con una música tal vez ya conocida pero siempre preciosa.