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Salto: "Far from the Echoes"

Por: Kepa Arbizu 

Hay ciertos discos que en la consecución de su status de míticos interviene también la curiosidad de ser conocidos y/o reconocidos con un sobrenombre derivado de algún elemento llamativo que decora su portada. Ahí está por ejemplo el icónico plátano que encumbró a la Velvet Undergroud y, en un contexto más local y contemporáneo, el gallo que dominaba el disco debut de Salto. Ese es precisamente el apellido de Germán, integrante en el pasado de diferentes combos del underground madrileño, sobre todo por aquello de su limitada expansión, (Serpientes, Hairy Ladies..) y que ahora se desenvuelve en una carrera en solitario que con únicamente dos álbumes, el último recién editado, ya ha supuesto uno de los descubrimientos más sorprendente con el que nos hemos topado en los últimos años. 

Imbuido en el siempre complicado cometido de afrontar una continuación de aquel trabajo inaugural, más sobre todo cuando supuso y fue considerado como una magnífica puesta de largo, el guitarrista capitalino se ha afanado por tomar el siempre arriesgado camino de explayar y hacer brotar nuevas raíces de sus constantes estilísticas. Si en aquel primer ejercicio alcanzó plena diana con un directo y delicado entendimiento del sonido americano y el power pop, su continuación, sin dejar atrás esos ingredientes, derrumba sus límites para construir composiciones que se expresan con vida propia, incluso varias diferentes en un mismo corte, incitando a montarse en ellas y contagiarse de su sinuoso y evocador trayecto. Una elaboración en la que han tomado parte un plantel formado por músicos procedentes de bandas como Dinero, Morgan, Right Ones, etc…, y cargado con la más variada instrumentación. De la producción, en manos de Ramiro Nieto y Martí Perarnau, hay que resaltar el perfecto entendimiento que demuestra a la hora de manejar esas jugosas ideas para plasmarlas con el esplendor necesario pero sin apabullar o saturar. 

El primer encuentro, de nombre "Everything", que tenemos con el disco lo marca la aguda y melosa voz de Germán acompañada de un piano de conmovedora melodía a lo Beach Boys que sin embargo se recargará abruptamente para derivar, guiada de la mano de Badfinger o Beatles, en una más oscura y contundente. Si esa primera parte, de extremada belleza, la vamos a ver reproducida de forma extendida en la romántica "Mary", la segunda, abriendo todavía más ese juego de alternar pulsiones, desde la agresividad a la lúdica, se presentará en la genialmente inabarcable "It’s All About You". 

Todavía se mantiene un indeleble rastro del sonido americano clásico en estas nuevas composiciones, pero igualmente evidente es que ahora se muestra por lo general bajo una representación más vaporosa y heterodoxa, lo que no impide ver asomar la luminosidad típica de Big Star o Jayhawks a través de "Home Again". Un halo de ensoñación, de ese tipo que imprimen a su música bandas como Beachwood Sparks u Honeybus, irá esparciéndose sutilmente, pero con la capacidad de llegar a empapar, a lo largo de diversos momentos. Así sucede con la bella y pegadiza melodía que comanda "Her Man" o en "Such a Waste of Time", donde perfectamente nos podemos imaginar a un Jeff Tweedy a la luz de las velas. No están exentas tampoco de ello, pese a su sobriedad, las acongojantes armonías vocales -con la significativa presencia de Nina (Morgan)- al mejor estilo Crosby Still Nash & Young de “Hopefully” ni por supuesto “You Were Always Waiting”, alimentada de ese Neil Young definido por su bucólico espíritu. El lado más hippy, con un folk-rock psicodélico de difuminado esqueleto musical, llega de la mano de "Moving", que incita a abstraerse y depositar la mente en su universo lisérgico, y que parece encontrar su reverso más desquiciante, pero igual de liberador, en el tema final "Song for Ollie". 

Salto nos ofreció con su debut homónimo un excepcional trabajo en que sus canciones hablaban desde la cercanía y la sencillez, ahora, en este segundo paso, haciendo honor a su colorida y barroca portada -obra de José Fragoso-, parecen nacer de su inquieta y genial mente para dirigirse flotando hacia las nubes, lugar donde desarrollarse y expandirse libremente. Es en esa máxima donde hay que ubicarlas, escucharlas y descubrir su multiforme sustancia. Será en ese momento cuando uno descubra el gran -y exclusivo- tesoro que le está aguardando.