Por: J.J. Caballero
Nunca se sabe muy bien lo que esperar de cada nueva entrega de las “reinas” comandadas por el excesivo Josh Homme. A discos tremendamente irregulares como aquel "…Like clockwork" (2013) les precedieron otros directamente mastodónticos como "Era vulgaris" (2007), siempre moviéndose entre los parámetros más obvios del llamado stoner rock y un mal disimulado espíritu aventurero que aquí, en el flamante nuevo álbum titulado "Villains", está más presente que nunca. Al menos, mucho más que en las recientes aventuras paralelas del amigo Joshua, a quien no le salió demasiado bien la partida con Iggy Pop –quien no arriesga no gana- ni su momentánea inclusión como miembro de hecho de Eagles of Death Metal, una banda más conocida por haber sido víctimas del famoso atentado que por una trayectoria que al menos en España fue prácticamente obviada hasta entonces. Para resarcirse, parece haber puesto sus esperanzas en el trabajo de estudio de un productor ajeno a todas sus movidas (hasta ahora), un Mark Ronson decidido a abandonar el sambenito que muchos le cuelgan del cuello tras haber sido el descubridor de Adele y el promotor del funky mainstream de Bruno Mars, aunque se olvidan de que gracias a él el mundo conoció los poderes de Amy Winehouse, que en gloria esté. A él se deben algunos de los grandes logros de un álbum sorprendente no por su contenido en sí, sino porque éste provenga de quien proviene.
Aparte de dejar vía libre al renombrado productor para que haga de "The way I used to be" el tema más pop de su vida –se podría hasta bailar si desaparece la vergüenza por no perder la dignidad-, la banda retoma la base de su potencia en golpes de efecto de la entidad de "The evil has landed", hard-rock setentero erguido por unos teclados inesperados que no constituyen la única sorpresa en un álbum atravesado por beats, sintetizadores y distorsiones. No impide nada de ello que nuestros Queens of The Stone Age, los que hemos conocido y amado e incluso odiado a veces a lo largo de nuestra vida, resurjan sin objeciones en "Feet don’t fail me" o en el blues oculto tras la intensísima "Hideaway". Somos capaces de adorar incluso los violines y la mansedumbre de "Domesticated animals", porque si ellos lo han decidido así no hay por qué dudar ni un segundo de sus posibilidades. La vena literaria de Homme es capaz de colarse en una pieza oscura y hermosísima, "Villains of circumstance", que sirve de cierre, y de dedicarle a sus hijos una balada a dos guitarras, "Fortress", que estrecha lazos no solo con su descendencia sino con su propio pasado, demasiado turbulento como para olvidarlo en solo un ramillete de canciones por muy sinceras que sean. Puede servir como ejemplo "Un-reborn again", donde abre una nueva vía de expresión con un sonido más oxigenado y abierto, y en el otro extremo, la magnífica "Head like a haunted house", un interesante pogo fabricado con enérgicos riffs y apoyado en bases que ojalá hayan llegado para quedarse.
El redescubrimiento de una banda marcada por unos rasgos demasiado angulosos debe llevarse a cabo con cuidado y paciencia, las mismas cualidades que sus creadores han tenido en grabar un disco diferente, intuitivo y moderno. Readaptación o conveniencia, qué más da. Estas reinas ya no se aferran a la poltrona con las garras afiladas de antaño, sino que arengan a sus fieles desde un púlpito más cercano a la tierra, donde muchos más oídos puedan convencerse de la necesidad de prolongar su monarquía.