Por: Oky Aguirre
Llegará un día en que ya no habrá gente capaz de distinguir entre géneros musicales; sobre todo porque ya estarán olvidados u obsoletos. El jazz y el soul nunca llegarán a considerarse géneros en el 2032. El rock´n´roll y el pop ya no tendrán lugar en un futuro nada lejano. Al final nos pesarán aquéllos años –los actuales- en los que los “mayores” quisimos imponer, en épocas de “millenials”, a tíos tan “coñazo” como Dylan, Chuck Berry o Beatles; James Brown o Miles Davis, incluso Queen, U2 o Dire Straits. Nuestros hijos/as y nietos/as, nunca la prensa, son los encargados de que perdure algo tan intangible y místico como artistas y géneros, fuera de modas establecidas y estrellas sin carisma. Somos esclavos de lo que nos quieren imponer: seguir comprando discos de los Beatles cuando lo que amamos son los Kinks. Estamos en una encrucijada. ¿Cómo va a crecer la música en las próximas décadas? Me niego a que sean robots.
Un matemático o una simpática página web –la Biblia de nuestros días; odio Playground- me puede convencer de que la canción perfecta se basa en algoritmos y derivadas. Ya sé de qué me habla. En cambio, a mí no me entienden. Es el poder establecido creando borregos, siglo tras siglo, los que se conforman con un "es lo que hay". No hay más que ver el fenómeno The War on Drugs, con cuyo último disco -fantástico pero no sublime- ya ha sido encumbrado a lugares que no corresponden.
Fats Domino y Michael Jackson ni siquiera serán mencionados; nadie acudirá a la Motown o Stax Records, pero sí que veremos selfies del Blue Note en NY de gente ajena al Jazz con mayúsculas. Amas/os de casa con su camiseta de los Ramones sin saber la trascendencia melómana que conlleva. Airados tweets por asistir a un concierto de Van Morrison en el siglo XXI y todavía aguantar sus gilipolleces. Que no permanezca Aretha Franklin o Sam Cooke en las conciencias de nuestros congéneres, me hace meditar en la criogenización. Quiero pensar que el reggaetón es el primer paso para volver a lo simple, si nos atenemos a la máxima de sus creadores para parir éxitos: "es animada, simple, repetitiva y tiene un ritmo pegajoso". La música no está hecha solo para bailar, amiguitos.
Todo me hace pensar en los comienzos de la música, en lejanos tambores africanos, tocados por negros como Peter Tosh, a quien rendimos homenaje cuando se cumplen 30 años de su muerte, más bien asesinato, con CIA incluida, un 11 de septiembre de 1987.
Sin Peter Tosh el reggae nunca habría sido lo mismo. Los tiempos de amistad con Marley fueron los frutos de lo que supuso la evolución musical de Bob a la vez que su carácter. En sus comienzos como los Wailing Wailers todavía predominaban las voces sobre los instrumentos, puesto que ambos eran amantes desde muy jóvenes del doo-woop y grupos vocales de los 50-60 como Dion & The Belmonts y el sonido americano de sus hermanos negros, con esos ritmos calypso y mento, primeros pasos hacia ese endiablado ska, que más tarde sería la raíz de lo que en el mundo rasta denominan el "one-drop-beat"; ese golpe de batería que significa el latido del corazón del pueblo: el reggae.
Si Marley era Dios, Peter Tosh fue el Espíritu Santo del reggae, que como en otros géneros como el blues, soul o rock se han encargado de repartir desigualdad hacia ciertos artistas inconmensurables. Este no es un artículo lleno de referencias, anécdotas jugosas y recomendaciones al oyente. Preferimos captar la atención con algún vídeo para que cada uno persiga su inquietud. Con el recuerdo de uno de los artistas más poderosos y comprometidos de la música nos vale. Peter Tosh. Si Marley fue el embajador de la paz y el amor; Tosh fue todo lo contrario.Un verdadero azote para una sociedad que no estaba preparada para un "negrata" con dos claros objetivos: la lucha por los Derechos Humanos y la legalización de la marihuana.
Musicalmente, Peter Tosh es una de las mayores contribuciones que el reggae ha tenido en sus años de gran trascendencia, los 70, no ya por ser el creador de esos riffs característicos de tiempo pausado, sino por la conjugación de sus melodías con sus rotundas letras, llenas de lucha constante hacia las injusticias. La mejor manera de hacerse una idea del carisma de Peter Tosh es observando cómo rompe todas las reglas del poder. En la actuación de 1978 en el Saturday Night Live junto a Mick Jagger demuestra que encima de un escenario el blanco no manda; el negro da las órdenes. No hay más que recordar la actitud pausada de uno con los movimientos desatados del otro. Peter tan sólo abre un par de veces los ojos, cantando y tocando un clasicazo de los Temptations y menospreciando la presencia del que por aquél momento era su "boss" –Los Rolling Stones ficharon a Peter para su sello, sacando discos cumbre en la historia del reggae como "Bush Doctor" o "Mystic Man"- hasta el punto de hacerle quitar los zapatos y bailar descalzo.
Esta actuación fue como una "hostia en toda la cara" para el mundo occidental. El exigente público británico asistía a esta memorable presentación del reggae al mundo. Inmersos como estaban en la psicodelia y el glam rock, aparecían estos "angelitos" negros con melodías y ritmos nunca vistos ni oído. La divina presencia de Bob Marley no es más que la prolongación de un grupo unido en un sonido que enseguida atrapó a las masas, además de esa pose entre chulesca e intimidatoria de Tosh, que enseguida se desvanecía con la hermosura de su forma de cantar y su sensibilidad al tocar –imprescindible el punteo que se hace a partir del 2:35-
Compartiendo este homenaje sólo queremos dignificar lo que significa la palabra artista, desvirtuada a lo largo de los años, y la trascendencia que puede tener a lo largo de nuestras vidas, porque la elección ya no la tenemos nosotros, sino los medios que crean ídolos sin sustancia, capaces de alzar al Olimpo de las superventas a insípidos personajes como Taylor Swift, Miley Cyrus o Justin Bieber, personajes fuera de todo lo que un artista puede simbolizar.
Que fuera ganador de un Grammy o galardonado con la Orden del Mérito en Jamaica son sólo un par de anécdotas en una industria musical que no es más que un reflejo de la sociedad que nunca cambiará. A no ser por el recuerdo que tengamos hacia artistas como Peter Tosh, donde calificativos como actitud o carisma se nos quedan cortos.