Por Àlex Guimerà
Lleva años merodeando por aquí, concretamente desde el nuevo milenio. Su rastro, ocho discos, algunos de los cuales se codean con la excelencia, hablo en especial de "Hello Starling" (2003) y de "The Historical Conquests of Josh Ritter" (2007).
Dotado de un potencial melódico envidiable, Ritter se ha metido por méritos propios en la liga de otros grandes cantautores como son Chuck Prophet o Jason Isbell, que a pesar de tener obras mayestáticas y ser auténticos referentes musicales adolecen del reconocimiento popular por uno deseado.
Y ahora el de Idaho regresa con este luminoso (aunque no de portada) "Gathering" con el que vuelve a encandilarnos gracias a lo que mejor sabe hacer: buenas canciones. Unas canciones que por lo general se alejan de su etapa intimista y reflexiva surgidas de su ruptura sentimental de principios de década y tiran, al igual que en su última referencia "Sermon On The Rocks" (2015), de rock en los distintos matices del imaginario de su autor - folk, country, pop,... -. Por si fuera poco, el bardo pone empeño en la instrumentación metiendo teclados hammond, slide guitars, bongos, violines y sección de viento, todo ello sometiéndolo al tamiz de una producción que la veteranía de sus espaldas permiten.
Atrapados ya de inicio por las armonías vocales de "Shaker Love Song (Leah)", transitamos por ritmos irresistibles ("Showboat"), dylanismo en su versión más frenética ("Friendamine"), country-pop ensoñador ("Feels Like Lighting") y oscuros cruces entre leyendas negras como Bill Withers y Sixto Rodriguez ("Dreams").
Aunque el mejor Ritter lo volvemos a encontrar desnudo a la guitarra sacando las tripas con la gema que es "Train Go By".
También merece mención aparte la cautivadora balada "When Will I Be Changed" abordada junto al legendario guitarrista de los Grateful Dead Bob Weir, en la que el intimismo se fusionan con una instrumentación tan sutil como elaborada.
Tras un "Interlude" instrumental, el tramo final del álbum nos depara irresistible country-rock, bailable ("Cry Softly") o con tintes gospel ( "Oh Lord Pt. 3"); y baladas, de piano adormecedor ("Thunderbolt' s Goodnight") o de guitarra y arreglos arenosos ("Strangers").
Son los ingredientes de este fornido disco de rock clásico que nos edulcora el alma en unos tiempos en los que es complicado hacer bien lo que puede parecer sencillo. Josh Ritter lleva tiempo lográndolo.