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Benjamin Clementine: "I Tell a Fly"

Por: Sandra Sánchez

Dándole vueltas a cuál podría ser el adjetivo que identificara más al nuevo disco de Benjamin Clementine concluyo que es "hetedoroxo". Hay otros que también le van al pelo: personal, sorprendente, desconcertante... "I Tell a Fly" es el segundo álbum del artista británico, que llega casi tres años después de que sorprendiera al mundo con el primero, "At Least for Now", que le valió además del éxito en la crítica y en las ventas, el prestigioso premio Mercury en 2015. En este nuevo trabajo encontramos 11 temas inclasificables, en los que asistimos como invitados al universo propio de Clementine; un mundo de una imaginación deslumbrante, en el que tiene cabida, más aún, en el que es protagonista, lo inesperado. Está escrito y producido por él y no podría ser de otra manera, porque el resultado es cien por cien personal. 

Sí encontramos dos referencias claras importantes. La primera de ella nos lleva en vuelo directo al desaparecido maestro japonés Isao Tomita, icono de la electrónica, muy presente en diferentes momentos del disco, en casi todos sus temas. Ya aparecen sus sonidos galácticos y sutiles en "Farewell Sonata" y siguen detectándose abiertamente en la poderosa "Better Sorry Than Asafe" o en el inicio de "Ode From Joyce". El segundo referente es otro tótem de la música, Erik Satie. Y también en prácticamente todos los cortes, en los que se pasa de la orquestación más sonora al piano más desnudo y delicado. Es una auténtica delicia encontrarse con él de repente y por sorpresa. La musicalidad de "I Tell a Fly" es de una riqueza fascinante y provoca auténtico placer dejarse sorprender por ella. Sólo Clementine podría presentar un disco así, tan ecléctico incluso en un mismo tema y tan acertado. "Phantom of Aleppoville" es una buena muestra de ello, así como de las emociones que despierta, que te llevan del terror al dolor, pasando por el descanso y la paz. Pura contradicción, pura paradoja que en sus manos y en su voz funciona como una maquinaria compleja perfecta. 

Ninguno de sus temas termina como empieza, ninguno es lineal, todos tienen giros rotundos, pero que no chirrían, sino que acoges con veneración, porque comprendes que son puro arte. Es injusto destacar unas canciones sobre otras. Son tan mágicas y diferentes que resulta raro compararlas. "Jupiter", por ejemplo, una de las más aplaudidas del disco, no se parece a ninguna otra, tiene un ritmo propio y hasta un toque neo soul; al igual que "One Awkward Fish", que ofrece un fuerte aire gregoriano, pero que es inclasificable. En realidad todas son así, únicas, sorprendentes y bellas. 

La temática del disco, muy social. Benjamin lo ha ideado como el viaje de un extraterrestre, un alien con el que se identifica, por nuestro mundo. Y es una crítica a la sociedad actual, a las guerras e injusticias de hoy en día, al rumbo que toma Europa, a lo que nos cuentan los medios... Todo ello a través de la música más rompedora que podamos escuchar. Sólo apta, eso sí, para oídos bien abiertos.