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Amaral arrasa el FIZ

Sala Multiusos del Auditorio de Zaragoza., sábado, 30 de septiembre del 2017

Texto y fotografías: Javier Capapé 

Un año más el FIZ se convierte en uno de los últimos coletazos de la temporada de festivales. Esta vez con un cartel muy variopinto pero no por ello menos atrayente. Sin embargo la intensa noche tuvo también sus momentos menos inspirados y en el cómputo global se podría decir que le faltó algo de cohesión. La presencia de Amaral en la XVII edición del festival de música independiente de la capital aragonesa consiguió convocar a un número considerable de seguidores del dúo maño, pero que dejaron a medio aforo otras de las actuaciones de la noche. Muchos de los que se acercaron hasta la Sala Multiusos del Auditorio zaragozano (una vez más con un sonido mejorable) lo hacían única y exclusivamente para ver a Amaral, pero no comulgaron con el resto de los protagonistas de la velada, y eso no deja de ensombrecer el resultado. No quiero decir con esto que la actuación de Amaral no fuera buena, pero quizá no arrastró al público habitual de otros años, más acostumbrado a este tipo de eventos. Pero vayamos por partes.

La tarde-noche la inauguraron los oscenses Kiev cuando Nieva, aunque su pop lánguido propició un arranque algo frío a pesar de sus sonidos amables. Había que esperar a que llegase un público más numeroso para caldear el ambiente como ocurrió en el turno de Triángulo de Amor Bizarro, que ya habían visitado el festival en otras ocasiones, pero que de nuevo me dejaron indiferente por su sonido emborronado y sus incisivos cortes punk en los que no llegaban a entenderse sus letras. Tan solo cuando las revoluciones bajaban e Isabel Cea tomaba las riendas el cuarteto gallego consiguió convencer.

Llegó el turno de los maestros de los festivales en este último año. Sidonie volvían de nuevo a la ciudad en un formato más comprimido en tiempos (es lo que tienen los festivales), pero cargado de intensidad. Una vez más llegaron y triunfaron como solo ellos saben hacer. Provocando, disfrutando como nadie en el escenario y dibujando enormes sonrisas de satisfacción entre su público más incondicional, que volvió a convertir en un karaoke mágico su interpretación de “No sé dibujar un perro”, nos llevó al “Bosque” de la mano de la psicodelia de los setenta o encendió la mecha de un “Incendio” que solo ellos saben prender. Marc Ros volvió a darse un baño de masas a hombros entre el público mientras interpretaba “Un día de Mierda” y constató su amor por la música y todos los que se dedican a ello con ese nuevo himno por derecho propio que es “Carreteras infinitas”. Definitivamente los barceloneses son el mejor grupo para “levantar un festival” y dar buena cuenta de lo que es un concierto para disfrutar de principio a fin, al que no le falta de nada.

Con la resaca emocional que dejaba Sidonie, la corrección y buenas maneras del grupo internacional de la noche iba a hacer decaer algo los ánimos, al menos en los primeros temas que ofrecieron los británicos Morcheeba. La voz de Skye Edwards desmereció algo por el volumen de los instrumentos, que por momentos llegaban a taparla. Sin embargo poco a poco la banda liderada por Ross Godfrey ganó enteros desde que interpretaron una fantástica versión del “Let’s Dance” de Bowie y atacaron alguno de sus mayores éxitos como “The Sea”, “Blinfold” o el cierre por todo lo alto con “Rome wasn’t built in a Day”. Lamentablemente muchos de los que iban llenando la sala en el último tramo del concierto de Morcheeba no sabían bien lo que estaban viendo y la banda pudo quedar algo defraudada por un ambiente algo indiferente a pesar de su elevado nivel.
Llegadas las doce y media de la noche los acordes de “All tomorrow’s parties” de la Velvet Underground anunciaban que Juan Aguirre y Eva Amaral subían al escenario Ámbar del FIZ. El dúo jugaba en casa y se mostró feliz desde el primer momento por poder formar parte de este festival que pisaban por primera vez en sus veinte años de carrera. Amaral se encuentran además en el último tramo de su gira Nocturnal, a punto de cerrarla con un concierto que se grabará para su posterior edición en DVD en el Palacio de los Deportes de Madrid el próximo 28 de octubre. Después de más de un año de gira los cinco miembros que forman la banda en directo están perfectamente engrasados, han dado alguna vuelta de tuerca a las canciones de su repertorio y suenan plenamente convincentes. Podría decirse que es el mejor momento de la banda y como no podía ser de otra forma tenían la labor de demostrarlo de nuevo en Zaragoza. El setlist comenzó presentando su nueva canción “Hijas del Cierzo” y pudo presumir de una estructura muy bien hilvanada. 100% efectividad y una respuesta del público abrumadora. Era evidente que la mayoría de los presentes estaban esperando este momento y sin demasiado esfuerzo se dejaron llevar. Una tras otra y con precisión milimétrica fueron cayendo “Revolución”, “Nocturnal”, “Estrella de Mar” o “Cómo hablar”, por citar alguno de los éxitos más populares del grupo que se escucharon en la madrugada del sábado. Podrían haber dejado de lado la previsible “El universo sobre mí” o el que para mí es su éxito más insustancial y prescindible, “Marta, Sebas, Guille y los demás”. Sin embargo, para compensar estos tropiezos ofrecieron una intensa “Hoy es el principio del final” y una versión algo más cercana al tecno de “Chatarra”, terminando con “Sin ti no soy nada” y “Llévame muy lejos”, que demuestran que la exigencia con el oyente no está reñida con un público masivo.

Lástima que tras la explosión maña, el público se fue dispersando y Guille Milkyway con su Casa Azul necesitó ganarse uno a uno a los que permanecieron al pie del cañón. A pesar de que las programaciones fallaron algo en su sincronización con la banda, lo cierto es que con la efectividad de su pop, con su escenografía cuidadísima que combina la música con imágenes muy bien seleccionadas y, cómo no, con sus reconocibles gafas al más puro estilo Daft Punk, La Casa Azul quedó quizá como la propuesta más fresca de la noche y la que mejor recogía el espíritu de este festival que lleva el cada vez más difuso apellido de “independiente”, pero que con ese espíritu quiere llegar a su mayoría de edad. La Casa Azul se despidió con su “Revolución Sexual” y ese maravilloso pop de estilo que les define, para dejar que la noche terminase de la mano de Yall y We are not DJ’s. Las luces del FIZ se apagaron un año más esperando un mejor sonido y un cartel algo más equilibrado que ponga la guinda a la próxima edición del 2018.