Por: Kepa Arbizu
Si nos atenemos a lo relacionado estrictamente con lo que son lanzamientos discográficos, la publicación de una nueva referencia por parte de The Dream Syndicate resulta una sorpresa. No lo es tanto, sin embargo, si echamos una mirada más genérica a su más reciente andadura, que les ha recolocado en los escenarios durante este último lustro con asiduidad. Precisamente ese ya conocido y degustado por el público renacimiento de la banda debe de eliminar cualquier tipo de extrañeza respecto al buen nivel -al margen del acabado formal definitivo elegido- exhibido por estas nuevas composiciones.
Constituidos en este momento por un trío de habituales del grupo como Mark Walton, Dennis Duck y Steve Wynn, sumado al poderoso guitarrista acompañante de este último, Jason Victor, los angelinos mantienen intacta esa seña identificativa consistente en fortalecer su personalidad a base precisamente de extender los tentáculos de ésta. Por eso este trabajo perfectamente podría inscribirse en el relato continuado, pese a los casi treinta años de parón que se han tomado desde 1988, que supone el proceso evolutivo -lo que no necesariamente supone ampliar sus cotas de calidad- en el que la banda parece continuamente inmerso.
Si algo nos han mostrado y nos siguen demostrando The Dream Syndicate es que la firma chirriante de su música es una constante intocable en su historia, patente e incluso incrementada en este capítulo con las seis cuerdas inflamables del mencionado Jason Victor, que si bien había dado ya buena cuenta de nuestros tímpanos en vivo, sigue empeñado en tal misión en estas canciones que ahora presentan. Enmarcadas en el enigmático título de “How Did I Find Myself Here?” , es sin embargo perfectamente representativo de un tono global que navega entre lo misterioso e incluso lo existencialista a la hora de concatenar pasado y presente. Unas constantes que tomarán mayor sentido en su fusión con un ambiente sonoro especialmente destinado a envolver y sobrecoger al oyente a base de grandes dosis de electricidad.
Será en la primera parte del disco donde encontremos aquellos temas que, con sus más que evidentes matices y disparidad a la hora de desencadenarse, contienen las principales, que no únicas, señas de identidad. En la inicial “Filter Me Through You” ya se observa la determinación por construir ambientes y texturas que se claven en el oyente pero que también cautiven, siendo en esta ocasión bajo una manifestación taimada pero de lo más emotiva, a medio camino entre REM y The Jesus and Mary Chain. “Glide” supondrá un primer paso, con aroma espacial, en una clara dirección en cuanto a aumentar el sentido psicodélico y guitarrero, que ya se tornará en extremo en “Out Of My Head”, repleto de giros casi arabescos y distorsión a raudales. “80 West”, soportada por una profunda y rugosa línea de bajo, se deja arrastrar hacia un oscuro y más agresivo contexto.
Con “Like Mary”, la pieza más calmada y desprovista de ese estridente armazón en detrimento de una expresión más limpia, además de ser un leve descanso frente a esa maraña sonora, supone el punto de inflexión, sin que dé indicios de mayor premeditación, de cara a originar ciertos virajes estilísticos respecto al hasta ese momento impuesto entramado musical. Por ejemplo podemos observar la acertada y directa elaboración de un power pop rugiente a lo Dinosaur Jr. en “The Circle” o la entrada nada velada de elementos funk en la canción homónima, a la que además añade un interludio desértico-jazzístico, alargando su duración hasta los más de once minutos. El cierre definitivo, y escenificación más patente de ese continuo debate entre el pasado y los tiempos actuales que late en el álbum, se produce con la aparición de Kendra Smith, componente original de la banda, que se mimetiza interpretando con su particular voz, varonil pero seductora, una pieza volátil y melancólica.
Nunca es fácil retomar la actividad compositiva, por mucho que se sí haya hecho en el ámbito del directo, después de treinta años de parón. The Dream Syndicate subsana ese peligro latente con buena nota, primero porque saben plasmar su gran momento de forma además de un interés por no únicamente “recuperar” su nombre sino continuar ampliando sus márgenes formales. Cierto es que el terreno elegido para ello, a través de una enérgica electricidad densa e hipnótica, para muchos -entre los que me encuentro-, pese a su perfecta ejecución, no es el ambiente más propicio en el que despuntar sus múltiples y excelentes cualidades, aunque resulte imposible no verlas esparcidas en muchos instantes. Por eso, que este regreso no compita de igual a igual con las obras cumbres de la banda, no significa que delate desinterés alguno o ausencia de ideas, muy al contrario es una prueba definitiva de la capacidad y el afán por escribir nuevos, y diferentes, capítulos en la historia del grupo.