Por: Lorena España
Lana sonríe. Lleva margaritas en el pelo. Lujuria por la vida. No más mirada dura, no más mohines enfadados, no más blanco y negro. No más nacer para morir, no más ultraviolencia.
La portada del nuevo disco de Lana del Rey, estampada con el vitalista título “Lust for life,” parece anunciar un cambio en su, ¿hasta ahora?, oscura música, un giro hacia la alegría, el amor y las ganas de disfrutar la vida entre flores y cielos azules.
Pero quien haya pensado eso no conoce a esta chica.
Lana del Rey no se parece a nadie, es un género musical en sí misma, ¿Con qué otro músico o banda podríamos compararla? Y que nadie diga Lorde, por favor.
Sí, sus letras continúan bailando entre Mustangs, copas de vino, cigarrillos, playas desiertas y veranos que se derriten lentamente mientras te sumerges en los brazos de tu amante. De todo eso hay, de nuevo, en “Lust for Life”, un álbum oscuro, como los anteriores. Pero es diferente, es sorprendente. Lana continúa avanzando y nunca decepciona.
Durante un primer rato largo, la escuchamos cantar sus poemas musicales acerca de amores intensos, una constante en sus letras (y en su vida, probablemente). Pero ya parece estar un poco harta de relaciones tormentosas y, aunque sigue buscando la pasión en la vida ("And a lust for life keeps us alive") y, no podría ser de otra manera, en el amor ("But when I love him, get a feeling, something close to like a sugar rush"), ahora que ha vivido más ya está de vuelta de ciertas historias ("Could it be that I fell for another loser?") a las que antes dedicaba letras cargadas de adoración.
Después, el disco gira hacia otros temas y es que Lana no ha sido, ¿y quién sí?, impermeable a la avasalladora llegada de Donald Trump al poder. Títulos como “God bless America - And all the beautiful women in it”, con esos poderosos disparos intercalados entre los dulces susurros de ella, y “When the world was at war we kept dancing” ya dan pistas antes de la primera escucha. Acerca de esta última canción, la propia Lana afirmó hace unos meses: "(...) Y se plantea la cuestión: ¿es este el fin de América, de una era? ¿Se nos está acabando el tiempo con esta persona (Trump) al timón del barco? ¿Se estrellará? En mi opinión, la letra es un recordatorio no de hacer oídos sordos ni de pasar del tema. Tampoco de no hablar sobre las cosas. Es más como estate alerta y continúa bailando. Permanece despierto."
Culminando "Lust for Life", aparecen letras sobre drogas, sobre maduración y evolución personal tan íntimas y sinceras que uno siente hasta pudor por estar invadiendo la intimidad del corazón de Lana.
Una vez nos sumergimos del todo en el disco comenzamos a descubrir, poco a poco, cuántas joyas contiene... La tenebrosa y delicada “Love”, con unos ecos muy Twin Peaks,ya abre el disco a lo grande y te preguntas: ¿qué vendrá después de esto? Pues más y mejor. “13 beaches”, ya himno, ese alegato triste a la resignación ante la fama y los paparazzi con uno de los más preciosos estribillos de la carrera de la neoyorquina, en la que demuestra su poderío vocal. “White Mustang” y “In my feelings” son pura Lana: atmosféricos, en ocasiones fantasmagóricos, con unos cambios de ritmo perfectos e hipnóticos que te hacen volar sin darte casi ni cuenta. Son composiciones densas, como es característico en ella y sí, pueden no entrar a la primera pero entonces la vuelves a escuchar, y luego otra vez. Y entonces te preguntas cómo has vivido tanto tiempo sin esa canción.
Las colaboraciones de A$AP Rocky y Playboi Carti no son lo mejor del disco, pero le dan un rollito interesante, callejero y decadente, sobre todo en “Summer bummer”, que se adhiere como un chicle sucio y pegajoso.
Y hemos llegado hasta aquí sin hablar de la maravillosa Stevie Nicks, así que ya es hora. Su dueto en “Beautiful people, beautiful problems” resulta tan delicioso como ella. Con esa voz, ¿qué puede ir mal? Es entrar Stevie en la canción que, en un principio, puede pasar algo desapercibida y ya todo camba. Magia.
El último invitado es Sean Ono Lennon, que canta junto a Lana y toca todos los instrumentos en el folkie “Tomorrow never came”, un delicado tema que transporta a un bosque regado por el sol de mediodía. Y, cuando entra Sean, ese “hey” es tan John que te eriza la piel.
A menudo, los últimos tracks de un disco suelen quedar como unos últimos goteos que sí, pueden estar bien, pero ya no te calan. No así en “Lust for life”.
Lana se reservaba una traca final con una tríada ganadora compuesta por “Heroin”, “Change” y “Get free”, tres temas que te van golpeando uno detrás de otro hasta dejarte noqueado y satisfecho.
Su corazón se abre del todo y va in crescendo. Comenzamos a subir con "I'm flyin' to the moon again, dreamin' about heroin" y llegamos entonces suavemente a una sala donde solo está la voz de Lana y un piano, mientras ella nos confiesa, en un estribillo con una sorprendentemente alegre voz, que va a llegar un cambio, que no sabe dónde ni cuándo pero que, sea cuando sea, ahí estaremos. Lana termina de mirar hacia arriba en “Get free”, una maravilla en la que nos retrotrae a aquella otra maravilla llamada “Ride”, de su disco “Paradise”. En esta última, nos cantaba: "I've got a war in my mind / So I just ride" y ahora nos continúa cantando que, sí, "Sometimes it feels like I've got a war in my mind" pero ya no se va a limitar a simplemente "just ride" sino que "I want to get off, but I keep ridin' the ride /I never really noticed that I had to decide / To play someone's game or live my own life / And now I do" y ¿qué es lo que decide? Que "I wanna move / Out of the black/ Into the blue."
Así que este es su "manifiesto", como Lana misma canta, y lo ha dejado para el final: quiere actuar, quiere decidir sobre su propia vida y lo va a hacer. Quiere salir de lo oscuro para sumergirse into the blue. Aquí está la auténtica "Lust for life".
Lana del Rey da un paso al frente y no solo en su música sino parece que también en su vida. Sí, su poético canto de sirena continúa siendo oscuro pero ella ya deja entrar algo de luz, porque le apetece. Sigue siendo ella. Pero mejor. Discazo.