Por: Kepa Arbizu
Si nos preguntamos por el contexto sociopolítico en el que surge el nuevo disco de Downtown Boys “Cost of Living”, la respuesta es clara: la llegada al poder en los Estados Unidos de Donald Trump. Un hecho más que suficiente para servir de alimento a un álbum tan incendiario como es el citado, pero sería un error, o una inexactitud, ubicar su germen, y por extensión el tono de la propia banda, en la réplica a un hecho puntual y/o coyuntural. Surgidos hace un lustro en Providence, estamos ante una agrupación que mantiene un compromiso que va mucho más allá de afrontar la realidad a través de un tipo muy concreto de canciones; su currículum en cuanto a la implicación en diversas campañas/acciones es lo suficientemente amplio y variado como para dibujar una actitud clara y radical, siendo ésta tan llamativa como para captar la atención de la “figura” de la izquierda estadounidense Amy Goodman.
Con este trabajo la airada estrategia del combo sigue inamovible, aunque sí que existan palmarios detalles musicales que han variado. Si habíamos visto como su predecesor “Full Communism” se desbocaba a lomos de ritmos cercanos al hardcore, ahora va a ser el punk en su expresión más clásica la que se convierte en referencia fundamental. También será determinante el adelgazamiento sufrido principalmente en la sección de metales, un detalle muy característico de la banda que aunque presente todavía ha perdido la prioridad exhibida hasta este momento. Nuevos matices, a los que se podría sumar debutar con un sello tan carismático como Sub Pop, que han depositado en las manos del productor -conocido por ser parte de otros espíritus airados como fueron Fugazi- Guy Picciotto, cosechando como resultado un atinado incordio, en forma y fondo, para esa implacable dinámica del Imperio.
Las bases rítmicas que abren “A Wall”, y por lo tanto el propio trabajo, introducen con esa tensión propia de The Clash las arengas de Victoria Ruiz, que con su tono de voz chillón, sumado al uso del saxofón -especialmente relevante en su desquiciante aparición entre las potentes ráfagas de “Tonta”-, nos lleva necesariamente a pensar en X-Ray Spex. Inspirado en un poema de Assata Shakur, el tema se lanza contra el afán restrictivo del mandamás estadounidense. Bien armada de afilados riffs aparece “Somos chulas (no somos pendejas)”, donde se trasluce -no será la única vez- el origen latino de su cantante. Agresiva y áspera, con unas omnipresentes dosis del riot grrrl, se muestra “Promissory Note”, mientras que es con “Because You”, tras una introducción ambiental, cuando arrecia con mayor fuerza el huracán incontrolable que puede llegar a ser la banda.
Dejando de lado un par de temas (“Bulletproof” y “Heroes”) que ceden la voz a sendos activistas, el grupo también va a demostrar su desenvoltura en atmósferas menos directas e inmediatas, compartiendo en ese ámbito ciertos aspectos con Wire. “I’m Enough (I Want More)” pese a la crudeza de su inicio, con una frontwoman desgañitada, deriva hacia desarrollos más alambicados que no rehúsan incluso a valerse de teclados y sintetizadores. Unas constantes presentes también en “Violent Complicity” y en la más representativa en este sentido “Lips That Bite”. Si bien no renuncian en ningún momento a su expresión descarnada, aquí se deciden a decorarla con una leve pero palpable nebulosa.
Downtown Boys hablan alto y claro, siendo el punk, en sus diversas vertientes, el lenguaje elegido como transmisor. En este nuevo capítulo se orientan hacia postulados clásicos, acaparando ese espíritu surgido a finales de los setenta para situarlo en el fragor de las actuales batallas, por mucho que estas aparezcan impregnadas de problemáticas atemporales. Con toda seguridad un solo tweet de Trump acapare y monopolice mediáticamente la vida que late bajo las barras y estrellas, pero aquí estamos ante una excelente y ruidosa muestra de esa invisibilizada pero existente Norteamérica insurgente, que como expone de manera certera y brillante a lo largo de este álbum opone el "nosotros" al "ellos".