Por: Oky Aguirre
Solo por respeto, decencia o pleitesía, "Chuck" debería ser el disco del año. ¿Acaso no lo fue el “Blackstar” de Bowie, claramente de difícil escucha, en el Top 5 de todas las listas del pasado año, mía incluida? ¿Alguien esperaba algún tipo de evolución o innovación después de 35 años sin publicar nada? ¿Hay que justificar que un abuelo de 90 años aún cante sobre amores de adolescencia y ausencias escolares? ¿Alguien pensaba que éste señor no sabía de la trascendencia de cerrar un ciclo y ser consciente de su legado? Todo el blues que los Stones intentaron (fracasando en todas sus facetas) en su último acercamiento a esta música para adultos, lo hace Chuck en 35 minutos, casi los mismos que han pasado desde la publicación de su último retoño. Según sus palabras y como reveló hace unos años, sintió que todavía podía añadir algo importante a su discografía. "Quiero hacer algo que perdure cuando me vaya", dijo en 2010. "Quiero hacer otro "Johnny B. Goode" o "algo tan poderoso como My Ding-A-Ling”.
Todos sabemos que sin Berry el mundo habría sido igual de asqueroso y nauseabundo en 1960 (donde el negro meaba, comía, dormía y moría fuera del entorno blanco) que en 2017 (donde 8.000 personas, todas negras, han sido rescatadas en el Mediterráneo en este último mes de junio). Pero gracias a Chuck Berry tenemos a los Beatles y los Stones y como consecuencia lo que ha sido el devenir de la música y sus géneros. Una tortilla de patatas es muy fácil de hacer; un Miró es muy sencillo de pintar; pero la diferencia está en quién es el primero en hacerlo; utilizar apropiadamente los ingredientes. Pasteur, Newton y Einstein lo hicieron. Chuck Berry también. Pero la música no entiende de fórmulas ni de bases científicas, y eso es lo que la hace diferente. Mientras las matemáticas o física siempre tienen una razón de ser, demostrando un resultado a través de despejar incógnitas, las armonías y acordes en la música sólo pueden reflejarse a través de los sentimientos que uno tiene dentro de su mundo interior. Y eso es lo que transmite la escucha y posesión obligada del último disco de Su Majestad Chuck Berry, que a continuación os relatamos con la sensibilidad y atención que merecen cada una de sus canciones.
Cuando anunció “Chuck”, Berry lanzó una breve declaración dedicando el álbum a su esposa de 68 años, Themetta. "¡Mi querida, estoy envejeciendo!", decía. "He trabajado en este disco durante mucho tiempo ¡Ahora puedo colgar mis zapatos!. Gracias Chuck por hacernos mejores personas, aunque no lo sepamos.
"Wonderful Woman". Así se hace historia. Por eso es el Rey del Rock´n´roll. De nada valen las manidas historias sobre el lanzamiento al espacio del “Johnny B. Goode”. El abuelo Chuck respiraba música sabiendo que su tren iba a partir. Como buen “perro viejo”, era consciente de que su “You never can tell”, encumbrado en “Pulp Fiction”, llegaría a gente tan imprevisible como los “millenials”. Esta canción que inaugura el primer disco del Cervantes del Rock es un recorrido por todo el repertorio de riffs, fraseos, armonías y actitudes que creó para todos nosotros, pariendo una canción llena de referencias a todas sus composiciones. Retazos de "Maybellene", "Roll over Beethoven", "Sweet Little Sixteen", "No Particular Place to Go" o "Nadine" hacen de este tema el más largo, precisamente intencionado para dejar constancia que podríamos estar un día entero con este ritmo del infierno, el rock´n´roll puro, que un tal Frank Sinatra dio por muerto recién descubierto.
"Big Boys". Posiblemente la canción más evidente de lo que nos podríamos esperar como lanzamiento de las discográficas. De hecho es la única de la que han lanzado un vídeo promocional. Por supuesto, un bombazo, pero en otras circunstancias o décadas, habría sido la típica canción de relleno que completaría una cara B.
"You Go to My Head". Parece mentira que a los Rolling se les escapara recuperar la esencia de lo que es el blues; y más sabiendo que Chuck es – o era- su referencia. Por supuesto hablo del piano, ese instrumento transmisor, igual o superior de majestuoso que la guitarra para este género , que tuvo a Johnnie Johnson como fiel escudero de las travesuras guitarreras del maestro, además de los míticos Lafayette Leake y Otis Spann durante las grabaciones en Chess Records. Recuperar este standard, en pleno 2017, no hace sino transportarnos a aquwllas épocas gloriosas de la música –este clásico lo han interpretado Billie Holliday, Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong o Rod Stewart, y justo este año Bob Dylan.
"3/4 Time (Enchiladas)". Conocido es el aspecto gruñón de este señor de 90 años, pero ¡qué demonios!! Si algo derrochaba en los escenarios era simpatía y entrega, que al final es lo que cuenta –estoy hartito de terminar defendiendo a muchos artistas por malas acciones del pasado, cuando lo importante son las canciones y no su vida personal-. Esa vitalidad queda como un registro póstumo de cómo se sentía. "Me encanta lo que estoy haciendo; espero que no termine demasiado pronto!" se le oye decir entre acordes.
"Darlin´". En la discografía del de St. Louis siempre hay palabras que en su voz se hacen grandiosas. Apuesto más por un “darlin´” o un “sweet” de Berry que por una canción entera del “Joshua Tree” –asumo las consecuencias de mis palabras-. El sonido blues, soul, jazz con ese piano que acompaña por encima de voces femeninas -su hija Ingrid- en coro casi religioso, mezclado con la historia contada a través de la voz de Chuck, es una delicia, como ese pastel que saboreas antes de llevarlo a la boca. Esta canción, que habla sobre lo rápido que pasa la vida, es como un fresón con nata.
"Lady B. Goode". La aceptamos. Todos sabemos que Chuck ha hecho versiones de su canción fetiche. Pero aquí vuelve a dejar su inconfundible sello. Louisiana y New Orleans vuelven a sonar, pero dejando claro lo que vio antes de dejarnos: que el mundo es de las mujeres. Todos sabemos que estuvo en la cárcel por tener relaciones con jovencitas –no es por justificar, pero habría que considerar el lugar que ocupaban las/os fans en épocas regadas de todo tipo de excesos- . Lo mejor es quedarse con que un tío que ha lanzado una canción al espacio, haya tenido la sensibilidad de incluir, por fin, a las mujeres.
"She Still Loves You" es quizá el tema que baje un poco el ritmo del disco, que vuelve a enamorar con la vuelta a sus orígenes en "Jamaica Moon", claro homenaje a su inolvidable “Havana Moon”, aquélla pieza peculiar de su primer disco con ritmos calypso –los mismos que encandilaron a Bob Marley.
"She Still Loves You" es quizá el tema que baje un poco el ritmo del disco, que vuelve a enamorar con la vuelta a sus orígenes en "Jamaica Moon", claro homenaje a su inolvidable “Havana Moon”, aquélla pieza peculiar de su primer disco con ritmos calypso –los mismos que encandilaron a Bob Marley.
"Dutchman". Aquí deja huella. Es Berry hablando pero cantando, dando a su guitarra un espacio pocas veces oído. Parece el fraseo de Vincent Price en “Thriller”. El “muy cabrón” se ha adaptado a la música del 2017. Sólo con tres acordes se actualiza. Nick Cave, John Hiatt o Dave Alvin siguen sacando discos aún hoy, influenciados por Chuck; que precisamente es lo que parece que él devuelve: como un “aquí os dejo esto”.
"Eyes of Man". Un blues más eléctrico pone fin a algo que agradeceremos cuando seamos mayores; da igual a qué edad. Saber que fuimos testigos y compartimos historia generacional con alguien tan importante como Darwin o Newton; Moisés o Cleopatra; Cervantes y Shakespeare: Chuck Berry también ha sido trascendente. Te queremos y nunca te olvidaremos.