Por: Kepa Arbizu
No creo que a estas alturas necesite demasiadas presentaciones Rosendo Mercado, no obstante es parte esencial del paisaje rockero construido en nuestras fronteras en las últimas décadas. Y lo es aportándole una manera de hacer las cosas que, al margen del personal resultado formal que las imprime, se ha convertido en ejemplo y referencia en cuanto a la honradez con la que ejerce la profesión. Lo suyo ha sido, es, y seguro será, una vida dedicada a la música, lo que significa precisamente priorizar ese aspecto y alejarse de todas las derivaciones superfluas, cada vez más agrandadas en detrimento del concepto artístico hoy en día.
Casi con la misma firmeza con la que se hace referencia a la total consolidación de la figura del cantante y guitarrista se le puede atribuir a sus dos fieles compañeros (al bajo Rafa J. Vegas y a la batería Mariano Montero), con los que ha cimentado un power trío afianzado y recio como pocos. Una consistente formación, a la que hay que añadir como otro elemento clave el productor Eugenio Muñoz, que ayuda sustancialmente a que la propuesta ofrecida sea tan fácil de predecir en cuanto al resultado que adoptará como ansiado que así suceda. Una singularidad la del madrileño que incluso va más allá de su reconocible sonoridad, un rock duro levemente teñido de blues, ya que un título como el escogido para su nuevo trabajo, "De escalde y trinchera", es plenamente identificativo y achacable solo a él.
No menos llamativos -y a la misma vez destacables- en cuanto a sus rasgos son unos peculiares textos que adquieren un valor decisivo por sí mismos. Dentro siempre de ese airado costumbrismo, se revisten de una evidente labor por salirse de lo convencional y de lo inmediatamente comprensible, ofreciendo un espacio entre lo crudo y lo cotidiano bajo atinados pliegues del lenguaje. Centrándonos en los elegidos para alimentar su nuevo trabajo, se podría hablar de un argumento casi común en todos ellos orientado hacia las actitudes que se adoptan frente a estos atribulados tiempos que corren particularmente en este rincón del planeta.
Musicalmente el disco comienza con ese tipo de composiciones, como es "Cúrame de espantos", que Rosendo tan bien maneja: rotundas bases rítmicas -una batería que no dejará de golpear con insistente fuerza a lo largo de todo el álbum- acompañando a una guitarra que derrocha electricidad (merecido homenaje en forma de poster a su Fender Stratocaster en el libreto del álbum) para completar esas melodías trotonas a paso de rock n roll. Precisamente ese cabalgar más dinámico se materializa en "Soy", mientras que "Un capullo dentro de un jarrón" afila más dicha propuesta y en "El botillo y la pringá" deja caer todo su espíritu burlón para caricaturizar con sorna esa llamada "marca España".
Frente a esta máxima utilizada de recorrer el espacio entre dos puntos de la manera más directa, existirán otras que ralentizan el pulso y conceden más espacio a los silencios, dentro siempre de una estructura rocosa y contundente. "¡Qué bufonada!", otro mandoble a los símbolos patrios, con la llamativa aparición de una flauta tocada por Jorge Pardo, inicia una senda en la que también se sitúa "Maldita flojera", resaltando el poder que alcanza la guitarra, y "Terciopelo herido", con letra de su hijo Rodrigo y que introduce con un extraordinario resultado un poso más melancólico. Como viene siendo habitual, y casi con ese papel de desengrasar tanta exaltación del decibelio, hay hueco para un ligero y amable reggae , "A pesar", que sin embargo es solo un espejismo antes del emocionante colofón que supone "El túmulo", al que un deje "bluesero" imprime un rugoso intimismo.
El músico de Carabanchel representa todo lo contrario a los falsos, y muy habitualmente tendentes a la decadencia, oropeles y a esas carreras de éxito rápido pero nulo poso. Él visibiliza con exactitud esa, manida y tantas veces falsa, concepción del rock and roll como modo de vida sustentado en una expresión siempre alerta y en continua lucha ajena a cualquier tiranía de las modas. Su estilo es irrenunciable, y desde hace ya muchos años esperamos ansiosos una nueva remesa en forma de casi siempre muy notables discos, como resulta ser este "De escalde y trinchera". Como dice el graciejo popular, Rosendo es el único mercado fiable, y yo diría más, representa el único mercado que si no existiera sería necesario inventarlo.